Aprovechamos el desconcierto para escapar. ¿Pero verdaderamente lo hicimos? Porque uno piensa en la huida, y sólo encuentra ciudades. Porque el pasto ya crece sobre las tumbas anónimas y el esplendor en la hierba sólo brilla en las ciudadelas clandestinas. Allí donde pensamos que no hay nada, permanece la memoria. Y si uno busca el futuro, sólo encuentra ciudades. Ciudades frescas, ciudades virginales, cálidas. O si no, las otras, las grises prisiones donde todo termina. Brillaron por un momento las torres y las cúpulas de Bree, y las rampas fabulosas que bajaban hacia el río. ¿Y de qué sirvió? ¿Y nosotros qué somos? Apenas un puñado de materia errante, en un mundo de enemigos, sin refugios ciertos, donde la música poco a poco se apaga, y sólo queda funcionando la memoria.
—Así es —dijo el comisario inspector—. Por eso, lo único recomendable es el olvido.