Cuando nosotros salimos al mercado normal de aquel domingo, oh sorpresa vimos por fin a Rodrigo en el pueblo a eso de las nueve y media, diez de la mañana.
—Ya. El hombre regresó.
Avisamos de forma inmediata.
—Sí. Él acaba de comunicarse conmigo, —respondió Roberto, nuestro jefe.