CAMILO (Oficial de Inteligencia)

Me enviaron a la costa Caribe porque conocía el modus operandi de la gente en aquel sitio, conocía las costumbres, la mentalidad y, ante todo, sabía cuáles eran las bandas que hablan ejercido presión en esa zona.

Lo primero que hice, que no es costumbre, fue hablar con el comandante de la Policía local. En este tipo de operaciones uno va totalmente encubierto, pero ésta era una situación particular.

Bueno, pues llegué totalmente en ceros y mi misión era ubicar con detalles a las bandas criminales del sur del Cesar, en la planicie que rodea a la Sierra Nevada, en ese momento comandadas por un tipo apodado Chely.

Chely era el cabecilla de una banda criminal que ahora se presentaba como Las Águilas Negras del sur de Bolívar. Más tarde establecimos que se trataba de un bloque paralelo a Los Nevados, organizaciones paramilitares que hablan sido compradas por Los Mellizos.

La historia es que en aquel momento el tal Chely se disputaba la territorialidad con el cabecilla de otra banda criminal apodado Leo, porque la región al sur de la Sierra Nevada representa un corredor de narcotráfico que los lleva a Norte de Santander en la frontera, y desde allí dan el salto a Venezuela.

Bueno, estábamos en ese trabajo y una matona me llamó el comandante de la Policía local: «Le tengo un dato interesante: hablé con un sujeto que acabamos de conocer».

Más tarde me presentó a un tipo que en cosa de minutos identificamos como el Profe.

El Profe era un personaje que se había acercado al comando de la Policía a dar información sobre la organización de Los Mellizos, y confesó que tenía contacto con Pablo Arauca, o sea Miguel Angel Mejía Muñera.

El Profe es una persona recelosa. Realmente ya se había relacionado con el bandido, pero mantenía muy guardado el secreta Sin embargo, decía que el único que le inspiraba confianza era el comandante de la Policía local, porque anteriormente había trabajado con el Ejército, pero no le habían cumplido algunas recompensas y, además, no volvería a acercarse a ellos porque dentro de ese cuerpo armado había gente que trabajaba para Los Mellizos. Dio los nombres de algunos sargentos y de otros miembros que actuaban como contactos con la organización de Pablo Arauca.

Pero, además, el Profe resultó ser un militante activo de la guerrilla que actuaba en el Bloque Internacional de las FARC. Vivió un tiempo en Cuba y posteriormente estuvo moviéndose por Centroamérica como representante de ese grupo guerrillero.

Luego regresó al país, le encomendaron recoger fondos en la costa Caribe y se dedicó a relacionarse con algunos círculos en colegios y universidades de estratos altos. Un día me dijo hablando de un colegio en particular:

—A ellos les robé ciento cincuenta millones de pesos.

El tipo se colaba en las asociaciones de padres de familia, y estando ahí se filtraba en las áreas contables y les sacaba dinero. Lo mismo hizo en dos universidades de la zona:

En un trabajo que me demoré cuatro o cinco años, alcancé a recogerle a la guerrilla mil quinientos millones de pesos, sin necesidad de robar, sin necesidad de atracar, sin el uso de un arma.

El Profe es un ideólogo capaz de lavarle a usted el cerebro si usted se lo permite. También decía:

¿Cuál es mi misión hoy en día? Penetrar estas estructuras porque Los Nevados continuaron en la Sierra Nevada y desterraron a los campesinos inermes de nuestro pueblo…

Su infiltración como subversivo había sido por el lado social. Realmente es sociólogo y diseñó un plan de ayuda a las comunidades de la Sierra por parte de Los Nevados, utilizando sus argumentos filantrópicos.

El comienzo de esta labor partió de una institución de atención a los indígenas que funciona en Valledupar y él se conectó con sus miembros y empezó a subir a las montañas, a subir a las montañas, hasta que se hizo familiar en diferentes áreas.

Cuando empezó su trabajo, la gente de Pablo Arauca le preguntó quién era, qué buscaba, para dónde iba en la vida y él, que también es del Caribe, los convenció con el cuento de la solidaridad social:

—He visto que los integrantes de Los Nevados hacen cosas por la comunidad, desde luego, pero de forma desorganizada, utilizan los métodos que no son eficientes a nivel del puebla Me parece que están perdiendo un gran esfuerzo —les dijo, y el cuento encajó bien.

Hasta ese momento Los Mellizos contaban con un factor en contra: aquella zona antes estaba en poder de un cabecilla paramilitar muy estimado y cuando ellos llegaron chocaron con la población de la Sierra porque en un comienzo no ayudaban a nadie.

Allí la gente estaba mal acostumbrada a que el cabecilla paramilitar fuera la persona que les solucionaba sus problemas de convivencia, de vías, si llovía mucho y el camino se dañaba financiaba la reparación, si había un enfermo lo evacuaba…

El Profe les decía a los narcos:

—¿Cómo ganarse a las masas? Pues integrándose a ellas. Es contraproducente llevarle regalos a la gente de forma desordenada. No es bueno darle cosas que a lo mejor no representan sus verdaderas urgencias. La fórmula es sencilla: organicen un programa social. Yo les puedo hacer una propuesta y yo mismo coordino el plan.

Entonces él había trabado cierta amistad con la Mona, y en efecto, éste le dijo una mañana al capo:

—Hay un tipo que nos puede organizar un programa social de asistencia a la comunidad. ¿Por qué no le da una vuelta a la idea?

El Mellizo lo pensó unos minutos y dijo:

—Me parece bueno que nos metamos en política. Ése es un buen plan.

Desde entonces él y su hermano Víctor, el segundo mellizo, planeaban presentar obras de este tipo como atenuantes para su desmovilización, es decir, para entregarse a las autoridades presentándose como paramilitares.

Cuando nos contactó a nosotros, el Profe ya estaba dentro de la organización de Pablo Arauca, ya hacia parte de la nómina de Los Nevados y ya manejaba el proyecto social. Por eso, unos días después de conocerlo me dijo:

—Tengo la posibilidad de comunicarme directamente con Pablo Arauca, no de forma regular, pero, de todas maneras, a él hay que rendirle informes mensuales: algunas veces se los mando por Internet, otras tengo que subir a la Sierra a hablar con él de forma personal, sobre todo cuando se requieren sumas grandes de dinero. Ahora estoy próximo a ir.

En aquel momento yo no estaba en esta investigación sino con la del sur del Cesar. Por ejemplo, gracias al Profe empecé a asociar a Chely, el de Las Águilas Negras, con Los Nevados.

Le informé aquella historia a mi jefe en Bogotá y él respondió:

—Es necesario acercársele a ese tipo como sea, porque nosotros tenemos un proceso muy largo detrás de Los Mellizos. Véngase con él para Bogotá.

Lo busqué y al día siguiente le hice la propuesta, pero una y otra vez se quedaba en silencio. Luego se despedía. La verdad es que para que fuera cediendo hicimos reuniones y reuniones en las que le demostraba que ante todo yo no era de la Policía local. Él quería hablar con gente del mando central de la institución, lo convencí de que se trataba precisamente de eso y un buen día nos fuimos para la Dirección de Policía Judicial en Bogotá.

Toda esta historia había sido irónica. Por ejemplo, nosotros vivíamos en el mejor barrio de Valledupar: una casa bonita como fachada, pero por dentro algo muy pobre. Dormíamos en colchones sobre algunas tablas. Los fines de semana tomábamos en alquiler una lavadora de ropa, y nunca habíamos podido localizar la vivienda del tipo, pero un día recogiendo la lavadora lo vimos entrar en su casa.

Más tarde le solté la dirección en su propia cara y él se rio. A partir de allí la confianza fue progresando tanto que ya las reuniones las hacíamos en aquel sitio:

—Es que en mi casa me siento más seguro. Reunámonos allá, ese sitio no lo conoce nadie, dijo aquella tarde.

La verdad es que sólo en ese momento, ya con la confianza plena, nos soltó el cuento de Los Mellizos porque en el comienzo solamente hablaba de Chely, pues sabía que, tanto la banda de este hombre como la de Los Mellizos componían una sola infraestructura.

Eso no lo sabíamos con fechas, atrás y detalles, de manera que él me lo fue aclarando poco a poco.

Volviendo atrás, éste fue el momento en que realmente le informé a Antonio, nuestro jefe, y él me dio la orden de viajar a Bogotá con el Profe: su ingreso a hablar con Pablo Arauca estaba próximo.

Llegamos a la capital, le hicieron las pruebas de veracidad de la información que estaba rindiendo y todo pareció tener lógica.

Es obvio que como yo no tenía el manejo de esta investigación, lo escucharon otros oficiales que llevaban tiempo en ella y dijeron que todos los datos que él daba eran precisos y reaccionaron casi con emoción:

—Efectivamente, el tipo sí está entrando a donde Pablo Arauca. Sí, está hablando con él. El bandido se encuentra por donde nos lo está diciendo este hombre.

El Profe describía la ruta con detalles, con distancias, tiempos, de recorrido en cada tramo, relevos, puestos de vigilancia… Hasta ese momento su única persona de confianza era ya Entonces, tanta reunión y tanta entrevista me hicieron pensar que se me iba a asustar. Es que ya había visto al general, al coronel, al mayor, a otro mayor, y yo le decía «tranquilícese».

De todas maneras sabíamos de su doble posición, guerrilla y paramilitares. Entonces en los siguientes viajes adecuamos una habitación en un hotel, en la que instalamos micrófonos, cámara oculta, vigilancia física… El asunto en saber cuándo se iba a reunir con Pablo Arauca.

Finalmente dijo que en Bogotá había un cura que lo iba a ayudar a manejar la parte de socialización de lo de Sierra Nevada, habían acordado una reunión y luego iban a subir los dos a hablar con el Mellizo. Se trataba de unos dineros para obras sociales en la capital.

El cura también era de Pablo Arauca, pero no tenía nada que ver con el Profe. Sin embargo, se efectuó la reunión, cambiaron ideas y las cosas empezaron a caminar de acuerdo con los planes. En ese momento le entregamos a nuestro hombre un equipo de ubicación satelital, se lo enseñamos a operar y nos devolvimos inmediatamente para la costa. Allí le dije:

—Haga la marcación en el punto más cercano que usted pueda en relación con el sitio donde se va a reunir, o donde vaya a ver a Pablo Arauca.

Para esa operación había dos posibilidades: primero, dejar que el Profe entrara, nos dejara la ubicación y saliera.

Pero como los investigadores del proceso yo sabían que Pablo Arauca no recibía gente donde dormía, decidieron aprovechar la entrada del Profe para «operar en caliente». Ósea, el tipo entrando y nosotros haciéndolo prácticamente al tiempo.

Total, se montó la operación en esa forma, se la explicamos, pero él insistía, como garantía, que su contacto fuera yo porque a él nadie más lo conocía.

En cuanto al ubicador satelital, le preocupaba mucho, lo tenía nervioso:

—Viejo —me dijo—, yo llego hasta Guachaca. Allí me recoge una moto, me sube hasta cierto punto. De esa moto me bajan y me suben a otra, en esa avanzamos unos veinte minutos.

Allí me bajan. No hay más vía. Hacia arriba vamos por caminos de herradura y en cada sitio, cada persona que me entrega a otra, me requisa. Desde la primera parada me quitan el teléfono celular, me quitan todo. Entonces, compadre, miremos bien lo del aparato ése.

Se lo pusimos en un maletín escondido en un pliegue, pero el problema era que él tenía que dejarlo:

—Así, colocado así no vale la pena esconderlo porque lo van a detectar de forma inmediata —dijo.

Entonces lo acomodamos dentro de una falsa costura, de manera que él pudiera sacarlo rápido y enterrarlo:

—En ese preciso momento a usted tienen que darle deseos de orinar. Se va hasta el árbol más cercano y allí lo entierra.

Bueno, se montó la operación y empezamos a hacerle el seguimiento desde cuando partió, pues él nos iba informando su ubicación.

Subir a la Sierra es todo un proceso. Este hombre se demoró tres días y el general decidió lanzar la operación desde Cartagena, donde nos habíamos ubicado.