Eran páginas y páginas de transcripciones de comunicaciones entre varios cabecillas y guerrilleros que se enlazaban con la operadora de radio de un tal Isaías Trujillo, cabecilla de un bloque guerrillero. Los bloques están formados por frentes.
Recuerdo que sólo un documento de aquéllos contenía setecientas y tantas páginas, y este primer paso consistía en revisar todo y localizar dónde era mencionado el Paisa o dónde podían estar refiriéndose a él. Este hombre nunca hablaba por radio.
Aquel mes de enero, el Paisa ocupaba más o menos el tercer o cuarto lugar del frente guerrillero, pues le habían bajado el perfil para protegerlo, luego de la muerte de los dos personajes tras su secuestro.
Se nos hacía raro que él prácticamente no utilizaba la radio como lo hacía Pedro Baracutado, cabecilla del frente. Por tanto, si había comunicaciones del número uno y también del segundo, llamaba la atención que el objetivo no utilizara ese medio de forma personal. De todas maneras se notaba la protección que le tenían: había una restricción manifiesta en mencionarlo o en hacer alusión a él, y cuando lo tocaban, hablaban del Loco.
Quienes más se referían a él o hacían algún tipo de comentario eran Baracutado y Rubín Morro, alias Ánderson, cabecilla de otro frente. Eso le daba forma a un triángulo geográfico que mostraba que ellos eran los encargados de protegerlo.
Inicialmente con ese cúmulo de comunicaciones comenzamos a reconstruir una red de nombres, de apodos, de referencias, de ciertos lugares no muy precisos, no muy exactos, que, sin embargo, ya estaban mostrando un panorama, es cierto, muy vago y muy general sobre la situación, pero se trataba de un primer paso.
El segundo nos señalaba una extensa zona en torno a tres poblaciones en la que posiblemente se estaba moviendo y por lo tanto se trasladaron allá varias comisiones en plan de policías uniformados y solicitaron en los departamentos de Antioquia, Choco y Risaralda, al noroccidente de Bogotá, información sobre una estructura guerrillera denominada el Frente Treinta y Cuatro.
En Antioquia barrimos las poblaciones de Urrao, Frontino y Vigía del Fuerte.
En aquel recorrido se confirmaron una serie de hipótesis que fueron centrándonos aún más en tomo a unas coordenadas realmente muy amplias y logramos allegar diez archivos de voz obtenidos por radio y algunos por celular que tenían las seccionales de Inteligencia de cada departamento.
Así, la red crecía con nombres, lugares, fisonomías, fechas, historias, referencias, señalamientos, explicaciones… Escuchamos de forma repetida, por ejemplo, la voz de un tal Pedro. Había un archivo de la voz del Paisa, teníamos la de Ánderson, la de Román Ruiz del Frente Dieciocho, la de Paola —la operadora de radio de Isaías Trujillo, el cabecilla del frente—. Bueno, pues comenzamos a tratar de que nuestra gente a cargo de las salas de trabajo tuviera esos materiales para cuando se diera un nuevo paso en los planes.
En ese punto, nos estábamos familiarizando con todo un mundo hasta ahora desconocido por nosotros.
De aquel recorrido también nos trajeron archivos de unas cien entrevistas con guerrilleros desmovilizados hechas durante medio año. Aquello significaba, desde luego, grandes cantidades de material, porque todo era físico: cintas, transcripciones, casetes.
Dentro de ese gran volumen se trataba especialmente de estudiar cuáles eran las más recientes, quiénes habían estado con el Paisa, dónde, por qué, cuándo, en busca de algo que nos pudiera señalar un sitio geográfico en el cual fuera posible ubicarlo de forma más o menos reciente.
A esa altura, completábamos entonces algo más de cuatro meses de trabajo y aún no sabíamos el sitio preciso por donde comenzar, pues las fuentes que consultábamos terminaban invariablemente hablando de las medidas de seguridad que había tomado el cabecilla después del secuestro y posterior asesinato del gobernador y del ex ministro de Estado.
De todas maneras, la red continuaba expandiéndose. Por ejemplo, obtuvimos cerca de mil fotografías de guerrilleros desmovilizados que habían pactado la paz, capturados, evadidos o lo que sea… Se hicieron álbumes con fotos de los que se conocían y de los que aún no estaban identificados.
Una técnica es que cuando se realizan nuevas entrevistas se llevan aquellos registros y uno comienza a enseñárselos a las fuentes de información y ellas van señalando a quién conocen y qué importancia tiene cada personaje.
Allí había una ventaja: en Antioquia, tal vez por las operaciones militares, se obtienen muchos archivos digitales de las columnas guerrilleras y existen millares de registros muy bien llevados y apoyados por magníficas bases de datos. Eso fue de una gran ayuda para nosotros.
Sin embargo, el balance de este último ejercicio fue realmente pobre para nosotros, pues la mayoría de la información de los desmovilizados hablaba del Frente Cincuenta y Siete y del Frente Dieciocho, que se encargan especialmente del narcotráfico. El Frente Cincuenta y Siete era algo importantísimo para ellos porque sacaba en ese momento la cocaína hacia Panamá, y a la vez entraba al país armas de contrabando.
No obstante, al quinto mes de actividades, continuábamos sin una información absoluta y concreta sobre la ubicación del objetivo: generalmente cuando un cabecilla comete un tipo de magnicidio o una gran matanza, los demás lo recogen; como que lo dejan por allí a la expectativa mientras baja la presión de la Fuerza Pública. Eso sucedió con él y muchos desmovilizados coincidieron en lo mismo.
Bueno. Llegó el sexto mes. Las informaciones conducían definitivamente al occidente de Antioquia en torno a una extensa área y por tanto en aquel junio se tomó la decisión de enviar otro tipo de agentes —comisiones a cubierto les decimos nosotros—, a las poblaciones de Urrao y Frontino y también a Vigía del Fuerte, aparentemente menos clave que las anteriores.
En Vigía del Fuerte fueron ubicados agentes vestidos con uniformes de policías corrientes y no se presentaron como miembros de Inteligencia. Llegaron allá con una orden de traslado y ni el comandante sabía cuál era su misión real.
En Medellín se ubicó otra que operaba a cubierta o a descubierta, según las estrategias, y tenía contactos con la Policía uniformada, con el comandante del departamento de Antioquia y con el de Medellín, la capital. Tenían acceso a información en archivos judiciales, penales, a las cárceles, al centro donde están los guerrilleros desmovilizados, hacían las verificaciones que fueran necesarias dentro de la ciudad, ubicaban gente.
Ellos no manejaban una fachada determinada, pero obviamente no iban uniformados y utilizaban sitios seguros para trabajar.
En Urrao surgió pronto alguna información importante acerca del Paisa, porque allí fueron localizadas muchas víctimas de la guerrilla, y luego del trabajo inicial comenzamos a saber que comerciantes estaban siendo más extorsionados.
La estrategia fue entonces ubicar allí a un par de agentes de Inteligencia que ingresaron como comerciantes en granos para buscar algún tipo de acercamiento con la gente del gremio, inicialmente con el propósito de que fueran extorsionados. Ellos se ubicaron en una casa-bodega para almacenar las mercancías que les llegaban cada semana en un camión desde Medellín. «Los socios» —ésa era su fachada— se llamaron entonces Antonio y Fernando.