Los primeros comandos regresaron a la base, comenzaron a hidratarse, se asearon, comieron muy bien, durmieron unas pocas horas, pero luego tuvieron que regresar al área a bordo de tres helicópteros, acompañados por algunos de nuestros investigadores.
Los demás habían penetrado a la casa de Pablo Arauca y sólo encontraron a una señora, las últimas revistas de farándula y una colección de aparatos para sexo, otra pasión del bandido. Finalmente, un ponqué de chocolate. Por quinta o sexta vez se nos había escapado el objetivo, luego de un año de buscarlo y, claro, la frustración fue muy grande en aquel momento, la desmotivación de los investigadores, el desánimo del analista, la desilusión de los comandos…
Los últimos días habían sido tan intensos y los resultados iniciales tan prometedores, que el analista había hecho trasladar una colchoneta especial hasta el Centro de Operaciones en Bogotá y desde allí escuchaba y coordinaba durante las noches.