Termino la misa y salimos de la iglesia dispuestos a continuar esperando, pero cuando íbamos llegando al hotel se comunicaron con nosotros.
—¿Quién habla?
—Grillo.
Grillo es el compañero del francotirador del grupo de comandos.
—¿Qué hay?
—Empezamos a controlar a la negra de la canción, y como a las tres horas apareció un señor con cuatro guardaespaldas. En este momento está en la casa. Llegó con un perro.
Cuando se nos escapó del peaje Pablo Arauca, a uno de sus guardaespaldas le habíamos decomisado varias memorias de computadora y una cámara fotográfica. Entre aquellas fotos había una de uno de Los Mellizos bañándose en una piscina y otra en la que aparecía con la cocinera y con un perro.
—¿De qué color es el perro?
—Negro. Ese perro está a los pies de mi mayor.
Era un perro juguetón, le dio vuelta a la casa, los olfateó y se fue hasta donde se hallaba el jefe del comando y se quedó mirándolo en silencio. Luego se echó a sus pies.
Él le decía «Váyase, váyase», pero el animal no se movía de allí.
Pasados unos veinte minutos, Grillo se volvió a comunicar y le preguntamos:
—¿El hombre tiene ropa camuflada?
—Sí, claro, camuflado del desierto.
—Ése es Víctor, el segundo Mellizo. Dígale al oficial que ése es el objetivo. Es el de ropa camuflada amarillenta. Que procedan.
Nosotros nos fuimos para el aeropuerto de Medellín donde teníamos nuestra base, abordamos un helicóptero y simultáneamente empezó el operativo.