Inicialmente la orden del general Naranjo fue atacar a Las Águilas Negras, el primer grupo que había aparecido: ellos secuestraban, mataban, le cobraban «impuestos» a la población, torturaban y desterraban a la gente del campo y de los centros urbanos. Habían comenzado en Norte de Santander, en la frontera con Venezuela.
La información acopiada nos mostró que un tal Macaco tenía siete frentes, justo en los mismos sitios en que estaban apareciendo los nuevos grupos. La orden fue actuar con prontitud.
Con el grupo de Bandas Criminales empezamos a trabajar con fiscales permanentes que nos fueron asignados, y realizamos todo un proceso de judicialización a partir de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía porque estando allí, nadie iba a saber en qué nos encontrábamos.
Una vez empezamos a formalizar y se allegaron las pruebas judiciales, los fiscales asignados empezaron a dictar órdenes de captura que fueron dirigidas a toda la estructura de Macaco.
Por el lado de Meta y Vichada, llanura oriental del país, una organización con unos trescientos hombres manejaba toda la región en drogas, en cultivos, en comercialización, pero finalmente fue golpeada de forma contundente.
Después pasamos a Nariño, al sur, frontera con el Ecuador, donde también se golpeó a la pandilla de un tal Pablo Sevillano, llamada Organización Nueva Generación (ONG). Allí fueron capturados los cabecillas, el secretario político, el financiero, en una palabra, toda el ala ejecutiva de la banda. Luego los atacamos en Norte de Santander y el sur de Bolívar en el Caribe, donde ahora empezaban a llamarse Libertadores del Sur.
Ante el ataque sobre Macaco, entonces el bandido con más fuerza, Los Mellizos se desplazaron hacia el norte y el oriente del país.
A Macaco lo capturamos finalmente en Medellín junto con sus cabecillas, que entregaron armamento sofisticado, fusiles AK47, M60, Punto Cincuenta, pistolas, rockets. A partir de ahí quedó huérfana la banda que operaba en aquella región del Caribe.
Aprovechando la situación, gente de Los Mellizos tomó contacto con los mandos medios de aquellas pandillas, negociaron y los mismos paramilitares continuaron agrupados en el frente ahora llamado Los Nevados, cuyos jefes pasaron a ser ellos.
Los Mellizos ampliaban su territorio de forma acelerada. Ahora lo único que les faltaba por sumar era la península de La Guajira en el extremo oriental de la costa, área de Pablo Angola, un delincuente con quien llegaron a otra negociación, y así ampliaron su espectro a lo ancho del Caribe.
Cuando terminamos con Macaco, hoy extraditado a Estados Unidos, Los Mellizos, Miguel Ángel Mejía Muñera, alias Pablo Arauca, y Víctor Mejía Muñera, eran los bandidos que más terreno controlaban, pues, además de comprarles frentes a los paramilitares, se habían tomado varios sectores donde la policía había entrado con anticipación a capturar.
En ese momento Los Mellizos estaban muy fuertes en sus territorios, muy concentrados en su tarea, todo lo que se movía en miles de kilómetros llevaba su visto bueno y en su sitio estratégico en las cumbres de la Sierra Nevada contaban con la sumisión de los frentes paramilitares que ellos habían comprado.
Nuestra prioridad entonces fueron Los Mellizos, que por la extensión de los territorios que controlaban se estaban convirtiendo en un problema para el Estado. Se ordenó una comisión a la zona de la Sierra y sus alrededores al mando de Sebastián, un oficial superior. Él salió hacia el sector con su gente.
Luego de varios meses y gracias a una labor espectacular con base en el reconocimiento de la extensa zona, en trabajo de inteligencia, en observación, en seguimientos, en interceptaciones, localizamos el escondite de Los Mellizos en plena Sierra Nevada.
El punto estaba situado en una cúspide conocida como Machete Pelao, desde donde los bandidos podían vigilar cualquier movimiento para entrar o salir de la Sierra; dominaban también el mar Caribe y, desde luego, las embarcaciones que se movían en millas y millas a la redonda.
Para llegar hasta allá es necesario entrar por un lugar llamado Guachaca, sobre la vía principal de la zona que bordea la costa Caribe.
Guachaca arriba son unas tres horas en carro. Un sector muy extenso y muy controlado por ellos, hasta el punto de que cuando la Policía se acercaba, era monitoreada, seguida y vigilada.
Según las informaciones de Sebastián, se trataba de una zona muy difícil pues además de la topografía y de la red de comunicaciones con que contaban los delincuentes, prácticamente toda la población de la zona, gente amenazada o no amenazada, les daba aviso, dadas las condiciones que les imponía el vivir dentro de un territorio paramilitar.