SALOMÓN (Oficial de Inteligencia)

Cada día sabíamos más y más sobre nuestro objetivo. Sabíamos también —eso ya lo había dicho— que en lo que se llamó Zona de Distensión —esa área de miles de kilómetros despejados por las fuerzas del gobierno para un proyecto de diálogos de paz con las FARC—, Sombra fue el encargado de guardar el dinero que ingresaba por concepto de narcotráfico.

Eso dejaba entrever dos cosas: una, su relación directa con cabecillas representativos y emblemáticos como Tirofijo, Timochenco o el Mono Jojoy, y dos: confirmaba la confianza que le brindaba la cúpula guerrillera.

Estando en esa labor, contrataba gente para que contara el dinero, pero llegó el momento en que no daban abasto y empezaron a pesar las cargas de billetes y luego obtener su equivalente en dólares o en pesos.

A comienzos del milenio recibió la custodia de los secuestrados y más tarde le dieron la instrucción de formar parte del Frente Veintisiete en los Llanos Orientales, por la edad y por sus condiciones físicas, ahora disminuidas.

¿Qué había sucedido? Martin se hallaba en su campamento en la selva y se presentó una operación intempestiva: el ejército asaltaba el lugar.

En la escapada lo tenían muy presionado y como él era tan gordo, saltó al fondo de una cañada y se lastimó la rodilla derecha. Desde ese momento no quedó bien de aquella pierna.

En el Frente Veintisiete donde el cabecilla era el tal Efreén… Hay una cosa particular: a donde llegaba, Martín Sombra asumía el mando por más cabecilla que tuviera el Frente que fuera. ¿Por qué? Por su autoridad y por la importancia que él revestía, de manera que todos le obedecían. Martín Sombra era un mito dentro de las FARC.

Obviamente a un tipo con el perfil de Efreén eso de un bandido narcotraficante no le gustaba, y la llegada de Martin le cayó como anillo porque el médico le dijo:

—Usted tiene que ir a operarse esa pierna, porque de lo contrario se la va a terminar de lastimar y el daño va a ser irreversible. Pero como usted está tan gordo yo no lo puedo intervenir. Haga una dieta, adelgace y retírese del monte mientras baja de pesa Con una recuperación de seis meses usted va a quedar en buenas condiciones para regresar a la selva.

Le informaron aquello al Mono Jojoy y él ordenó que le pusieran todo lo que necesitara para que saliera a la ciudad y se mantuviera como un rey en los cascos urbanos mientras lograba adelgazar. Entre tanto, estaban determinando dónde se efectuaría la cirugía, si en Colombia o en un país vecina Se supo también que a raíz de aquel anuncio, Martín empezó a adelgazar, pero llevaba una vida licenciosa y alcohólica. Obviamente con las nuevas medidas de seguridad creía que bajaba el perfil y se movía mucho y así le dio a Efreén oportunidad de sacarlo del medio.

Una vez que nuestras áreas de Producción e Inteligencia habían hecho lo suyo, empezamos a estructurar los nuevos pasos de la operación. Ya teníamos elementos compendiados a través de la historia que conocíamos y comenzamos a buscar nuevas fuentes humanas.

Acudimos a guerrilleros desmovilizados, a personas desterradas de las áreas de las cuales sabíamos que habían salido por acción de la guerrilla, ubicamos residentes de la Zona de Distensión donde Martín presionaba muy fuertemente a la gente. A él no le gustaba que le tomaran fotografías, y sobre todo a los profesores los trataba mal porque tenía la idea fija de que su trabajo consistía en entorpecer la mente del pueblo para evitar un movimiento revolucionario.

Buscamos también guerrilleros capturados para que nos contaran muchas más historias y de la mano del área de Producción lo que íbamos a hacer era construir un perfil de este individuo para profundizar más en cuáles eran sus energías y sus debilidades, sobre todo calculando cómo podíamos fortalecer la parte judicial de su caso.

Es que si no tenemos un mandato para capturar a la persona por más perversa que sea, no la podemos poner en manos de la justicia. Entonces, también trabajamos mucho en ese sentido.

Adicionalmente nos fuimos introduciendo en el campo de los Departamentos de Policía en diferentes partes del país, para conseguir más fuentes humanas en cada sitio, de manera que se determinó establecer unas condiciones especiales en áreas por las cuales calculábamos con buenas bases que se iba a mover en adelante.

Ya en la parte operacional éramos veinticinco hombres y se establecieron comisiones permanentes en Arauca, Casanare y Meta —en los Llanos Orientales—, y Cundinamarca y Boyacá —en el centro del país.

Es que, de acuerdo con la dinámica de lo que venía ocurriendo, vislumbramos que a partir de los problemas de salud debería moverse más o menos en torno a la capital del país y en esas zonas ubicamos a una comisión volante de agentes de Inteligencia.

Dentro de aquellas actividades empezamos a conocer a mucha gente en los sitios donde nos hablaban de guerrilleros que habían tenido contacto con Martin Sombra.

Mire, este trabajo es de tiempo largo. De gran paciencia. De cuidar detalles aparentemente inverosímiles. Un ejemplo es la manera como finalmente localizaron a Abimael Guzmán en el Perú: establecida el área donde parecía encontrarse, barrieron calle por calle incluso revisando de forma minuciosa las canecas de la basura.

Una película muestra cómo los investigadores van y revuelcan los desechos y encuentran dentro de una caneca, por ejemplo, los restos de un cigarrillo que solamente fuma Abimael.

Hallaron empaques de unos medicamentos que solamente él utiliza.

Obviamente eso no le sirve a la Policía Judicial porque un fiscal no le va a decir a un reo «lo condeno por fumar tal marca, o por usar tales camisas». Pero para nosotros esa información es sumamente valiosa porque nos orienta. Al encontrar aquellos elementos, los hombres de Inteligencia del Perú dijeron: «Aquí tiene que estar Guzmán», como en efecto sucedió.

Volviendo a la historia, dentro de nuestro trabajo supimos de la existencia de un hombre en Bogotá que recibía gente, digamos, de cierto nivel dentro de la guerrilla, cabecillas de cuadrilla, cabecillas de los frentes, cabecillas de su Estado Mayor, si lo podemos llamar así, de manera que si algún mando importante tenía que salir, éste se encargaba de recibirlo y llevarlo a algún lugar específico, por ejemplo, para que lo atendieran los médicos.

Este hombre finalmente vino a jugar un papel determinante: era un verdadero bandido que, entre otras cosas, trabajaba para las FARC en la capital.

El problema era controlar su casa, pues vivía en un barrio muy intrincado, con áreas de pequeños comercios en las cuales todos se conocían con todos, con áreas menos concurridas por las que se movían unos pocos, ya controladas por el bandido y su gente. Allí, al final de una calle cerrada por un espacio un poco más amplio, digamos, una pequeña plazoleta o algo así, estaba la casa del bandido. En aquella área no podíamos operar de forma normal.

De allí surgió la idea de crear un personaje que se insertara silencioso y lograra integrarse a la zona sin despertar sospechas. Finalmente ese personaje fue un indigente vicioso, tal vez alcoholizado, que aquí llaman con crueldad «un desechable».

Desde luego, se trataba de preparar a un muchacho que fuera tomando la fisonomía de alguien descuidado, desaliñado, el pelo largo, sin peinarse, sin bañarse, sin afeitarse, sudo, las uñas negras, oliendo muy mal, muy mal.

Los hombres que trabajan en la sección de Caracterización en nuestro servicio, por ejemplo le pidieron que usara Bóxer —un pegante—en las manos para que se le percudieran mucho más de lo normal, que dejara que la cara se le fuera cubriendo por verdaderas costras de mugre, la ropa debía ser de verdadero vagabundo…

El proceso buscaba su transformación total, de manera que si alguien se detenía a mirarlo, cosa improbable, no encontrara por ninguna parte un milímetro de aseo o de detalles de un corte de cabello… La ropa, además de raída, tenía que estar absolutamente sucia y desde luego, lo más maloliente posible. Luego hicimos unas pruebas con él.

Una vez transformado, Caracterización lo insertó en un sector ocupado por indigentes y viciosos donde comenzó a moverse con cautela y digamos, a hacer un entrenamiento previo a la operación. No podíamos infiltrarlo de lleno en aquel barrio porque era sumamente peligroso teniendo en cuenta que el bandido, por ser bandido tenía que ser muy habilidoso y de un gran recorrido criminal, por lo cual podría detectar al muchacho, un estupendo policía.

Durante el tiempo que tomo aquella caracterización realizamos pruebas como la de traerlo cerca del edificio de Inteligencia y hacerlo pedir dinero en las vías aledañas. Cuando sabíamos que por algún punto de aquellos iban a cruzar oficiales que lo conocían, él se acercaba a sus automóviles, pedía una moneda y ni los mismos oficiales lograban identificarlo. Una mañana en un semáforo se detuvo su propio comandante, el muchacho se cruzó por el frente del carro, hizo lo necesario para que se fijara en él, y el comandante no lo reconoció.

La idea era que si el delincuente común era tan importante en los bajos mundos y que si Martin Sombra también era muy importante en los otros bajos mundos de la subversión, tenía que llegar a donde el bandido, quien lo recibiría en su propia casa o lo albergaría en algún lugar que pudiéramos controlar. Ubicar al muchacho cerca del bandido era vital.

El paso siguiente fue empezar a que el muchacho se fuera insertando, poco a poco hasta lograr localizarse en aquel rincón tan limitado donde vivía el bandido, pidiendo limosna, desde luego, durmiendo en el suelo, hablando con el mismo durante las mañanas y por las tardes y al comienzo de las noches. Ese trabajo lo fue haciendo de la periferia hacia adentro.

Resultado inicial: al cabo de las primeras semanas, cuando la gente lo veía por allí, ya no le parecía algo extraordinario. En la zona llego a verse normal observar a aquel desechable que al comienzo dormía debajo de un puente, o que se dejaba caer por las noches en el piso de algún espacio más amplio en las aceras, o finalmente debajo de una lámpara del alumbrado público.

Él tenía un pequeño equipo de comunicación tan camuflado y, si se quiere tan protegido por su mal olor, que si se aventuraban a registrarlo, no lo fueran a encontrar. Luego, cuando llego el momento determinado le montamos una cámara táctica para que filmara aquellos lugares.

Obviamente el bandido tenía gente de su seguridad que en un comienzo se acercó, alguno de ellos, le dio patadas, otro le golpeó la cabeza:

—¿Usted que hace aquí, ñero hijueputa?

A pesar de su olor apestoso trataron de registrarlo para ver que llevaba encima, pero el pequeño equipo de comunicación no era perceptible y lo único que le encontraron fue basura que llevaba en parte de la ropa, el pegante Bóxer—que, además es característico de los vagabundos porque con él se traban cuando lo inhalan— y, claro, también le encontraron aquellas capas de mugre que lo cubrían de pies a cabeza.

—Este desechable hijueputa huele a porquería, váyase de aquí ñero malparido —le decía la gente del bandido, luego lo empujaban, algunas veces lo golpearon, pero muy pronto él se hizo parte del entorno y dejaron de maltratarlo.

Poco tiempo después se había integrado tanto que terminó haciéndose conocer por los mismos bandidos a quienes llegó a ofrecerles sus servicios:

—Ñero —le dijo una tarde al más matón—, si se mueve algo raro en esta calle, yo les aviso. Vamos pa’ esa ñero.

En esa forma llego a facilitársele mucho más el trabajo cotidiano, que por lo menos nos permitió establecer que, efectivamente, el bandido movía muchas cosas, movía droga, desde luego, algunas veces comerciaba con partes de carros robados, mucha gente lo buscaba porque era un contacto clave. Incluso, pudimos determinar que había personas de lo que llaman el Bloque Oriental de las FARC que iban a hacer coordinaciones personalmente con él.

Lo complicado es que uno puede saber que una persona que viene de la guerrilla a la ciudad, efectivamente es guerrillero porque lo tenemos identificado en nuestros archivos, pero si no hay orden judicial no podemos hacer absolutamente nada.

Nuestras actividades tenían lugar en el área rural y en la urbana luego de confirmar plenamente que el bandido era una de las personas claves para recibir a cabecillas y mandos medios de las FARC.

En este país, la guerrilla se apoya en la delincuencia común para moverse, pues les resulta mucho más rentable, mucho más práctico, por ejemplo, no secuestrar ellos directamente sino, comprar secuestrados. En ese sentido, el bandido se movía en algo similar a una red internacional del delito, lo que determinó que siguiéramos haciendo controles sobre él.

Se trataba de un tipo hábil, desligado de lo que llaman el menudeo, es decir, hacer las cosas directamente, porque como capo tiene una legión de hombres, mujeres y niños que trabajan para él. En un comienzo no pudimos llevarlo ante la justicia porque teníamos otras prioridades —Martín Sombra— pero luego lo logramos con base en las confesiones de varios de sus cómplices.