ANTONIO (Socio)

El treinta y uno de diciembre, día de Año Viejo, por la mañana el pueblo estaba en silencio: poco movimiento comercial, la gente ya había hecho su mercado y ahora se encontraba en la misa, en la procesión, en las primeras comuniones, en todas estas cosas religiosas y a eso de las ocho apareció un cliente El hombre llamó a la puerta y dijo que por favor le lleváramos unas cosas a una hermana suya que vivía en el campo: un lugar llamado vereda Encarnación.

—Está muy enferma y no pudo venir al pueblo a aprovisionarse… Si ustedes quieren les pago el triple, pero por favor vayan —insistió varias veces.

Tomamos el paquete que traía y lo revisamos primero: galletas, vino, ponqués pequeños, leche, medicamentos, algunas frutas… Un mercado completo.

Le dijimos que sí, que nos dejara las cosas y si no podíamos ir, le avisaríamos.

En ese momento no podíamos tomar la decisión sin consultar con nuestra Unidad de Análisis en Bogotá. Lo hicimos en clave, dijeron que los medicamentos eran para la tensión arterial y que podíamos ir al lugar.

Partimos a eso de las nueve y media de la mañana Él había dicho que la carretera nos llevaba al lugar porque en aquel sitio la señora era muy conocida. El punto estaba a unas dos horas y media de viaje.

Nuestro primer referente era una escuela. Un camino solitario porque en aquella vereda se alistaban para asistir a la misa de despedida del año a eso de las diez y la gente ya estaba en recogimiento. Por allí no había tránsito de campesinos. No se veía nada.

Llegamos por fin a un punto descrito por el cliente y allí se nos acercó un grupo de hombres: cuatro de ellos tenían ropa camuflada, pero no un camuflado completo sino las botas por fuera del pantalón, desabotonados, unos con camisa, otros con pantalones con sus vetas verdes y amarillas No eran uniformes organizados: unos claros, otros oscuros… Dos más venían con sudaderas negras.

Los hombres se nos acercaron:

—Somos integrantes de las FARC, necesitamos que bajen porque les vamos a hacer una requisa y unas preguntas.

Tan pronto escuchamos aquello activamos el botón de pánico de la pequeña camioneta, pues desde cuando avisamos del viaje, en la oficina se concentraron en nuestros movimientos.