Capítulo catorce

Kayden

#34: Dejar que alguien Kayden se acerque a ti

Si pudiera abrazarla todo el tiempo, lo haría. No esperaba lo que me ha confesado. Sabía que escondía algo doloroso, pero no eso. Siento rabia en lo más profundo del corazón y me está costando mucho no estampar el puño contra la cabecera de la cama. La única cosa que me impide hacerlo es que no quiero apartar mis brazos de ella. No quiero dejar de tocarla, de darle mi cariño sin palabras.

Callie lloraba desconsoladamente, como si toda la tristeza del mundo saliera con sus lágrimas y cada sollozo prácticamente me partía en dos. Era como desintegrarse. Finalmente, se quedó dormida, acurrucada contra mí con la cabeza apoyada en mi pecho. Trazo líneas en su espalda desnuda, con la mirada perdida en el vacío, preguntándome cómo alguien ha podido hacerle eso.

No sé si puedo soportarlo. Cuanto más rato estoy echado con ella, más me enfado y un sentimiento de ira me consume. Doblo las manos, me clavo las uñas en la piel y me esfuerzo por mantenerme inmóvil.

Callie empieza a estirarse y me mira con los ojos enrojecidos e hinchados.

—¿Estás bien? —pregunto, acariciándole el pelo.

—Sí. —Su voz está ronca; sus mejillas, rojas; y sus pupilas, dilatadas.

Me detengo, sin saber cuál es la pregunta correcta, o si existe tan siquiera.

—Callie… Lo que me has contado… ¿Quién más lo sabe?

—Nadie más. —Sus hombros desnudos se levantan y caen mientras lucha por respirar—. Sólo Seth.

Dudo, con los dedos todavía en su pelo.

—¿Ni siquiera tu madre?

La tristeza de sus ojos casi me mata.

—Solo tú y Seth. —Agacha la cabeza, escondiendo su cara.

Quiero preguntarle quién fue, para buscarlo y pegarle hasta matarlo. Miles de ideas acuden a mi mente, pero no la conozco lo bastante como para hacer suposiciones. Podría preguntarle, pero sé que eso la destrozaría. Lo sé porque así he vivido la mayor parte de mi vida.

—Creo que deberíamos vestirte. —Levanto la cabeza y miro por encima de su hombro el reloj que hay en la mesita de noche.

—Lo siento. Probablemente tengas cosas que hacer y yo aquí, molestándote. —Inclina la cabeza a un lado para separarse de mí, pero flexiono los brazos y la abrazo con fuerza.

—Sólo lo he dicho porque Luke va a volver pronto —le explico, acercando su cara a la mía—. No porque quiera que te vistas y te vayas.

—Oh. —Se relaja un poco, y sus cabellos se derraman por mi cuerpo cuando baja la cabeza.

Retiro algunos mechones a un lado; huelen a lluvia y la beso suavemente en los labios. Cuando me aparto para mirarla, parece sorprendida.

—Kayden… Yo… —Se esfuerza por escoger las palabras—. No tienes que estar conmigo porque sientas lástima por mí. No pensaba decírtelo. Ha sido sin querer.

La miro, estupefacto.

—Estoy contigo porque quiero estar contigo.

Ella traga con dificultad.

—¿Incluso después de saber que…?

Acaricio su mentón con el dedo.

—Callie, siento exactamente lo mismo por ti ahora que hace una hora. Nada ha cambiado.

Ella lucha por contener las lágrimas y parpadea.

—¿Estás seguro? Porque a veces… A veces soy un desastre. Lo que ha pasado ahora no ha sido algo aislado. Me pongo así cuando recuerdo…

Asiento, muy asustado. Quiero estar con ella, más que cualquier otra cosa en este momento. Sólo espero poder soportarlo, por ella.

Callie

No tenía la intención de soltárselo así, como una bomba, pero la necesidad de apartarme de él para obedecer la horrible costumbre de mi cuerpo era abrumadora. Lo dije esperando que se asustara y me dejara ir, pero hizo todo lo contrario. Me abrazó, permitiéndome llorar, dejó que me desahogara y me dio más de lo que nunca sabrá.

Decírselo en voz alta ha sido liberador, como si cogiera las riendas de mi vida de nuevo. Sólo espero que todo quede así.

No deja que me vaya, su cuerpo se levanta con el mío. Me suelta un momento para pasar por encima de mí y recoger mi sujetador del suelo. Meto los brazos por los tirantes y me tiemblan las manos cuando engancho el cierre. Después recoge la camiseta, la sacude y la desliza por mi cabeza. Levanto los brazos mientras él la baja para cubrirme.

—¿Qué quieres hacer el resto del día? —pregunta y mira por la ventana—. ¿O debería decir la noche?

Me coloco la camiseta bien por el vientre y me saco el pelo por fuera.

—Debería volver a mi habitación y ponerme al día con los deberes. Me quedan muchos trabajos por hacer.

—¿Sabes que las clases van a terminar en pocos días?

—Sí, pero perdí muchas clases cuando estaba… evitándote.

Coge una camiseta roja de la cómoda y se la pone, revolviéndose el pelo.

—¿Quieres que te acompañe?

—Si quieres —digo, sintiéndome culpable porque va a hacer algo más por mí. Ya ha hecho suficiente por esta noche.

Una ligera sonrisa aparece en sus labios.

—Te acompañaré.

Salimos fuera juntos y me siento rara, sobre todo cuando pone su mano sobre la mía. Las luces de mi edificio brillan en la distancia y sólo pienso en llegar.

—¿Vas a volver a casa por Acción de Gracias? —pregunta mientras paseamos por el césped mojado y nos escabullimos bajo los árboles, donde la lluvia cae sobre nosotros.

Me encojo de hombros.

—No lo tenía pensado, pero a lo mejor. Mis padres se iban a Florida de vacaciones, pero mi madre me ha mandado un mensaje hoy diciéndome que van a quedarse en casa y que debería volver.

—Podrías venir con Luke y conmigo —sugiere mientras cruzamos la calle por los charcos y subimos a la acera—. Vamos a volver en unos días.

Hay muchas razones por las que no quiero volver; una de ellas es porque el chico que arruinó mi vida puede estar en mi casa.

—Lo pensaré y te lo diré.

—Podría ser divertido —dice con una sonrisita—. Saldrías con Luke y conmigo y te podríamos enseñar las escasas diversiones de nuestra vida.

Le ofrezco una media sonrisa porque sus palabras me recuerdan a mi vida en casa y lo mucho que la odio.

—A lo mejor.

Se pasa la lengua por los labios, como si fuera a besarme, y aunque me muero de ganas, todavía me preocupa que lo haga por las razones equivocadas. Llegamos frente a la puerta de mi edificio.

—Gracias por acompañarme. —Separo mis dedos de los suyos y corro por el pasillo, dejándolo pasmado. Intento no mirar en dirección al baño cuando paso por delante, pero solamente pienso en hacerlo: en vaciarme de nuevo. Cambio de opinión.

Cuando termino, ya puedo respirar.

Kayden

No puedo dejar de pensar en lo que le pasó a Callie. Creía que al contármelo me asustaría, pero ha tenido el efecto contrario. Solamente deseo estar con ella y protegerla, como nunca me protegieron a mí. Quiero estar seguro de que no le pasa nada malo.

Se acercan las vacaciones y me preparo para regresar a casa. Sinceramente, no quiero volver, pero ¿qué otra cosa puedo hacer? No tengo a nadie, sólo a mi madre y a mi padre, aunque se porten fatal conmigo. Y mi madre prácticamente me lo suplicó, diciéndome que Tyler iba a estar en casa y que hacía años que no lo veía. Me pregunto cómo estará ahora después de todos estos años bebiendo.

Callie y yo hemos pasado los últimos días juntos, viendo películas y hablando, pero sólo como amigos. No es que me guste, pero no tengo ni idea de cómo llegar más lejos.

Voy de camino a mi habitación después de mi última clase antes de volver a casa cuando la veo entre los árboles, leyendo un libro. Lleva el pelo suelto por los hombros, una camiseta de manga larga gris y unos vaqueros negros.

—¿Leyendo algo bueno? —pregunto, parándome delante de ella.

Su cabeza se levanta de golpe y cierra el libro, que, de hecho, es su diario.

—Hola, ¿qué haces?

Me fijo en el cuaderno y enarco una ceja.

—Sabes que un día tendrás que dejarme leer eso.

Niega rápidamente con la cabeza, abrazando el cuaderno contra su pecho, con las mejillas encendidas.

—Ni hablar.

Ahora tengo aún más ganas de leerlo.

Paseamos juntos por el césped sin seguir ninguna dirección en concreto.

—¿Has decidido ya si vas a volver a casa? —pregunto y me meto las manos en los bolsillos—. Sabes que quiero que vengas.

Frunce el ceño.

—Y mi madre también, pero no lo sé… Simplemente no me gusta mucho estar en casa. Me recuerda muchas cosas.

—La mía también —coincido—, y por eso deberíamos volver juntos. Podemos quedar todos los días y salir. A Luke tampoco le gusta mucho estar en casa, así que seguro que nos saca a dar una vuelta. O dos.

Me mira con expresión escéptica.

—De acuerdo, me lo pensaré.

—Pero no estás segura.

—Es sólo que… Parece difícil de creer que tú, Luke y yo salgamos juntos.

—¿Por qué?

Se encoge de hombros, arrastrando los zapatos contra el barro del bordillo.

—Porque nunca lo hemos hecho. Nos conocemos desde hace años y la única vez que hemos hablado es aquí. Lejos de Afton.

Me doy la vuelta, me pongo frente a ella y casi choca conmigo.

—¿Crees que dejaría de salir contigo sólo porque estuviéramos en casa?

Se vuelve a encoger de hombros y se queda mirando el suelo.

—Es inevitable. Habrá gente y tú sales con varias personas a las que no les caigo nada bien.

Le coloco el dedo en el mentón y levanto su cabeza; contemplo sus tristes ojos azules.

—¿Te refieres a Daisy?

—A Daisy, sus amigos, todos con los que íbamos al instituto —dice tristemente—. Pero da igual. Simplemente no tengo ganas de ir a casa.

Pasa la tarjeta por el lector y abre la puerta de su edificio. El aire cálido nos envuelve mientras cruzamos el pasillo vacío.

—¿Qué vas a hacer entonces? ¿Quedarte aquí sola?

—Soy mayor —dice mientras nos dirigimos al ascensor y luego sacude la cabeza y empieza a sonreír—. No en el sentido literal.

El ascensor sube y me quedo quieto mientras pienso en algún modo de persuadirla para que se venga conmigo. Cuando llegamos a su habitación, empiezo a preocuparme de verdad. La idea de dejarla aquí sola me está rompiendo el corazón.

—Vale, voy a ser sincero. —Inspiro profundamente porque lo que voy a decir es muy real y lo más sincero que he dicho en mi vida—. No quiero estar lejos de ti tanto tiempo.

Se chupa el labio inferior y lo muerde.

—Estoy segura de que estarás bien. —Extiende la mano hasta la cerradura y teclea el código. Empieza a girar el pomo, pero la cojo por la muñeca.

—No lo estaré —le aseguro con voz temblorosa—. Me estoy encariñando de nuestras charlas y… Callie, tú eres la única que lo sabe todo sobre mí.

Sus hombros se hunden y me mira con cariño.

—Primero tendré que hablar con mi madre y preguntarle algunas cosas. Te lo diré mañana.

La suelto y me aparto, sintiéndome un poco mejor.

—Prométeme que te lo vas a pensar de verdad.

Asiente y gira el pomo de la puerta.

—Te lo prometo.

Da un paso, pero soy incapaz de dejar que se marche. Mis dedos se agarran a su manga y la atraigo de vuelta.

—¿Qué…?

Antes de que ninguno de los dos pueda hablar, sello mis labios con los suyos, dejándonos sin aliento. Acaricio su rostro con la mano y sostengo su mejilla con mi palma mientras con la otra aprieto la parte baja de su espalda, inclinando su cuerpo hacia el mío. Deslizo mi lengua dentro de su boca, sólo un beso rápido, pero que transmite todo el deseo que tengo dentro. Nuestras piernas se tambalean y me sujeto contra la pared para no caer al suelo. Callie deja escapar un suave gemido y me aparto, sabiendo que si sigo besándola seré incapaz de dejarla ir.

Parpadea incontroladamente mientras retrocedo con una sonrisa en la cara.

—Y recuerda que lo has prometido.

Con una expresión aturdida, entra en la habitación y arroja el diario sobre la cama antes de cerrar la puerta.

—¿Tienes tu viejo anuario aquí? —le pregunto a Luke cuando entro en la habitación.

—Creo que sí —dice, apartando la mirada de la televisión un segundo. Está con un videojuego de carreras y totalmente distraído mientras sus dedos golpean el mando—. ¿Por qué?

—¿Puedo echarle un vistazo? —Cojo una lata de soda del mini frigorífico.

Señala el armario y sus ojos vuelven a la pantalla.

—Creo que está en mi baúl.

Dejo la lata a los pies de la cama y voy al armario. Quito los cerrojos del baúl y levanto la tapa para buscar entre los libros hasta que lo encuentro a un lado. Paso las páginas hasta que llego a la «L» y encuentro «Callie Lawrence».

La chica de la foto no es la Callie que conozco. El pelo le llega hasta la barbilla y lo tiene despeinado, como si se lo hubiera cortado ella misma. Lleva una chaqueta ancha que esconde sus delgados hombros y mucho delineador negro que se traga sus bonitos ojos azules. Sin embargo, ahí está la misma tristeza, atormentándola.

Echo un vistazo a otras páginas, pero es como si no existieran. Me pongo de pie, meto el libro en su sitio y cierro el baúl, preguntándome qué habría pasado si hubiéramos sido amigos en el instituto. Por alguna razón, creo que quizás las cosas habrían sido un poco más fáciles y la presión que me aplasta cada día habría sido un poco más llevadera.

Callie

Seth me despierta a la mañana siguiente con un par de codazos en las costillas. Lleva cafés con leche helados en las manos, su pelo rubio está un poco desordenado y tiene una mirada de determinación en la cara.

—He tenido un sueño —empieza, sentándose en el borde de mi cama— en el que necesitabas hablar conmigo. De hecho, tengo el mal presentimiento de que me estás ocultando algo.

Tiene razón. No le he contado cómo me vine abajo con Kayden. Últimamente está muy contento, sale con Greyson y no quería arruinar su humor con mis pensamientos oscuros.

Me levanto y acepto el café y casi me lo termino en apenas unos sorbos.

—Pensaba que ibas a volver a casa esta mañana.

Asiente, dando un sorbo por la pajita.

—Sí, pero voy a dar una vuelta con Greyson, saldré un poco más tarde.

Me pongo las piernas delante del pecho y apoyo la barbilla en la rodilla.

—¿Va a ir a casa contigo?

Niega con la cabeza con una mirada de asombro en la cara.

—Ni hablar. ¿Te imaginas que llevo a un chico a casa a conocer a mi madre? Además, apenas le conozco.

Levanto la barbilla de la rodilla y muerdo la pajita.

—¿Cuánto tiempo crees que debe pasar, desde que conoces a alguien y sabes que te gusta, para que signifique algo?

Se pone a mi lado y apoya los brazos en mis rodillas.

—Eso es para la gente que está en situación de decidir, lo que me recuerda la razón por la que estoy aquí.

Hago un mohín.

—¿No era para decir adiós a tu mejor amiga?

—Esa es parte de la razón —dice con un tono serio—. La otra parte es que me he encontrado con Kayden esta mañana. Normalmente tenemos breves conversaciones sobre naderías, pero hoy me ha preguntado por ti. Quería averiguar si yo sabía qué ibas a hacér por Acción de Gracias y si iba a verte. ¿Quieres contarme algo?

Frunzo el ceño.

—¿Tengo que hacerlo?

Asiente poniendo el vaso de plástico en el suelo, al lado de sus pies.

—¿Ha pasado algo entre vosotros?

Titubeo.

—Quizás.

Espera pacientemente a que se lo explique. Suspiro y lo suelto, dándole alguno de los detalles más intensos, pero solamente lo imprescindible para que entienda lo importante que es lo sucedido.

—¿Se lo has contado? —dice, abriendo mucho sus ojos marrones—. Pero ¿contárselo, contárselo? ¿Por qué no me lo has dicho antes? Es el tipo de información que tienes que darme lo antes posible.

—Porque estabas feliz y yo todavía no sé cómo me siento. Se lo dije por accidente. —Me destapo y me muevo al borde de la cama, balanceando los pies en el suelo—. En un momento de pánico.

—¿Te estaba haciendo algo? ¿Fue por eso?

—No, no fue por eso. Me gustaba lo que me estaba haciendo, es sólo que dijo algo que me recordó… A eso.

Mueve su pajita por la bebida.

—¿Kayden se portó bien contigo? ¿No te hizo daño ni te hizo sentir como una mierda cuando se lo contaste?

—Parecía estar bien. —Cojo la bebida y la condensación humedece mi piel—. Pero quizá lo hizo porque sintió pena por mí.

Seth tamborilea con el dedo en su rodilla.

—O porque sabe cómo se siente uno cuando te hacen daño.

Me limpio la mano en los pantalones.

—Podría ser, pero no quiero que tenga que lidiar con mis problemas. El ya tiene bastante con lo suyo.

—O quizás te da miedo porque te hace sentir cosas desconocidas —señala.

—¿Otra vez me estás analizando? —pregunto y me levanto.

Se encoge de hombros.

—Puede, pero la verdad es que pienso que le importas. Deberías haberlo oído aquel día, cuando estabas en la biblioteca y te llamé para que supiera dónde estabas. Estaba muy preocupado por ti.

Cojo una goma elástica de la caja que hay encima de la cómoda y me la pongo en el pelo, dejando mechones sueltos alrededor de mi frente.

—Seguramente porque salí corriendo después de… —Me quedo callada.

—¿Tener un orgasmo? —termina—. Orgasmo. Orgasmo. Orgasmo. No es una palabra mala, Callie.

—Ya lo sé. —Me termino el café y sorbo la crema restante en la pajita antes de lanzar el vaso vacío a la papelera.

—Vale. —Se levanta y se alisa las arrugas de sus vaqueros—. Mi sugerencia es que vuelvas a casa por Acción de Gracias. Que vayas con Kayden y con Luke y te diviertas. No te quedes aquí sola. Me pone nervioso.

—Quiero ir con ellos —admito—. Pero ¿y si él está allí?

Me da el teléfono.

—Llama a tu madre y averigúalo.

Cojo mi teléfono.

—Le enviaré un mensaje.

Yo: ¿Quién se va a venir a casa por Acción de Gracias?

Mamá: Por ahora, nadie. Tu hermano me ha dicho que no vuelve y la abuela y el abuelo lo han cancelado. Por favor, dime que vas a volver cariño.

Dudo y dejo escapar un gruñido de frustración.

Yo: Iré, pero tengo que conseguir que alguien me lleve.

Mamá: Papá puede ir a recogerte.

Yo: Creo que puedo ir con alguien.

Mamá: ¿Quién?

Yo: Alguien

Mamá: Callie Lawrence, ¿qué me estás escondiendo? ¿Es alguien que conozco?

Yo: No lo sé.

Mamá: Callie, cuéntamelo. Por favor. Haré tu pastel preferido.

Yo: Voy a hacer la maleta. Nos vemos pronto.

—Guau —murmura Seth mientras lee el mensaje por encima de mi hombro, y huelo su aliento a café—. Está muy obsesionada.

—No está acostumbrada a que tenga amigos. —Pongo el móvil en modo vibración y lo guardo en el bolsillo—. Seguramente sospecha que se trata de alguien de allí.

Una sonrisa conspiradora se expande por su rostro mientras tamborilea con los dedos.

—¿Qué crees que dirá cuando se entere de quién es?

Me encojo de hombros, busco una mochila de debajo de mi cama y agito dramáticamente las manos frente a mí.

—Perder los nervios. Saltar y decir: «¡Oh, Dios mío!, ¡oh, Dios mío!».

Suelta una risita.

—¿Pero vas a ir?

Asiento con el corazón golpeándome contra el pecho.

—Sí, iré. Siempre y cuando Kayden me acompañe.

Se tapa la boca con la mano para reprimir una carcajada.

—Apuesto lo que quieras a que le encantará hacerlo.

Contengo una sonrisa apretando los labios. Imagino lo que yo deseo y la idea causa un hormigueo por todo mi cuerpo. Guardo la ropa en la mochila, ignorando lo que ha dicho.

—Hazme un favor. —Se coloca delante de mí y me mira con una expresión severa—. Déjale que se acerque a ti si quiere, ¿de acuerdo? De hecho, así podrás tachar el número treinta y cuatro de la lista.

Doblo mi chaqueta y la meto en la mochila.

—«Dejar que alguien se acerque a ti». Ya lo he hecho… Contigo.

—Voy a tacharlo y a poner el nombre de Kayden. —Retrocede hasta la puerta, deteniéndose antes de salir—. Llámame todos los días para que no me preocupe.

—Sí, señor —digo firmemente con un saludo y se ríe—. Y tú también.

Cuando se va, termino de hacer la maleta y me siento en la cama para marcar el número de Kayden.

—Hola —responde y algo se remueve en mi interior.

—Hola… ¿Estás preparándote para el viaje?

—Sí, vamos a llevarlo todo a la camioneta ahora. De hecho, estaba preparándome para ir a tu dormitorio.

—¿Por qué?

Se ríe entre dientes.

—Para asegurarme de que tú también estás haciendo la maleta.

Me quito el esmalte de mi dedo pulgar.

—¿Quién ha dicho que voy a ir?

—He visto a Seth esta mañana y me ha prometido que trataría de convencerte —dice—. Y sé que lo habrá hecho.

—Seth se está volviendo un traidor —digo, echándome sobre la cama y mirando el póster que hay en la pared.

—Callie, si no quieres ir no tienes que hacerlo. —Se detiene—. Pero yo tengo muchas ganas.

Y yo todavía no estoy segura de lo que quiero.

—De acuerdo —digo repentinamente—. Estaré lista en unos minutos.

Cuelgo sin darle tiempo a contestar y me quedo mirando por la ventana las hojas y la tierra que salpican el césped a causa del viento. ¿Cómo puede cambiar tan rápido el rumbo de mi vida? Voy a hacer cosas que normalmente no haría. Confío en personas, siento cosas, vivo la vida. Me pregunto cuánto tiempo durará.