Por fin reapareció el tal Pollo. Una mañana dijo que iba para un lugar de gran comercio llamado San Andresito del Norte y nos ubicamos allí. Un poco después lo ubicamos a bordo de una camioneta, a la entrada del lugar.
Me dieron un equipo, me acerqué al vehículo y cuando estaba cerca hice que me caía y para levantarme me apoyé en un guardafango, le adapté un aparato y al tiempo di un grito para distraer a la gente.
Regresé y los demás dijeron: «Va saliendo».
—¿Saliendo? Ese carro no era el que me habían señalado. Tremenda equivocación de mi parte. Afortunadamente una fila de autos que esperaban salir nuevamente de allí, me dio tiempo, pegué la carrera, lo alcancé y se lo quité. Regresé, busqué la camioneta señalada, me volví a caer, volví a gritar y esperé a que se alejara.
Efectivamente, el Pollo salió por la autopista Norte en dirección de Chía.
En aquel sector el aparato nos dio las coordenadas de un sitio específico, ubicamos al personaje, pero al tercer día dejó de funcionar. Se le había agotado la batería y sólo teníamos una ubicación, para nosotros incierta en ese momento.
Desde luego, teníamos que verificar sin ningún error el sitio exacto donde debía encontrarse escondido el Mellizo y debíamos retirar el equipo fuera de servicio y reemplazarlo por uno nuevo. Era un domingo.
El martes el Pollo le dijo a alguien que pronto saldría hacia un restaurante de hamburguesas, pero iba a aprovechar que allí había una estación de gasolina y le iba a hacer algo al carro.
Llegamos al sitio descrito, el Pollo dejó su carro en la estación de servicio y se alejó de allí, de manera que esperé un par de minutos y cuando iba acercándome vi llegar dos motocicletas de alto cilindraje y en ellas un par de hombres llevando un maletín. Unos segundos más tarde apareció el Pollo, se reunieron allí mismo y le entregaron el maletín que inmediatamente imaginamos contenía dinero. Los de las motocicletas tenían fachas inconfundibles de bandidos.
El caso es que logré esconderme un momento, se fueron los tipos, el delincuente regresó al restaurante de hamburguesas y yo entré al taller, recobré el aparato con las baterías descargadas y le coloqué uno que funcionaba.
Ese segundo instrumento continuó dándonos las coordenadas y con esa ayuda localizamos un punto específico en Chía.
A partir de allí nos apoyamos primero en agentes jóvenes de Inteligencia de ambos sexos que llegaron hasta el sitio, lo estudiaron y dieron recomendaciones, luego desde el aire complementamos la información de los jóvenes y logramos detalles precisos de una gran vivienda aislada en medio de una extensa zona verde arropada por una barriada, rodeada por una lona verde como aquéllas que utilizan para aislar las construcciones.