ISMAEL (Coronel)

Mario andaba con ocho escoltas. Empezamos a controlar a uno de ellos porque siguiendo instrucciones del bandido, llamó a la enfermera para que regresara, pero sucede que ella, a su vez, le había dado ese número al informante estrella.

Era un avance grande para nosotros porque de los ocho guardaespaldas a éste le gustaba hablar, y a hablar demasiado y decir cosas muy gráficas, y algunas veces, digamos, bastante rudas es que todas las noches se comunicaba con su novia y jugaban al sexo a través del teléfono.

Colombia tiene millones de celulares, digámoslo, y en ese momento cazar a uno de los ocho que andaban con el objetivo era una lotería.

Ante el cerco cada vez más apretado, el objetivo pensó que por algún lado había filtración y se separó de los escoltas. Ellos se abrieron por diferentes sendas y dentro de nuestros anillos de seguridad empezamos a encontrar gente caminando, pero como no tenían órdenes de captura… De todas maneras confirmamos que se estaban retirando y él había quedado solo. Nuestro paso fue no dejarle entrar ni comida, ni, desde luego, gente.

Teníamos bloqueada la zona y el hombre andaba para arriba y para abajo, finalmente logró salirse de nuestro cerco y a eso de las seis de la tarde se encontró con una patrulla de Hombres Jungla:

—¿Usted para dónde va?

—Allí, para mi casa.

—¿Cómo se llama?

—Fulano de Tal —un nombre falso.

Iba en pantaloneta con unas botas de caucho. Parecía un hombre de la zona.

—Bueno, siga.