ANTONIO (Socio)

El segundo vehículo estaba adaptado con el mismo sistema de monitoreo del anterior, y como era un cacharro más viejo no vimos que se hubiera despertado alguna sospecha.

Esporádicamente también cambiábamos las claves para las comunicaciones, de manera que hicimos como una reiniciación de actividades que incluía también cambiar la cuenta corriente y varios detalles que nos parecían importantes, en previsión de que nos estuvieran interceptando. Finalmente nos ordenaron concentrar nuestro trabajo en lo urbano, tratando de establecer con más detenimiento quiénes eran colaboradores de la guerrilla y quiénes no.

En esa fase empezamos a recolectar números de teléfonos Celulares, números de teléfonos fijos, de pronto les determinábamos rutinas a personas que nos parecían sospechosas: «Sale a tales horas, tales días visita a tal familia». Toda esa información muerta la cruzaban en Bogotá.

Empezamos también a hacemos más amigos de los comerciantes, dueños de las tiendas y vendedores ambulantes, gente muy chismosa de por sí, y aunque ya teníamos un nivel de simpatía en ese gremio, intentamos integrarnos a ellos mucho más.

Por ejemplo, vimos más claramente que terminada la jornada de trabajo los domingos muchos de ellos no tenían nada que hacer diferente a beber licor y, claro, nos sumamos a lo mismo. Yo no soy muy bebedor, entonces hacia el teatro de algo y paraba después de un par de cervezas para concentrarme mucho mejor en lo que hablaban. Fernando, mi socio sí «chupaba» parejo con ellos y pagaba las cuentas, también parejo con ellos. Así fueron apareciendo muchas informaciones que nos sirvieron en esa tarea de recolectar cada vez más historias.