FELIPE (Oficial superior)

A ellos les veníamos siguiendo el rastro desde hacía unas tres décadas cuando la Policía les incautó treinta y cinco millones de dólares en los muros de un apartamento en Bogotá. Ése fue el comienzo de su vida pública.

Sin embargo, de forma extraña, se perdió la investigación por este delito. Según una teoría, había entonces narcotraficantes más peligrosos que ellos ante los ojos de las autoridades, o afloraron casos de corrupción dentro de la justicia y ellos pudieron haber pagado para que los olvidaran.

Digo eso porque nos llamaba la atención que no se hubiera adelantado un proceso serio en contra de ellos, sabiendo que existía un antecedente tan importante como la incautación de aquellos millones de dólares.

A mediados de la primera década del siglo, arranco un proceso de negociación de los paramilitares, enemigos de la guerrilla, con el gobierno nacional, y se presentó un fenómeno: que los narco traficantes «pura sangre», como los llamó el entonces el general Óscar Naranjo, se colaron dentro de la negociación.

Tal vez a partir de allí alcanzaron a pasar a los archivos algunas fotografías suyas, pero realmente no se sabía quién era quién. Se conocían como Los Mellizos, pero nadie podía atinar con certeza cuál era Miguel Ángel, o sea Pablo Arauca, o Víctor, el segundo mellizo.

Un poco antes de la negociación con el Estado, Los Mellizos habían logrado buena amistad con el clan de las cabezas visibles de los paramilitares, Vicente y Carlos Castaño, con el fin de acercarse a la salida negociada con el Estado ocultando su condición de narcotraficantes.

Sin embargo, cuando el gobierno ordenó la reclusión de los cabecillas involucrados en el pacto, los hermanos desaparecieron de la zona de concentración en un lugar determinado y no se volvió a saber públicamente de ellos.

A raíz de aquel fenómeno, la Policía creó el cuerpo de Bandas Criminales y comenzó su operación con un gran éxito en todo el país. Un poco después fue enviado a la costa Caribe un oficial superior llamado Sebastián —inicialmente a la zona de la Sierra Nevada de Santa Marta—, acompañado por tres funcionarios.

Él empezó por realizar un reconocimiento detenido de la región, a montar estrategias, a tratar de entrar a la Sierra, a alquilar cabañas, a ubicar personas, a hacer seguimientos, a controlar áreas extensas y a establecer las actividades de los Mellizos en aquel momento.

Dentro de esa operación me dieron la orden de localizar y controlar a dos sujetos que tenían que ver de forma estrecha con Los Mellizos: uno apodado la Mona y otro, el Canoso.

El Canoso era un narcotraficante independiente que trasladaba la cocaína desde la selva, al sur del país, hacia la costa Caribe y allá tomaba contacto con la organización de Los Mellizos a través de la Mona. Ellos tenían una especie de centro de acopio donde permanecía la droga antes de ser exportada, y por este motivo el Canoso Viajaba con frecuencia a la costa.

El día que partimos, confirmamos que el Canoso se hallaba en Santa Marta y estaba próximo a sostener una reunión, bien con uno de los Mellizos o bien con la Mona, cabeza visible de la banda, aquél que les manejaba los negocios, el hombre de confianza, el que organizaba el narcotráfico.

Salimos de Bogotá un poco antes de la medianoche y cuando llegamos a Santa Marta a eso de las cinco de la tarde, los controles indicaron que el objetivo se había movido para Barranquilla, otro puerto sobre el Caribe.

Inmediatamente nos fuimos para allá y llegamos a las diez de la noche. Estuvimos tratando de localizarlo por medios electrónicos, pero la operación tuvo tropiezos y en cambio ubicamos por ese sistema al vehículo del Canoso que se hallaba justamente en la misma ruta que acabábamos de recorrer de ida y nos regresamos inmediatamente.

Ingresamos a Santa Marta y el objetivo ya no estaba allí: iba hacia Riohacha, una ciudad en la península de La Guajira que cierra el Caribe colombiano por el oriente.

Arribamos al punto a eso de las tres de la mañana y allí constatamos que había continuado hacia Maicao, un lugar convulsionado y peligroso, cuna del contrabando con Venezuela por hallarse muy cerca de la frontera con aquel país. Por asuntos de seguridad no nos autorizaron detenemos y sólo encontramos alojamiento en el hotelucho más deprimente que he conocido en mi vida.

Noche larga a pesar de la fatiga. A la mañana siguiente tuvimos comunicación con nuestro analista, y él fue breve:

—Continúa en Maicao.

Finalmente nos fuimos hacia allá, logramos ubicado, pero ahora también estaba en movimiento. Lo seguimos hasta otra ciudad llamada Valledupar, al sur de la Sierra Nevada, cruzó por allí, continuó y luego se dirigió a un sector en el que no pudimos realizar controles porque se trataba de una zona rural extensa, con muchas sendas y caminos, en la cual presumíamos que había algún lugar de acopio de cocaína.

No obstante, durante los días siguientes continuamos en nuestro viaje por la costa Caribe buscando contactos en coordinación con Sebastián, identificando personas, ubicando parte de sus rutinas —algo relativo, algunas veces precisas, otras improbables—, confirmando quién era Fulano o quién Zutano, cuáles eran sus papeles, sus oficios…

Estando en eso nos acercamos al veinte de diciembre cuando logramos rastrearlo y cubrirle citas en Valledupar con delegados de Los Mellizos en algunos restaurantes y luego en puntos un tanto más lejanos de Santa Marta, justamente la puerta de acceso a la Sierra Nevada y a la vez un puerto clave sobre el Caribe.

Bajando de la Sierra, aquella ciudad está más cerca que cualquier otro centro urbano, pero, además, a partir de allí uno puede buscar camino hacia el centro del país o continuar hacia el extremo oriente: desierto y mar. Soledades controladas por estos bandidos.

Desde luego nuestro trabajo era clave en la zona Caribe, porque Los Mellizos aparentemente se hallaban en La Sierra. O por lo menos, estábamos seguros de que uno de ellos tenía una especie de fortaleza en aquella mole de montañas.

Nosotros recolectamos bastante información y regresamos a Bogotá para pasar algunos días de descanso en aquella temporada de Navidad, luego de hacer un reporte sistematizado que resumía nuestra labor. Entregamos toda la información recolectada y nos fuimos a descansar. En ese momento habían pasado seis meses desde el comienzo de mi actividad.

Sin embargo, dos días después nos llamaron: «Regresen al área de operaciones».

Partimos nuevamente hacia la costa Caribe en un avión de la Policía con la orden de tomamos la Sierra, esta vez con un bloque de diferentes unidades policiales: grupos de combate como Hombres Jungla, Comandos de Operaciones Especiales, Escuadrones Móviles de Carabineros.