Prólogo


Está el Mardi Gras de Nueva Orleans, el Carnaval de Río, fiestas y festivales y días de los fundadores a cientos. Los irlandeses tienen el Día de San Patricio, los italianos, el Día de la Raza, la nación, su cuatro de julio. La historia está llena de cabalgatas y mascaradas, bacanales, desfiles religiosos y espectáculos patrióticos.

El Día Wild Card es un poco de todo eso y más.

El 15 de septiembre de 1946, en el frío cielo de la tarde, sobre Manhattan, Jetboy murió y el xenovirus taquisiano conocido coloquialmente como «wild card» se liberó en el mundo.

No está claro cuándo empezaron las celebraciones pero, a finales de los sesenta, los que habían sufrido el contacto con el wild card y habían vivido para contarlo, los jokers y ases de Nueva York, habían hecho suyo el día.

El 15 de septiembre se convirtió en el Día Wild Card. Un momento para las celebraciones y los lamentos, para la pena y la alegría, para recordar a los muertos y apreciar la vida. Un día de fuegos artificiales y ferias en la calle y desfiles, de bailes de máscaras y actos políticos y banquetes conmemorativos, un día para beber y hacer el amor y pelearse en los callejones. Cada año las festividades resultaban mayores y más acaloradas. Las tabernas, los restaurantes y los hospitales batían récords, los medios empezaron a darse cuenta y finalmente, por supuesto, llegaron los turistas.

Una vez al año, sin autorización ni estatuto, el Día Wild Card se apoderaba de Jokertown y Nueva York y el carnaval del caos reinaba en las calles.

El 15 de septiembre de 1986 era el cuadragésimo aniversario.

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