Antonio, nuestro jefe, me dijo:
—Esté pendiente porque en este momento los bandidos tienen que tocarse. Les vamos a dejar «un regalo» en tal finca. El regalo eran Raúl y sus comandos.
Ellos se movieron con su gente hacia una casa que les parecía sospechosa. Al mediodía se elevó un avión plataforma y detectó a una mula cargada y a una camioneta con el motor prendido, sentado en ella un sujeto y al frente dos guardaespaldas.
Por la noche repitieron la operación y lo único que localizaron fue a la mula pero descargada. La camioneta se había marchado, y dijimos:
—No importa. Por ahí tiene que estar el man.