Capítulo nueve

El resto de la tarde se me pasó volando mientras terminaba el plan de marketing para mi reunión con Aaron Trent. Después, un correo electrónico con sugerencias para hacer cambios en los paquetes de tarifas me mantuvo ocupada el tiempo suficiente como para que tuviera que posponer mi visita a mi apartamento para otra ocasión. En conjunto, había sido un día productivo. Cuando Hudson me mandó un mensaje para decirme que venía de camino, yo estaba hambrienta y deseosa de ver a mi hombre.

Me detuve en la barra de arriba cuando vi unos pelos púrpura bailando tras el mostrador.

—¡Liesl!

No había pensado en lo mucho que echaría de menos a mi compañera de trabajo cuando cambié mi horario laboral.

—¡Hola, amiga! —Liesl me conocía lo suficientemente bien como para saber que me gustaba mantener libre mi espacio personal. En lugar de abrazarnos, levantó la mano en alto para chocarla—. Tienes muy buen aspecto. —Mascaba chicle mientras me miraba de arriba abajo—. Debe irte muy bien con Hudson Piers.

—Hudson Pierce —la corregí—. Repítelo conmigo.

Hizo un globo con el chicle y lo explotó.

—Sé cómo se llama. Solo te tomaba el pelo —dijo sonriendo—. Cuéntamelo todo sobre ti y ese tío tan enloquecedoramente atractivo. Empieza por el sexo.

—Para eso necesitaría mucho tiempo.

De repente deseé no estar a punto de marcharme y poder sentarme a charlar con mi amiga. Le había mentido a ella como a todos los demás cuando la pareja Hudson-Alayna era una farsa, aunque yo había deseado decirle la verdad. Y al verla volví a desear contarle las cosas tan increíbles que me estaban pasando, pero tendría que ponerla en antecedentes para explicarle por qué las cosas eran distintas a la última vez que le había dicho que todo estaba siendo increíble. Cuando tuviera oportunidad, se lo contaría todo. Pero no tenía tiempo en ese momento y me entristecí al darme cuenta de lo alejadas que habíamos estado la una de la otra durante el último par de semanas.

Me miró fijamente.

—Pero ¿va todo bien?

Supe qué era lo que de verdad me estaba preguntando: ¿seguía teniendo bajo control mis obsesiones?, ¿seguía estando cuerda?

—Todo va muy bien, de verdad. ¿Quieres que comamos juntas un día para ponernos al corriente?

Sus ojos se abrieron de par en par.

—Desde luego. ¡Te echo de menos!

—Yo también te echo de menos.

Aunque tenía a Celia como amiga, no ocupaba el lugar de Liesl. Debería esforzarme más para permanecer en contacto.

—Llevas el bolso al hombro. ¿Significa eso que te vas? —Apoyó los codos en la barra y el mentón entre sus manos.

—Sí. Pero volveré. Hudson me ha invitado a cenar.

—Sí, a cenar. Así lo llaman ahora —dijo guiñando un ojo—. Pero David me ha dicho que llevas aquí todo el día. ¿Para qué vas a volver? Tu turno de noche está cubierto.

—Lo sé y te lo agradezco mucho. Pero tengo una reunión más tarde.

—Ah. —Se tiró de sus mechones púrpura, que vi que ahora tenían además reflejos azules—. Espera, ¿esa reunión tuya es por casualidad con un tal Trent?

—Sí… —¿Cómo lo sabía…?—. Liesl, ¿hay algo que se te haya olvidado decirme?

Explotó otra pompa de chicle y su olor a sandía llegó hasta mí.

—Sí. Su secretaria ha llamado hace un rato para decir que tiene que aplazar la reunión —dijo encogiéndose de hombros. Yo me llevé la mano a la frente—. Lo siento. Parece que se me ha olvidado decírtelo.

—No, está bien. Lo cierto es que es una noticia estupenda. Vale, puede que no sea precisamente estupenda después de haberme pasado todo el maldito día preparándome para reunirme con ese hombre, pero ahora tengo libre la noche del viernes.

—Y ya no vas a volver. —Entonces Liesl hizo un mohín.

—No. Ahora me toca a mí decir que lo siento. —Mi teléfono sonó al recibir un mensaje. Era de Hudson, que decía que estaba fuera—. Es Hudson. Tengo que irme.

—¿Le eliges a él antes que a mí?

A Liesl le encantaba ponerse dramática.

—Tú no tienes las cualidades de Hudson. —Me subí la correa del bolso por el hombro.

—Yo tengo otras cualidades. Y siguen siendo buenas. ¡Solo tienes que darles una oportunidad!

Me reí mientras me alejaba despidiéndome con la mano. Liesl sentía curiosidad por el sexo femenino y, a menudo, fingía ligar conmigo. O por lo menos yo pensaba que lo fingía. No importaba. A mí no me interesaban las mujeres sexualmente. No me interesaba nadie excepto el hombre que me esperaba en la puerta.

Salí del club y me protegí los ojos del sol esperando ver el Maybach. En lugar de eso, en la acera esperaba una limusina negra. Al verme, Jordan salió del coche y lo rodeó para abrir la puerta de atrás.

—Hola —saludé a Jordan, comiéndomelo con los ojos lo más discretamente que pude. Estaba demasiado bueno como para no hacerlo.

—Buenas tardes, señorita Withers.

Entré en el coche y el corazón se me aceleró al instante al ver a Hudson esperando dentro.

—¿Una limusina dos noches seguidas? ¿Cuál es el motivo hoy?

—Me pareció que ayer tuvimos un trayecto agradable.

La puerta se cerró en cuanto entré. Me estaba acercando a Hudson cuando él extendió los brazos hacia mí para ponerme sobre su regazo.

—¿Un trayecto agradable o una montada agradable?

Empecé a lubricarme al recordar nuestro viaje al Jardín Botánico. No me opondría a repetir la actuación.

—Si no recuerdo mal, tú fuiste la que te montaste.

Su boca buscó la mía y colocó una mano sobre mi cara mientras con la otra me rodeaba la cintura. Chupó mi labio inferior antes de deslizarse por dentro para lamerme los dientes. Yo le acaricié la parte inferior de su lengua con la mía hasta que aceptó la invitación de ponerse a bailar y empezar a envolver la mía mientras nuestros labios de movían y se moldeaban mutuamente.

La sacudida del coche al incorporarse al tráfico me apartó de su abrazo. Yo me desplacé al asiento que había junto a Hudson y me abroché el cinturón. Una parte de mí se sorprendió al ver que no mencionaba de nuevo lo de vivir con él y que no estaba tenso esperando mi respuesta. Ahora que tenía la noche libre, podía animarme a decírselo durante la cena. O mandar a la mierda la cena y decírselo en el coche. Pero quería esperar al momento adecuado.

—Bueno…, ¿qué tal te ha ido el día?

Me pasó el brazo por encima del hombro y me atrajo hacia él todo lo que le permitía el cinturón de seguridad. Sus dedos jugaban con los mechones sueltos de pelo en mi cuello.

—La única parte del día que ha merecido la pena tú estabas presente. Y ha sido fantástica.

Me cogió de la mano, la acarició y su forma de mover los dedos por mi piel hizo que todo el cuerpo me empezara a arder.

—¿Qué tal tu día?

—Igual. —Antes deseaba contarle los detalles del trabajo que había estado realizando en el club. Pero, ahora que estaba con él, el trabajo podía esperar. Ahora mi único interés éramos nosotros. Los dos juntos. Los dos enamorados—. Aunque tengo una sorpresa para ti.

Sus labios se curvaron con una sonrisa maliciosa.

—¿No llevas ropa interior? —Deslizó la mano entre mis piernas como si estuviera decidido a descubrir la respuesta por sí mismo.

Yo se la aparté con un manotazo, aunque estaba deseando que sus dedos subieran más y me acariciaran el clítoris de esa forma suya tan experta. Pronto llegaríamos a eso. Tenía tiempo para provocarle. Teníamos toda la noche, ahora que mi reunión se había aplazado.

—Sí que llevo ropa interior, pervertido. Si preferías que no la llevara, no deberías haberme comprado bragas.

—Las bragas eran para cuando estuvieras en compañía de otros. Y ahora mismo estamos solos.

Hice un gesto señalando el asiento delantero, plenamente consciente de que Jordan no podía vernos ni oírnos tras la oscura mampara.

—No del todo.

—Lo suficiente. —Soltó mi mano y la colocó en la parte superior de mi pierna. El brillo de sus ojos indicaba que tenía pensado destrozarme allí mismo, en la parte de atrás de la limusina de camino a la cena. Otra vez—. Dime cuál es tu sorpresa.

—Me he pasado la mayor parte del día preparándome para la reunión con Aaron Trent. Pero me acaban de decir que la ha anulado.

—¿La ha anulado? —Hudson se enfureció al instante. Sacó su teléfono y buscó entre sus contactos—. Deja que le llame. Si no puede tomarse la molestia de venir esta noche, no es necesario que se moleste en trabajar en las otras cuentas que tengo con él.

Coloqué mi mano sobre la suya para interrumpir su búsqueda.

—Debe de tener un buen motivo para haberla anulado. Lo llamaré por la mañana. No es para tanto. De todos modos, he tenido un día muy largo y me alegra que la haya aplazado.

—Entonces voy a llamarlo para concertar otra cita.

—No, déjame a mí. Por favor. —No me había dado cuenta de lo importante que era para mí aquello hasta ese mismo momento. Sí, había conseguido ese contacto por Hudson y probablemente llegara a un buen acuerdo también gracias a él. Pero necesitaba una oportunidad para demostrar lo que podía hacer—. Me gustaría llevar esto yo sola.

Hudson lanzó un suspiro y se guardó el teléfono en el bolsillo.

—Si eso es lo que quieres… Pero dímelo si no te muestra el respeto que te mereces.

—Porque la intervención de mi novio rico y poderoso librando mis batallas hará que me gane su estima.

—¿No se supone que es eso lo que los novios tienen que hacer?

—No mi novio. —Me apoyé en la curva de su brazo y le pasé el dedo por la línea de la mandíbula—. Cuando te necesite te lo diré, H. Pero por ahora deja que haga esto yo sola.

—Por supuesto.

Me agarró el dedo entre los dientes y me mordió la yema. Yo me puse húmeda al instante.

Mis ojos no se apartaron de su boca, fijos en lo que le estaba haciendo a mi dedo, promesas para esa misma noche. O antes, tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos.

—Ah, y lo mejor de que haya aplazado la reunión es que ahora me tienes toda la noche. ¿Qué vas a hacer conmigo?

Se sacó mi dedo de la boca.

—¿No vas a volver esta noche?

—No. Soy toda tuya. Puedes sacarme por ahí y después yo puedo meterte dentro. —Moví las cejas en plan provocador.

No había tenido muchas oportunidades de jugar con Hudson y estaba disfrutándolo. Nuestra relación se había limitado anteriormente a «hacer teatro» y al «sexo». Esto de ahora era nuevo. E increíblemente divertido.

Hudson se incorporó en su asiento y movió el brazo desde mi hombro hasta el respaldo.

—La verdad es que no puedo. —No me miró a los ojos—. Me había organizado para cenar contigo, pero después tengo otros planes.

—Ah. —Tragué saliva—. Sí, claro. No debería haberlo dado por sentado.

Que mantuviésemos una relación no implicaba que no tuviese una vida propia. Hudson era un hombre ocupado. Tenía asuntos de trabajo, eventos benéficos y todo tipo de cosas que no me incluían a mí. ¿Por qué lo sentía entonces como un rechazo?

Hudson dejó escapar un suspiro.

—Alayna…

—No, ha estado mal por mi parte. —Sentía la garganta en tensión, pero me obligué a sonreír—. Veré una de mis películas o retomaré mis lecturas. No es para tanto.

—Pero aún tenemos la cena.

—Sí. —Asentí con la cabeza demasiadas veces, como si al hacerlo pudiera borrar todas las sospechas que estaban invadiendo mi mente.

Por ejemplo, ¿cuáles eran sus otros planes? ¿Quién tenía planes un viernes a las ocho de la tarde? ¿Por qué no me decía en qué consistían y así yo no me imaginaría lo peor? Porque estaba imaginándome lo peor. Mucho peor. Me estaba imaginando citas con otras mujeres y…, y…, en fin, sobre todo eso. Citas con otras mujeres. Mujeres como Norma Anders.

Podía preguntarle. Pero sabía que si lo hacía parecería una acusación. O temía que pareciera una acusación. Porque sería una verdadera acusación.

Así que no le pregunté. No lo haría.

Él se quedó allí sentado en silencio durante unos treinta segundos.

Después no pude aguantarlo más.

—Bueno, exactamente ¿en qué consisten tus otros planes? —Le apreté la pierna esperando que eso aliviara cualquier tensión que yo hubiese podido provocar.

—Es… —Negó con la cabeza—. No es nada.

Hasta ahí llegó lo de aliviar la tensión.

—¿En serio? No puedes decir que no es nada y esperar que yo me calle.

Añadí una torpe carcajada para ocultar cualquier estridencia que hubiera en mi tono de voz. Por dentro la paranoia se iba adueñando de mi pecho, una paranoia que me volvía completamente loca y que era casi imposible hacer desaparecer después de que hubiese germinado. Tenía que enfrentarme a ella. No podía dejar que me ganara.

Hudson apretó la mandíbula. Estaba pensando. O tratando de inventarse una buena mentira.

—Voy a cenar con mi madre —dijo por fin.

Sophia. El simple hecho de pensar en ella me deprimía. No me extrañaba que Hudson no quisiera mencionarla.

—Ah. —Me pellizqué el puente de la nariz tratando de esclarecer aquella situación—. Pero vamos a cenar ahora.

Él no pestañeó.

—Tenía pensado comer algo ligero.

—¿Pensabas cenar dos veces? Podemos saltarnos la cena. Yo puedo picar algo después. —Eso sonaba a novia comprensiva, ¿no? Porque eso era lo que quería parecer, a pesar de que sentía cualquier cosa menos comprensión.

—Preferiría comer contigo y saltarme la cena con ella.

—Entonces hazlo.

—No puedo. Es su cumpleaños. Me espera allí.

Ahí estaba el resto de la historia.

—¿Es el cumpleaños de tu madre y no ibas a decírmelo?

Sacó el brazo de detrás de mí y lo dejó caer en su regazo.

—Vosotras dos no estáis precisamente muy unidas.

—¡Pero tú sí! —Me giré todo lo que el cinturón de seguridad me permitía para poder mirarle de frente—. Es tu madre. Tu familia es importante para ti, lo quieras admitir o no. Si yo también soy importante para ti, ¿no deberías contarme lo que te pase con ellos?

Me miró a los ojos y los clavó en mí de tal modo que tuve que prepararme para escuchar sus siguientes palabras.

—Tú eres importante para mí, Alayna, y que no te hable de esto no tiene nada que ver. —Relajó la mirada—. Tú ibas a estar trabajando, no había motivo alguno para mencionarlo.

—Pero ya no voy a trabajar…

—Y ahora sí lo sabes.

Lo sabía porque yo se lo había sonsacado. Lo sabía porque mis circunstancias habían cambiado y le habían obligado a decírmelo. Además, la única razón por la que yo tenía planeado trabajar era porque Hudson lo había preparado oportunamente para que así fuera. Lo había preparado para ocultarme aquella cena. ¿De verdad pensaba que podía elegir en una relación qué cosas contar y cuáles no?

Puede que sí. En su defensa diré que antes nunca había tenido una relación. ¿Y no estaba yo eligiendo qué cosas contarle?

No quería pensar en eso. Mis secretos no tenían relación con la conversación que estábamos manteniendo. Mis secretos seguían a salvo. Los suyos no. Y descubrir que me había ocultado algo no me sentaba bien, no me gustaba. Debería habérmelo dicho. ¡Maldita sea! ¡Debería haberme invitado!

Pestañeé para hacer desaparecer una lágrima que amenazaba con caer.

—¿Vais a estar solos ella y tú?

—No. El resto de mi familia estará también.

Apreté los labios.

—¿Y sigues sin invitarme?

—Sí. No voy a invitarte.

No dije nada. Ahora sí que caían las lágrimas y no podía hablar. Dios, desde que estaba con Hudson me había convertido en una auténtica llorona. Qué vergüenza.

Hudson movió una mano para limpiarme una lágrima, pero yo la aparté, pues no quería que me tocara.

—Es solo la familia, Alayna. No es para tanto.

—Solo la familia. Sí, lo entiendo.

Intenté que aquello no me hiriera. Por supuesto, yo no formaba parte de su familia, pero la mayoría de ellos me habían acogido bien. Mira, su marido —Adam—, Jack —el padre de Hudson—… Y ahora Hudson quería que viviera con él. ¿No me convertía eso automáticamente en una invitada a las celebraciones familiares?

—Solo la familia. Tú no te llevas bien con Sophia. ¿Por qué querrías estar presente?

—Porque tú vas a estar allí. —Me limpié la cara con la palma de la mano—. Y somos una pareja, Hudson. Cuando fingíamos serlo, querías que ella me viera contigo en todo momento. Ahora que somos una pareja de verdad, no quieres. Eso no tiene sentido.

—Ahora me importas tú más que ella y no voy a hacerte pasar por una velada con mi madre.

Su voz era firme. En otras circunstancias, yo podría haber admirado su calma constante, su frialdad y su serenidad, pero en ese momento lo único en lo que podía pensar era: «¿Cómo es que esto no le conmueve? ¿Cómo es que yo no le conmuevo?».

—¿No comprendes que el hecho de que no me dejes ir hace que piense que me estás dejando fuera de tu vida? —La voz se me quebró—. Eso duele.

—No te estoy dejando fuera de mi vida. La estoy dejando a ella fuera de tu vida.

—No es así como debe ser. No puedes protegerme. Además, me parece una excusa. Me parece que sientes vergüenza de mí o que no soy lo suficientemente buena para tu familia.

Empezaba a dudar de mi decisión de irme a vivir con él. Por suerte, aún no le había dicho nada. Si iba a levantar barreras entre nosotros, ¿era una buena idea que viviéramos juntos?

—No seas ridícula. Has estado con mi familia muchas veces.

—Entonces, ¿por qué esta noche no? A eso es a lo que me refería exactamente. Si era lo suficientemente buena para ellos antes, ¿por qué ahora no?

Por su silencio supe que no estaba dispuesto a dar explicaciones.

Si necesitaba estar a solas con su familia, no pasaba nada. Pero no podía evitar sentirme así. Destrozada, así me sentía. Absolutamente destrozada.

Necesitaba estar sola para no ponerme de malas con él. No me fiaba de mí misma.

Busqué en el asiento de atrás y vi un intercomunicador en cada puerta. Me desabroché el cinturón y me acerqué a la puerta que estaba más alejada de Hudson. Apreté el botón.

—Jordan, ¿puedes dejarme en mi apartamento?

Con la velocidad de un rayo, Hudson pulsó el suyo.

—No le hagas caso, Jordan.

—Quiero irme a casa, Hudson. No puedo estar contigo ahora mismo. —Apenas podía ver a través de las lágrimas, pero oí cómo se desabrochaba el cinturón y a continuación noté que se deslizaba sobre el asiento para acercarse a mí—. No quiero que me toques ahora. Por favor.

No me hizo caso y me atrajo hacia sus brazos. Yo me resistí, lo cual no tenía sentido, la verdad. Podía dominarme en un abrir y cerrar de ojos.

Aun así, me eché sobre la puerta y le empujé.

—Basta. Deja de pelear. —Me agarró por los brazos y los mantuvo así, con las manos rodeando mis antebrazos con una fuerza que yo no podía superar—. Déjalo.

—Entonces tú deja de hacerme daño.

Él sabía que no quería decir físicamente. No me estaba apretando tanto.

—De acuerdo. —Me soltó y su voz sonó totalmente resignada—: Puedes venir. Si de verdad quieres formar parte de esta horrible velada, eres bienvenida.

Mis lágrimas se congelaron, sorprendida al ver que había ganado. Nunca había ganado ninguna de aquellas batallas. Normalmente terminaban conmigo arrastrándome y después, cuando el tipo se negaba a retractarse, yo recurría a comportarme como una loca. A acecharlo. A robarle el correo. A aparecer en lugares donde sabía que estaría.

Nunca terminaban siguiendo juntos.

Quizá porque me sentí aliviada o porque estaba sorprendida o, más probablemente, porque de repente tuve una abrumadora sensación de culpa por toda aquella conversación, estallé en un nuevo ataque de lágrimas.

—¿Qué pasa ahora?

Seguí llorando, pero esta vez dejé que me arrastrara a sus brazos.

—Soy una bruja —dije sobre su hombro.

—¿Qué?

Levanté la boca de la tela de su chaqueta.

—Soy una verdadera bruja. No quería obligarte a que me invitaras y lo he hecho. No voy a ir. Me quedaré en casa. —Él me lo había pedido porque le había coaccionado. Me sentía como una mierda.

Hudson me apretó con más fuerza contra su cuerpo y me besó en la cabeza.

—No eres ninguna bruja. Y no me has obligado a nada. Vas a venir conmigo. Va a ser terrible, pero al menos será terrible estando juntos.

Me limpié las lágrimas de la cara y levanté los ojos hacia los suyos.

—¿Estás seguro?

—Estoy completamente seguro de que va a ser terrible.

Me reí entre dientes.

—¿Estás seguro de que puedo ir?

Inclinó la cabeza sobre la mía y colocó una mano sobre mi mejilla.

—Sí. Te quiero allí. Siempre he querido que estés allí. —Bajó la mano por mi cuello—. Pero mi madre es una mujer malvada y horrible y quiere hacerme daño. Sabe que la forma más fácil de conseguirlo es haciéndote daño a ti. —La mano que tenía en mi cintura me apretó con más fuerza—. No puedo soportar verte pasar por eso.

Ahora me tocaba a mí tranquilizarle. Levanté las manos y las puse a ambos lados de su cara obligándole a mirarme.

—Nada de lo que ella diga ni haga significa nada para mí. ¿Me oyes? Yo ya he ganado. Te tengo a ti.

Sus ojos se nublaron, no solo por el deseo que a menudo oscurecía su tono gris cuando me miraba, sino por la emoción que yo solo podía identificar como amor.

Me apretó aún más contra él, como si pudiera meterme dentro de él si lo intentaba lo suficiente.

—Sí que me tienes. Completamente.

No sé si yo me acerqué a él o él a mí, solo que nuestras bocas se juntaron, moviéndose de tal modo que era mucho más que un beso. Era una declaración, la afirmación de una unión entre los dos que no podíamos expresar aún de ningún otro modo que no fuera con nuestros cuerpos.

Cuando se apartó, yo estaba sin aliento y sonrojada.

Bajó la mirada hacia mi ropa.

—Vas a necesitar un vestido. Tenemos tiempo para parar en la boutique. —Pasó un brazo por encima de mí y apretó el botón del intercomunicador—. Jordan, cambio de planes. Llévanos a la tienda de Mirabelle.