ROBERTO (Oficial de Inteligencia)

Una vez estudiamos las áreas de injerencia del Paisa, determinamos en qué puntos debíamos ubicar nuestras comisiones.

Primero fue Frontino, posteriormente Urrao, que nos generaba más información cuando empezamos a manejar las cosas. Se había hecho el cruce de señales de comunicaciones de radio, de presencia, de zonas, y eso determinó que la mayor importancia para nuestro trabajo la representaba Urrao.

Cuando la guerrilla utiliza radios, las señales marcan áreas muy extensas que, sin embargo, señalan la región en la cual están activos sus grupos. En aquel momento vimos la importancia de esta población, teniendo en cuenta la presencia del objetivo.

Cuando decidimos ubicar en cada poblado una comisión pensamos en la manera de entrar a mantenernos de forma permanente en los dos lugares. Los días de mercado en ambos son los domingos y buscamos algo que fuera común en la zona. Nuestros agentes llegaron primero a estudiar cómo era el movimiento en cada uno de aquellos días.

En el proceso de integrarlos y comenzar a entrar en el negocio se emplearon un poco más de dos meses, al cabo de los cuales vieron que la mayor necesidad de la región era arroz, arvejas, frijoles, cosas de ésas; se inclinaron por ese tipo de negocio y empezaron a distribuirles granos a las tiendas y a los pequeños supermercados, y fueron asentándose en el lugar.

Finalmente ellos mismos resultaron extorsionados, pero no directamente por el Paisa. Les mandaron mensajes diciéndoles que tenían que entregarles una colaboración a las FARC, pero no lo hacía el cabecilla en persona.

En esa forma, poco a poco comenzamos a conocer cuáles eran los bandidos que cobraban y recogían los dineros para el Paisa. Urrao era el epicentro del chantaje —le dicen boleteo— como sucedía con todos los fenómenos de la zona, y allá se ubicaron Fernando y Antonio, nuestros comerciantes que se presentaban como socios.