FELIPE (Oficial superior)

Bueno, muy poco después nos llegó otra información muy importante: ubicamos al objetivo en un punto aparentemente cercano al que ocupaba antes. Se hacía referencia a una casa ubicada en la cima de una montaña.

Pedimos nuestro avión, éste nos dio las coordenadas y lanzamos la segunda operación, pero la diferencia de tiempo que nos separaba de aquel punto era grande: dos horas de vuelo, más o menos.

Estos helicópteros artillados son fortalezas pero no tienen sillas. Por dentro son un rectángulo de unos cuatro por tres metros, en los cuales se tienen que sentar quince o dieciséis personas con equipos, con fusiles, con ametralladoras, con lanzagranadas, con morteros… Una verdadera lata de sardinas: uno sentado con las piernas abiertas y detrás otro, y más atrás otro, de manera que usted no puede moverse un centímetro… Cada uno entra a presión. Sí. Es una lata de sardinas.

Cuando se iban acercando al punto, los pilotos descendieron y empezó un vuelo rasante, casi lamiendo las copas de los árboles y, desde luego, la nave planeaba en el sentido de los accidentes geográficos: subiendo colinas, bajando cañones, para evitar que el ruido se propagara y lograr una mayor sorpresa.

Eso generaba turbulencia en la aeronave y a la vez en la boca del estómago. Bueno, llegamos al punto y como sucedía cuando lo de Los Mellizos, encontramos la ropa de marca y el televisor plasma en medio de una sea.

La casa era un rancho de madera con dos habitaciones, una sala, entradas por delante y por detrás, un pasillo grande al frente, todo muy humilde, muy pobre, desnuda.

El objetivo se nos alcanzó a ir, el borracho ya había salido del juego y concluimos que en ese momento ya no contábamos con Inteligencia puntual para sostener la operación y nos retiramos.