Lanzamos entonces la segunda fase. Empezamos a saturar el cuadrante ya determinado con aproximadamente doscientos cincuenta Hombres Jungla en grupos pequeños. Teníamos más o menos veinticinco patrullas de cinco equipos cada una La intención era que hicieran presencia en la zona y presionaran al bandido que ahora terna que hallarse en ese sector.
En aquella actividad duramos más o menos tres días hasta cuando empezamos a tener resultados, pues fueron surgiendo informaciones según las cuales el tipo, efectivamente había salido del campamento de la primera fase y huido hacia donde nosotros habíamos planificado el cuadrante. Esta zona era para él un terreno de mucha confianza porque lo conocía más o menos bien y allí tenía varias propiedades.
Efectivamente, resultó así.
Bueno, pues pronto cayó dentro del cuadrilátero y allí la saturación de fuerza lo desesperó. Al tercer día la gente encargada de su seguridad empezó a dar señales, y ya por fuentes humanas y por medios técnicos empezamos a tener una idea más clara del sitio donde se encontraba.
Entonces empezamos a tratar de desconcertarlo moviendo las patrullas de un lado para otro, recogiéndolas en los helicópteros durante las noches y ubicándolas en otros puntos dentro del área demarcada.
La estrategia era colocar un equipo de hombres cerca de donde imaginábamos que él estaba y eso duró más o menos cuatro días, es decir, llevábamos siete días en la zona moviendo a nuestra gente, otros haciendo labores de vecindario, mirando las fincas, casas, en una palabra, haciendo presencia y desde luego, mucha presión en la zona.
Creo que fue el séptimo día cuando se generó una comunicación de uno de sus hombres de confianza con una novia o algo así, que vivía en un pueblo cercano.
Mario tenía mucha disciplina en la parte militar. Él mismo se cercioraba de que su sistema de seguridad funcionara, en todo momento estaba presionando a su hombres para que fueran muy cautos en la seguridad y por consiguiente les tenía prohibido cargar celulares. Tanto así que él llegaba, enfrentaba a dos o a tres de sus hombres y los hacía requisarse entre ellos para verificar que no llevaran equipos de comunicación.
Pero el hombre de la noviecita escondía un celular y cuando llegaban a un sitio nuevo, lo primero que hacía era esconderlo en alguna parte boscosa y por las noches se escapaba y llamaba a la mujer. Gran detonante para iniciar nuestras acciones.
Las coordenadas que obteníamos estaban en tiempo real, pero la demora para llegar al punto nos perjudicaba: debíamos ir caminando durante las noches, infiltrados en una zona supremamente ondulada, difícil de recorrer y eso tomaba cierto tiempo, de manera que cuando llegábamos, los bandidos ya se habían movido.
Así duramos otro par de días, es decir, llevábamos nueve jornadas, varias comunicaciones largas del hombre con la mujer aquélla y tres cambios de escondite del bandido.
El día diez despegó el avión, ubicó a Camilo y nuestro jefe sonrió:
—Esta vez sí no se nos escapa. Le voy a ubicar en ese punto a quinientos hombres —dijo.
Hizo alistar helicópteros, Hombres Jungla, comandos del Grupo Antiterrorista y un grupo del Escuadrón Móvil de Carabineros.
El avión había sobrevolado el lugar cinco días antes, pero el de la operación amaneció con un tiempo pésimo, nubes cerradas y un cielo tan aparatoso que no permitía que despegara buscando ubicar el blanco con absoluta precisión.
Bueno, de todas maneras esto coincidió con la Semana Santa, igual que cuando cayeron Los Mellizos, y como eran días festivos, con ese pretexto nuestro jefe anunció que saldríamos a descansar.
Pero los que iban en plan de «descanso» realmente partieron hacia la zona de la operación. Nuestro jefe no olvidaba la filtración en La Cenizosa, de manera que si alguien sospechaba de nuestro propósito, esta vez lo habíamos puesto fuera del juega.
Se cumplieron los planes y los hombres cayeron cerca de la cabaña en construcción y, claro, allí no encontraron nada, pero uno de los helicópteros que volaba como apoyo dio un giro y vio a cinco personas que corrían, se ocultaban en la vegetación y ametralló el lugar.
Justo en ese momento me llamó el jefe Ismael:
—Se nos escapó el objetivo —pero casi al mismo tiempo habló Camilo:
—Mamita, casi nos agarran. Nos ametrallaron, la cocinera va herida y nosotros avanzamos con el Viejo, que ni siquiera alcanzó a ponerse un pantalón. Va en pantalonera… Vamos corriendo. Chao, mi vida. Yo estoy bien.
Los jefes habían comenzado a mover a la gente que tenían en el área y además, hicieron venir de Medellín a los comandos que faltaban y empezaron a hacerle un cerco.