Un poco después comprobamos que realmente existía Marimonda como uno de los paraderos del objetivo en la banda derecha del Golfo, según las referencias de varias personas de la región. Se trataba de una finca y desde luego empezamos a hacer una serie de seguimientos, a realizar tomas aéreas a buscar la manera menos complicada para llegar allá y a los pocos días llegamos a ese punto.
Era otra cabaña de madera y allí encontramos a un hombre con una señora cuidando la finca que realmente había sido del Alemán, el hermano de Mario, porque encontramos libros y algunos apuntes hechos por aquél.
No dimos con el objetivo, pero apareció algo curioso: que el hombre que cuidaba tenía registrada en su teléfono una comunicación entre el Alemán y Mario. Como contra aquel muchacho no había ningún requerimiento lo dejamos libre, pero antes obtuvimos alguna información y nuevos números telefónicos.
Más tarde supimos que Mario había cruzado hasta un lugar, más o menos al frente de aquel punto y se escondía en otra finca. No obstante, una madrugada abandonó el sitio y se subió al cerro Yoky, en otro sector al sur de la banda derecha del Golfo, y ordenó que todo el mundo cambiara sus teléfonos.
Una vez en el costado de la cadena de montañas montó un esquema de seguridad en un diámetro de aproximadamente treinta kilómetros para contener el paso de gente hasta el punto que ocupaba. En ese momento vimos que era difícil capturarlo…
¿Qué tiene de malo Urabá para este tipo de labores? Si usted mira en un mapa, prácticamente Turbo, Necoclí, Apartado—los centros principales de la región— están ubicados a la orilla del mar; por la derecha pasa la carretera, luego se extiende la costa de la selva y más allá la sierra. Allí se asoma el cerro Yoky.
Desde luego, cuando nuestra gente intentaba burlar el anillo de seguridad se encontraba con los bandidos bien camuflados que daban la voz de alarma.
En esa situación estuvimos prácticamente tres, cuatro meses. El objetivo se movía de cerro en cerro por entre una vegetación bastante espesa. Tanto sobre la carretera como por cuantos caminos cruzaban la región, todo vehículo que pasara era monitoreado por los bandidos. Hacia el oriente del Golfo prácticamente él era el dueño de la zona y desde luego se sentía mucho más seguro que en cualquier otro sector.
Pero, además, como había despojado a la gente de sus tierras en un área considerable, tenía más control y, claro, hablaba duro: «Yo soy el dueño, yo…».
Bueno, ahora la situación había cambiado bastante y nos vimos abocados a emplear nuevas estrategias. Al comienzo pensamos en un informante que llegara a los pies del bandido más allá de su esquema de seguridad.