XVIII

Nada más bajarnos del avión, fuimos recibidos por un alto cargo de Asuntos Consulares del Ministerio de Exteriores, que se disculpó en nombre del ministro Moratinos por no venir a recibimos. El ministro estaba de viaje camino a Corea del Sur. La salida al hall de llegadas del aeropuerto fue apoteósica. Toda la familia de Leticia estaba reunida esperando el encuentro. Hasta la familia del tío Fernando, el tío de América, estaba esperando la llegada de Sara recién venidos de Texas.

Carmen, la madre de Leticia, que no me dirigía la palabra desde que el falso mercenario desapareció con los cuarenta mil euros, me llevó a un apartado, me abrazó y me susurró al oído: «Perdóname, Javier. Espero que nos perdones a mi hija y a mí y gracias por todo lo que has hecho».

Los abrazos y los gritos de júbilo se mezclaron con los flashes, los micrófonos y las cámaras que allí se encontraban. Ese domingo, 22 de marzo de 2009, todos los telediarios de las cadenas nacionales abrieron sus informativos con la misma noticia: «Sara, liberada del infierno iraquí».

Sara solo sabía sonreír. La primera en abrazarla fue su hermana Laura, que no cabía en sí de júbilo y satisfacción, y Carlos el segundo. Sus hermanos no se separaron de ella en un buen rato. Toda la amargura vivida durante los casi tres últimos años había finalizado y así lo reflejaba en su cara Laura. Sara, tocada con su hiyab, vestía la ropa occidental que su madre se encargó de ponerle la noche anterior en Estambul. La mezcla de estilos reflejaba una imagen singularmente simpática.

Le pedí a Leticia que me prometiera algo importante, como padrino de Sara, tal y como me acababa de nombrar: que respetase el tiempo que Sara quisiera llevar el pañuelo en la cabeza. Estaba convencido de que con el tiempo «se caería por su propio peso». Sara todavía no había recuperado el idioma y hacía auténticos esfuerzos para entender todo lo que le decían a su alrededor. Tras los abrazos, saludos, entrevistas y fotos de rigor en el aeropuerto, quedamos con toda la familia en un restaurante de la sierra de Madrid. Antes de ir nos pasamos por casa de Leticia a dejar el equipaje y grabar algunos planos de la llegada de Sara, con Mercedes Milá y con el equipo de Diario de… Durante el viaje en coche Sara no dejaba de observar el paisaje de la sierra, verde y en flor. Ya era primavera otra vez. Especialmente para ella.

—¿Te gusta más esto que Basora? —le pregunté.

—Pues claro —afirmó tajante y sin ninguna duda, recriminándome con la mirada que le preguntara tamaña «estupidez».

Su encuentro con los cinco perros y el gato que hay en casa de Leticia volvió a avivar en Sara su deseo de ser veterinaria. Sus años en Iraq le habían refrenado ese sueño. En Iraq apenas existen las mascotas en casa y los perros no son animales bien vistos entre los musulmanes.

Sara entró en casa y, después de echar una rápida mirada al salón, subió sola y corriendo a su habitación. Observó su cama, en donde a partir de esa noche volvería a dormir sola o con mamá o con Laura o con quien ella quisiera. Miró la pared y vio varias fotos suyas antes de irse. Poco más allá vio un peluche. Su peluche con el que hacía casi tres años que no dormía. Abrió un armario y toda su ropa estaba intacta. Nada había cambiado en su ausencia. Se miró al espejo y vio que ella sí. Ella sí había cambiado. De repente, se llevó sus manos hasta la nuca. Sin dejar de mirarse en el espejo, desanudó pausadamente su hiyab, se lo desenrolló de la cabeza y lo tiró encima de la cama. Mientras se soltaba el pelo continuó viendo las fotos. De vez en cuando se miraba de reojo al espejo como gustándose. Su hermano Carlos, sin querer, fue testigo de la escena y bajó rápidamente al salón.

—¡Sara se ha quitado el pañuelo! —exclamó en voz baja Carlos.

—¡Leticia —grité buscándola—, Sara se ha quitado…! —intenté repetir las palabras de Carlos, pero un nudo en la garganta me impidió acabar la frase con soltura. Leticia me entendió igual.

El pañuelo se había caído mucho antes de lo esperado. Sara había dado un paso muy importante. El paso que jamás tiene marcha atrás.