ROBERTO (Oficial de Inteligencia)

Unas dos horas después volví a marcar el celular de Antonio y me contestó un tipo que preguntó quién era Papá, papá de quién, y Antonio respondió:

—El mío.

Guardaron silencio unos segundos y finalmente escuché una voz que me preguntó quién era yo y le respondí:

—El papá de Antonio.

Colgaron y apagaron el teléfono. En ese momento estaba totalmente seguro: los habían agarrado.

Como los muchachos estaban secuestrados, coordinamos con la Fuerza Aérea en la base más cercana y de allí enviaron helicópteros a la zona reportada por el camioncito.

Después supimos que uno de los guerrilleros que se habían quedado con aquel vehículo fue quien primero los detectó porque se comunicó inmediatamente con los demás:

—Están llegando chulos, ¿qué hacemos con este carro?

—¿Dónde están los chulos?

—Encima, están encima.

—Aléjese ya —le ordenaron.

Nosotros nos la jugamos con la Fuerza Aérea, porque en aquella zona habitualmente hay operaciones militares. En ese momento los guerrilleros trataron de comunicarse con el cabecilla para saber qué hacían con los socios, pero no lo lograron y el que mandaba en el grupo les dijo:

—Esta vez se van a ir, pero el asunto sigue pendiente: o ustedes colaboran con nuestra causa o no pueden trabajar en esta zona.

En ese momento los soltaron y ellos quedaron a la deriva.