Tito, quien había reemplazado a Serafín, también era despierto, sagaz y mantenía tan bien custodiado a Mario que no permitía que nadie más llegara hasta él. El tipo mandaba a sus dos secretarios a llevar mensajes desde la banda oriental del Golfo, al norte, en una zona llamada La Cenizosa, a orillas de un lago de agua dulce, donde estaban ubicados ahora.
Gracias a Serafín nos habíamos ido reencontrando con la banda y luego apareció en el reparto otro personaje de aquella cartelera de nombres: Marihuano, un mensajero en moto. La verdad es que el objetivo no se sentía seguro cerca de aquel lago, porque por allí cruzaba todos los días el Ejército, porque estaba ubicado sobre una vía de acceso con bastante tráfico, porque extrañaba la soledad de la jungla… Además era una planicie, él no estaba acostumbrado a ese tipo de terrenos, y dije:
—El man está débil, no tiene suficiente gente de confianza. Bueno, lo cierto es que cuando íbamos a operar en aquel sitio hubo una filtración y de un momento a otro el objetivo decidió huir:
En ese momento Marihuano le dijo a Tito:
—Hermano, tenemos que alistar un carro para hacer el movimiento…
Tomaron el camino de Cerro Azul, pero se detuvieron quince días en un par de fincas antes de llegar al sitio. En la primera hizo una reunión y los cabecillas celebraron la llegada del capo.
En aquel punto estaba ubicado Mauricio (Úsuga) y luego de unos días, el objetivo salió para las montañas, exactamente a la cima del Yoky, donde se encontraba la cabaña sin terminar.
Desde luego no había escogido esa zona para asentarse, pero sin embargo se quedó un tiempo en la región.
Para entonces ya habíamos localizado a Cuca a través de la esposa, y gracias a ella, a la mamá, al papá y, además, a Camilo, un joven tan indisciplinado que unos días después le contó a un amigo que estaba feliz porque ahora andaba hombro a hombro con el objetivo.
—Ese man no se separa un segundo de Don Mario —le contó más tarde el amigo a otro amigo.
Por esos días el capo dijo que necesitaba formar un grupo de seguridad más sólido y se reunió con el zoológico que lo rodeaba. Allí estaban Nelson, Serafín, Cuca, pero volvió a crecer el cartelón con Camilo. Se trataba de un sobrino del capo de quien no habíamos tenido referencias, pero estuvimos en contacto con él un par de días, sólo dos días, y le dije a nuestro jefe:
—Ése es el que nos va dar la ubicación de Mario. Estoy seguro.
—Esperemos.
La historia es que, aunque estaba totalmente prohibido, el muchacho se escapaba del grupo por las noches y se comunicaba con una novia tan inquieta como la de las inyecciones, que vivía en Necoclí.
Sucede que Camilo acostaba a Mario y como éste prohibía llevar celulares a la zona donde se encontraba, cuando alguien salía o entraba a la cabaña lo hacía requisar. Sin embargo, el muchacho envolvió muy bien un aparato dentro de una bolsa plástica y lo enterró al pie de un árbol, a unos quinientos metros de la vivienda. Desde allí llamaba a Necoclí y desde la primera noche la parejita estuvo mucho tiempo en una actividad tan severa como puede ser la de Gokú. Sexo a larga distancia entre el árbol y el pueblo.
Eso ya es novela roja.
Así estuvimos varias noches y finalmente le informamos a nuestro jefe que se estaban dando todas las condiciones para enviar un avión y establecer las coordenadas del árbol del arrebato. Realmente Camilo había resultado una referencia tan certera como se lo habíamos anunciado.