Capítulo cinco

Repíteme cómo llamáis a estas habitaciones. ¡Son increíbles! —Julia Swaggert, socia fundadora de Party Planning Plus, apoyó la frente en el cristal del reservado y miró hacia la vacía pista de baile del Sky Launch.

—Burbujas —respondí desde detrás de ella, encantada de que Julia pareciera tan impresionada por el Sky Launch.

Nuestra reunión había comenzado a las once y ahora, cuarenta y cinco minutos después, seguía atenta e interesada en mi propuesta de asociarnos.

—Cuando están ocupadas… —Encendí la luz que indicaba que la habitación estaba ocupada.

El rostro de Julia se iluminó cuando la habitación resplandeció con un color rojo.

—Ja, ja. Increíble. ¿La gente puede ver el interior?

—Por desgracia sí. Tendríamos muchos problemas legales si instaláramos vidrios polarizados. Pero cuando la sala está a oscuras no se puede ver mucho del interior. Siluetas, principalmente.

—Genial.

Me gustó Julia. De inmediato. Se mostraba divertida y entusiasta, pero también tenía la cabeza sobre los hombros y era inteligente. Entendí por qué la recomendaban tanto en el mundo de la planificación de eventos. Definitivamente, era una persona que podría levantar el negocio del Sky Launch y yo estaba cada vez más emocionada ante las posibilidades que le había mostrado con relación al club.

—Es absolutamente perfecto para despedidas de soltera, tal y como has sugerido. —Escribió un par de notas en su tableta con el lápiz electrónico y se dio la vuelta para mirarme—. Lo cierto es que se me ocurren varios tipos de eventos en los que podría ser interesante utilizar este lugar. Si pudieras elaborar algunos paquetes de tarifas… —Se dio golpecitos en la mejilla con el lápiz dejando que yo terminara la frase.

—Claro.

Maldita sea, ¿había contestado con demasiado entusiasmo? La verdad era que yo quería firmar ese acuerdo, demostrar que podía llevar a cabo todo lo que había dicho cuando solicité el ascenso. Y, para ser sincera, quería que Hudson estuviese orgulloso de mí.

Yo no estaba tomando notas en ningún papel, pero sí mentalmente.

—¿Hay algo en particular que quieras que incluya en esos paquetes?

Ella asintió enérgicamente mientras su rizos castaños sin brillo se deslizaban por encima de sus hombros.

—Es fundamental que incluyas el precio de las bebidas. Puede que algún aperitivo. Pocas novias esperan que haya cena cuando están de fiesta en una discoteca, así que poca comida y mucha bebida.

Eso se parecía bastante a lo que yo había pensado.

—¿Sería interesante algún extra, como camareros hombres o tartas con forma de pene?

Se rio.

—Creo que sabes muy bien lo que haces.

Un pitido salió del bolso de Julia.

—Ah, es mi socio —dijo mientras rebuscaba en su interior—. Estaba supervisando los preparativos de un evento que tenemos más tarde y ha dicho que vendría si acababa pronto. —Sacó el teléfono y leyó la pantalla—. Sí, está aquí. ¿Te importa que suba?

—En absoluto. Pero las puertas de la calle están cerradas con llave, porque no abrimos de día. Tendré que bajar a abrirle.

—Voy contigo. —Salimos juntas de la burbuja—. Quiero observar su reacción desde el momento en que entre para ver si le gusta tanto como a mí. ¡No me puedo creer que no supiera que este lugar existía!

Volvimos a bajar las escaleras y atravesamos el club. Julia iba comentando los diferentes elementos de la sala.

Señaló con la cabeza la barra de la planta de abajo cuando pasamos junto a ella.

—Me encanta que haya una barra en cada planta.

—Hay dos en esta planta: la principal y otra más pequeña que solo abrimos los fines de semana. La comida solamente se sirve arriba. Así que la primera planta está destinada a beber y bailar mientras que la de arriba, con las burbujas y las zonas de sillones, está pensada para alternar.

—Qué bien. ¿Y se puede alquilar todo el club para eventos?

—Por supuesto.

—¿Puedes ofrecer un paquete para ese caso? Conozco algunas empresas a las que podría gustarles esto para realizar sus fiestas de fin de año y cosas así. —Señaló un mostrador que estaba cerca de la puerta del club—. ¿Y esto qué es? ¿Un mostrador de información?

—Es el guardarropa. —«O un lugar estupendo para echar un polvo», pensé al recordar el rato que habíamos compartido Hudson y yo ahí dentro una noche antes de que empezara mi turno—. ¡Huy! Se supone que esto no debería estar aquí. Cogí una bandeja que habían dejado sobre el mostrador del guardarropa.

—Voy a guardarla mientras tú abres.

Volví a bajar la rampa que llevaba a la barra de delante para dejar la bandeja tras el mostrador.

Mientras volvía, oí que Julia le hablaba entusiasmada del Sky Launch a su socio, que estaba de espaldas a mí.

—Es un club increíble, cariño. Toda una joya.

Así que «cariño», ¿eh? No debían ser socios solo en el trabajo.

—Además, así estableceremos una conexión con Industrias Pierce y eso para nosotros supone una gran ventaja. Tenemos que conseguir este trato. Ya se me han ocurrido algunos a los que les gustaría este lugar. —El tono de Julia reflejaba la misma emoción que yo sentía ante nuestra inminente aventura empresarial—. Los Frederick, por ejemplo.

Julia vio que me acercaba a ellos.

—Aquí está. Alayna Withers. Quiero presentarte a mi novio y socio de Party Planners Plus…

Su socio se dio la vuelta para mirarme y casi me quedé sin respiración mientras Julia terminaba su presentación:

—Paul Kresh.

El corazón se me paró. Literalmente, dejó de latir durante unos segundos. Paul Kresh, el hombre al que yo había acosado y aterrorizado. ¡Ay, Dios mío! Tenía una orden de alejamiento. No podía acercarme a menos de treinta metros de él. Se quedó petrificado por la impresión, igual que debía estar yo.

«Joder».

Ahí se iba mi colaboración empresarial con Party Planners Plus.

Julia continuó hablando sin darse cuenta de que pasaba algo raro entre su novio —así era como ella le había llamado— y yo.

—Paul, esta es Alayna, la… Espera.

Se interrumpió y temí que hubiera notado algo, que hubiese atado cabos al ver su expresión cuando mencionó mi nombre. Si sabía de mi existencia, pronto lo iba a demostrar.

Pero cuando volvió a hablar sus palabras fueron inofensivas:

—Perdona, ni siquiera sé cuál es tu cargo.

Se rio y yo parpadeé extrañada al oírla en contraste con el pánico que me estaba recorriendo las venas.

David y yo habíamos decidido el nombre oficial de mi puesto tan solo un día antes, pero yo me había quedado tan estupefacta por la llegada de Paul y la falta de información de Julia que tardé un momento en responder.

—Directora de eventos y promociones.

No sabía si debía estrecharle la mano o salir corriendo. Si debía actuar como una vieja amiga o como si no nos conociéramos.

Paul tomó la decisión por mí. Con una fría sonrisa extendió su mano.

—Encantado de conocerte.

Su tono era serio. No sabía si dominante y firme como el de Hudson, pero impasible de todas formas.

Estreché su mano y mis dedos rodearon los suyos sin apretarlos.

—No, el placer es mío.

Eso es lo que se dice a unos nuevos socios cuando se les conoce, ¿no? Porque nada de lo que se me ocurría parecía más correcto e inofensivo. ¿Había sonado como si estuviera flirteando? Porque no lo estaba. En absoluto. Mi cuerpo no experimentaba ningún interés por él aparte del de estar muy lejos.

Yo aparté la mano primero, pues no estaba dispuesta a tocarle más tiempo del necesario.

—Paul, tienes que ver este lugar. ¿Podemos repetir la visita? —Ella me miró con los ojos abiertos de par en par, expectante.

«Joder, no». Eso es lo que quería contestar. Lo que debía decir. Pero estaba bloqueada y no se me ocurrió ninguna respuesta.

Una vez más, Paul vino a rescatarme.

—Cariño, la verdad es que deberíamos irnos ya.

Ella le agarró de la muñeca y la giró para mirar su reloj.

—Sí, tienes razón. Los detalles de última hora y todo lo demás. ¿Te importa si voy al baño un momento antes de salir?

Pestañeó dos veces mirándome antes de que me diera cuenta de que la pregunta iba dirigida a mí.

—En absoluto, está al subir la rampa, a la…

—Lo recuerdo —me interrumpió.

Vi cómo Julia subía la rampa y desaparecía por la esquina. En ese momento, recuperé la voz. Las palabras cayeron como las gotas de sudor que bajaban por la parte posterior de mi cuello.

—Paul, no tenía ni idea, lo juro. No sabía que Julia fuera tu socia, que tú trabajabas en Party Planners Plus ni que vendrías aquí hoy ni nunca. Habría anulado la reunión si hubiese aparecido tu nombre en algún lugar de la página web de vuestra empresa. ¿Cómo narices iba a saber que te ibas a convertir en organizador de eventos? Porque cuando te conocí eras contable de aquella estúpida empresa de la calle Cuarenta y Siete…

—Calla, Alayna. —Dejó escapar un suspiro mientras se pasaba las manos por el pelo—. Sé que no has planeado esto. No hay modo alguno de que lo hubieses sabido. —No estaba segura de si estaba reconociendo mi inocencia en cuanto a aquella reunión o si estaba tratando de tranquilizarse—. Sigo sin ser socio oficialmente. He estado llevando la contabilidad de Julia y recientemente hemos decidido… —Dejó caer la mano a un lado—. De todos modos, eso no es lo importante, sino…

—Que no podemos trabajar juntos bajo ningún concepto, lo sé. —Nada más decirlo, se me cayó el alma a los pies, porque veía que mis planes de formar equipo con Julia explotaban como un globo—. La orden de alejamiento era de cinco años y creo que aún quedan dos.

—Algo menos de dos años —me corrigió—. Pero eso no importa. Tenemos que trabajar juntos en cualquier caso.

—¿Qué? —Creo que di literalmente un salto por la sorpresa.

Se volvió a pasar la mano por su pelo rubio oscuro, como siempre hacía cuando estaba estresado o exasperado.

—No puedo echar a perder este negocio, por Julia. Ha contratado recientemente a trabajadores nuevos y está tratando de ampliar su negocio. Es un buen momento para ella, pero necesita contactos como este club. Contactos con gente como Hudson Pierce.

—Pero yo no puedo estar cerca de ti y mucho menos trabajar contigo.

Que saliera a relucir el nombre de Hudson me hacía aún más incómodo estar a solas con Paul Kresh. No me gustaba que Hudson estuviese relacionado con mis errores del pasado. Estaba incumpliendo gravemente la orden de alejamiento y ya la había quebrantado una vez. Apreté las manos a ambos lados del cuerpo y clavé las uñas en mi piel al pensar lo que ocurriría si la policía se enteraba.

—No voy a denunciarte —dijo Paul, como si me estuviese leyendo la mente—. No lo sabías. Y no voy a decir nada. —Entrecerró los ojos—. A menos que aparezcas en mi casa o en mi oficina…

—¡Eso no va a ocurrir! —Junté las manos y me las llevé a los labios, calmándome antes de volver a hablar. Conté hasta diez a una velocidad de vértigo—. Ya no soy así. Estoy mejor. Pasé por una terapia. Ni siquiera he pensado en ti desde… —Desde la noche anterior, cuando le hablé de él a Hudson—. En fin, estoy mejor. Y estoy con alguien.

Estaba mucho mejor. Hubo un tiempo en el que me habría sentido aturdida y destrozada al pensar lo más mínimo en Paul Kresh. Ahora no era nada más que un error. Un problema que estaba deseando quitarme de en medio.

—Bien. Es una buena noticia. Me alegra saber que estás mejor. —Paul me miró de arriba abajo—. Te creo. Tienes mejor aspecto. No sé…, como más sano.

—Gracias.

El hecho de haberme recuperado emocional y físicamente había mejorado mi forma física. Había ganado peso, sobre todo músculo, y el tono de mi piel había mejorado.

Paul parecía estar apreciando esos cambios y el estómago se me retorció y me entraron ganas de vomitar.

Debió de sorprenderle darse cuenta de que me estaba mirando fijamente, porque de repente apartó la mirada para dirigirla hacia la rampa por donde Julia había desaparecido.

—Oye, Julia no sabe nada de ti ni de Melissa, ni que estuve prometido antes.

—Bien. Las relaciones con secretos son las mejores —comenté sarcástica.

No hizo caso a mi comentario.

—Tendremos que limitarnos a dejar el pasado enterrado. No decir nada de que nos conocíamos antes de hoy. Podemos hacerlo. Sé que puedes. —Su tono era ácido, como si tuviera un mal sabor de boca—. Siempre se te dio bien actuar como si todo marchara perfectamente.

Contuve el deseo de darle una patada en la espinilla.

—Paul, esto no es una buena solución. De hecho, me parece muy mala idea.

Dio un paso hacia mí y me apuntó con un dedo.

—Me lo debes. Al menos me debes esto. ¿No crees?

Joder. Así me convenció. ¿No le debía mucho más? Desde luego, se había comportado como un cretino en cada oportunidad que tuvo, pero eso no justificaba el modo en que invadí su vida. Y poder compensarle, hacer borrón y cuenta nueva… sonaba tremendamente apetecible.

En contra de todas las alarmas que se encendieron en mi mente, pronuncié unas palabras que esperaba no tener que lamentar nunca:

—De acuerdo. —Tragué saliva y lo repetí—: De acuerdo. Fingiré que nos acabamos de conocer.

—Bien. De todos modos, vas a trabajar sobre todo con Julia. No nos vamos a ver. No debe suponer ningún problema.

Me puse la mano sobre el estómago revuelto y asentí débilmente.

—¡Hola, Alayna! —Esta voz femenina procedía de la dirección contraria a la que había tomado Julia.

Miré de reojo y vi a Celia dirigiéndose hacia nosotros. ¿De verdad podía complicarse aún más ese día? ¿Podía aparecer más gente con la que se suponía que no debía estar?

—¿Qué…, qué haces aquí? —Mi voz sonó aturdida.

—No me llamaste para tomar café y, como no tenía tu número, me he pasado por aquí.

No la había llamado porque Hudson y yo habíamos acordado que no la veríamos sin que estuviese el otro delante. Desde luego, no me esperaba que apareciera de pronto. Además, ¿cómo había entrado? Fruncí el ceño. La puerta estaba cerrada con llave y así debería haber seguido después de que Julia dejara entrar a Paul. Quizá no habían cerrado bien la puerta.

—¿Cómo sabías que estaba aquí?

¿Tenía la cabeza hecha un lío o su aparición era tan incomprensible como la de Paul?

—Me lo ha dicho Jordan.

Claro, sus infinitas conexiones con la vida de Hudson. ¿Por qué me seguía sorprendiendo?

—¿Pasa algo? —La pregunta de Celia mostraba preocupación.

—No…, yo…, bueno… —Me dolía la cabeza, me dolía el estómago, tenía la boca seca y sentía que estaba temblando—. No pasa nada.

Seguí la mirada inquisitiva de Celia a Paul. Ah, sí. El jodido Paul.

—Celia, este es mi futuro socio, Paul Kresh. —Me giré hacia Paul sin poder mirarle a los ojos—. Esta es una amiga de mi novio, Celia Werner.

Paul la miró sorprendido.

—Werner, ¿como Warren Werner?

—Ajá. —Celia se enderezó al oír el nombre de su padre, dispuesta a ser el centro de atención, que era para lo que la habían educado.

Paul sonrió.

—Una vez organizamos un evento para tu madre. La verdad es que no llegamos a hablar, pero te vi por allí.

—¿Para qué empresa dices que trabajas?

—Party Planners Plus. Mi novia es la propietaria y yo me he unido como socio hace poco. —Los ojos de Paul se movieron hacia la rampa—. Aquí viene. —Dirigió su atención hacia su novia—. Julia, esta es Celia Werner. ¿Recuerdas aquel evento que realizamos para Madge Werner?

Los ojos de Julia se iluminaron.

—Claro. Fue en el MoMA la primavera pasada.

—Ah, fuisteis vosotros. Qué bien conoceros. Fue precioso, aunque mi madre no diga lo mismo.

Julia y Paul intercambiaron una mirada que mostraba que debía de haber alguna historia oculta. Sinceramente, aunque en condiciones normales yo tendría curiosidad por aquel cotilleo relativo a la madre de Celia, en ese momento no había nada que me importara menos. Había demasiadas facetas conflictivas de mi vida concentradas en un mismo lugar: Celia y Paul intentando echar por tierra mi primer gran negocio para el club. De nuevo sentí deseos de vomitar.

—Espero que no os importe, pero, como ha dicho Paul, tenemos que irnos. —Julia lanzó una sonrisa luminosa—. Ha sido estupendo conoceros.

Me esforcé en recobrar mi entusiasmo anterior, de cuando estábamos Julia y yo solas.

—Lo mismo digo. Prepararé algunas ofertas de tarifas y me pondré en contacto contigo mañana.

—¡Perfecto!

Paul parecía dispuesto a marcharse sin decirme nada hasta que Julia le lanzó una mirada severa.

—Sí, estamos deseando trabajar contigo. Un negocio conjunto sería beneficioso para ambas partes.

Leí lo que subyacía bajo sus palabras, una advertencia de que debía seguir su ridículo plan y fingir que no nos conocíamos.

—Desde luego, eso espero —respondí con mi rostro adornado por una sonrisa profesional.

Contuve la respiración hasta que la puerta se cerró después de que hubieran salido Julia y el inoportuno fantasma de mi pasado. Entonces dejé escapar una lenta exhalación.

—¿Qué demonios es todo esto?

Uno de los factores estresantes había desaparecido, el otro permanecía a mi lado. Al menos no me podían arrestar por hablar con Celia.

Subí la rampa en dirección a la zona principal del club con la esperanza de poder escapar de algún modo de mi ataque de ansiedad.

—Laynie… —insistió Celia siguiéndome los pasos.

Me encogí de hombros.

—No sé de qué me hablas.

—Podía cortarse el aire con un cuchillo.

Abrí la boca para negarlo, pero ¿qué sentido tenía?

—¿Tanto se notaba?

—Sí. Mucho. ¿Quieres que hablemos de ello?

Me detuve.

—Ah, has dudado. —Sus ojos parpadearon ante la expectativa de un cotilleo—. Vamos a hablarlo. Pero no aquí. Con un café.

Me pasé los dedos por las cejas tratando de aliviar la vibración que sentía bajo los ojos.

—De acuerdo.

No tenía fuerzas para discutir ni para inventarme una excusa. Además, necesitaba tomar algo y, como era demasiado pronto para una copa, el café serviría como buen sustituto.

—¡Estupendo! Seguro que tendrás que cerrar todo. Voy a la cafetería de al lado para conseguir una mesa.

Quince minutos después, Celia y yo estábamos sentadas en mi cafetería preferida de Columbus Circle. Yo ya me había bebido la tercera parte de mi expreso doble con hielo. Me estaba dando cuenta de que quizá la cafeína fuera exactamente lo contrario de lo que necesitaba ahora que mi temblor había aumentado hasta convertirse en verdadero canguelo.

Hasta ese momento, Celia había copado la conversación con temas sencillos sobre los que fui capaz de responder con frases de una o dos palabras. Mientras tanto, mi cabeza daba vueltas incapaz de concentrarse en nada durante mucho rato. De lo único que estaba segura era de que no debía estar tomando café con Celia Werner. Ni hablar.

—¿Y quién era ese tío?

Me balanceé adelante y atrás en mi silla.

—Nadie. Un cliente.

—Eso es mentira y lo sabes. He notado todas esas extrañas vibraciones.

Posó los ojos en mí, pero yo no estaba dispuesta a responder nada más que con un encogimiento de hombros. Además, ¿qué le iba a decir? Hudson ni siquiera quería que hablara con ella y mucho menos que le contara cosas importantes. Si le explicaba lo de Paul, ¿qué pasaría si se lo contaba a Hudson?

«Mierda, mierda, mierda». Hudson.

Estaba segura de que no aprobaría que yo trabajara con Paul Kresh. Y no se trataba precisamente de algo que yo pudiera ocultar. Al fin y al cabo, Hudson era el propietario del club. Joder, joder, joder.

Ajena a la confusión que había en mi mente, Celia probó con otro método para sacarme lo que quería.

—Lo entiendo, en serio. Está muy bueno y no me importaría meterlo en mi cama una noche o doce.

Sofoqué una risa.

—Pues buena suerte. Su socia es también su novia. —Pero Paul también estaba prometido cuando había ligado conmigo—. Aunque, pensándolo bien, quizá tengas alguna posibilidad.

—Está claro que hablas con conocimiento de causa.

«Ni que lo digas». Sabía todo lo que se pudiera imaginar en lo referente a Paul Kresh. Conocía sus costumbres, sus comportamientos, la hora a la que salía a hacer ejercicio… Detalles de su vida que me había esforzado con tanto tesón en memorizar que era imposible olvidarlos. Tener todo aquello guardado en mi interior no ayudaba. Había aprendido a soportarlo hablando de ello. Necesitaba hablar.

—Cuéntamelo. Sabes que estás deseando hacerlo.

Celia tenía razón. Sí que quería contárselo. Así que lo hice.

Hudson le había comentado a Celia algunos aspectos de mi pasado, pero yo no sabía qué, así que le conté todo. Cuando terminé, se quedó en silencio con los ojos abiertos de par en par durante varios segundos.

—¡Joder! —exclamó al fin.

—¿Qué?

—Puf. No sé qué decir. —Respiró hondo y se incorporó en su asiento—. ¿Hudson lo sabe?

—Sabe lo de la orden de alejamiento, claro. Te lo había contado él, ¿no?

Asintió.

—Mencionó algo de eso.

Traté de no sentirme avergonzada por habérselo contado a Celia. Había supuesto que ya lo sabía. Era lógico que él se lo hubiese dicho. Ella había participado en la farsa que habíamos intentado montar para engañar a Sophia y supuse que era importante que Celia conociese todos los detalles.

En fin. No importaba qué hubiese dicho Hudson ni por qué, pues ahora se lo había contado todo a Celia yo misma.

—Pero no sabe que he visto hoy a Paul. Yo no sabía que iba a reunirme con él hasta que ha aparecido. Ahora no sé qué hacer.

Le di un sorbo a la pajita de mi café con hielo, que ya era casi agua.

—La solución más obvia es no trabajar con él. Eso es lo que tengo que hacer. Y Paul puede decir lo que quiera, pero no debo ponerme a mí misma ni al Sky Launch en esa situación tan arriesgada.

—¡Ahí lo tienes! Lo has solucionado. —Los ojos de Celia se entrecerraron como si se lo estuviese pensando—. Pero…

Yo tenía una enorme cantidad de «peros» que me atravesaban la mente. Pero trabajar con Paul sería bueno para el club. Pero yo se lo debía. Pero él se podría enfadar y meterme en líos si no aceptaba sus planes. Pero yo quería que Hudson pensara que podía hacer algo bueno por su club…

Me pregunté cuál sería el «pero» de Celia.

—Pero ¿qué?

—Party Planners Plus está adquiriendo importancia en la ciudad. Es imposible agradar a mi madre y estaba casi feliz por lo que habían organizado en el MoMA. Eso es decir mucho. Harían cosas estupendas en el club. —Le dio un sorbo a su café con leche desnatada—. Y Hudson estaría orgulloso.

—¿Me estás leyendo la mente?

—Simplemente estoy siendo lógica —respondió con una sonrisa. Dejó su vaso en la mesa y pareció adoptar una actitud conspiradora—. ¿Tendrías que trabajar con Paul codo con codo?

—No. Creo que podría entenderme únicamente con Julia.

—Podrías incluir esa cláusula en el contrato que firmaras con ellos.

—Pero ¡Hudson se pondría como un loco! ¡Mi hermano se pondría como un loco! —exclamé antes de recordar que había echado a Brian de mi vida—. En realidad ya no me hablo con mi hermano, pero se desvivió por sacarme de todo aquel desastre con Paul.

Celia no parpadeó.

—No se lo digas. No se lo cuentes a ninguno de los dos.

—¿Cómo voy a ocultarle a Hudson lo de Paul? ¡Es el dueño del club!

—Tu contacto va a ser su novia, ¿no? Si Hudson acaba viendo los papeles, lo cual es poco probable, figurará Party Planners Plus. Si recuerdo bien, Paul ni siquiera es realmente propietario. Legalmente está todo a nombre de Julia.

—Sí, sí. Es verdad. —Estaba impresionada. A Celia se le daba muy bien diseñar estrategias—. Pero, por si acaso, quizá debería contárselo a Hudson.

—Puedes decírselo. Pero si conozco a Hudson, y lo conozco, no habrá modo de que te deje firmar ese contrato. Es demasiado protector con todas las cosas que considera suyas. Y en este caso no solo se trata del Sky Launch, sino de ti.

Mi lado feminista quería cabrearse por ser considerada como el objeto de un hombre, pero mi lado enamorado, el que más dominaba en ese momento, se ruborizó.

—Lo sé. Pero vale la pena intentarlo.

—Pues tienes dos opciones: olvidarte del contrato u olvidarte de contárselo a Hudson.

No me gustaba ninguna de las dos opciones. Pero quería aquel contrato. Con todas mis fuerzas. Tanto que casi podía saborearlo. Y creía que era una forma de compensar a Paul, lo que hacía que la decisión fuera aún más apetecible.

—No se lo diré. Trabajaré con Party Planners y Hudson no se enterará.

—Entonces yo tampoco se lo diré. —Levantó el dedo meñique extendido—. Lo juro.

Su promesa me hizo sentirme mejor. Sentí que tenía a alguien de mi parte, que era menos probable que aquella mentira fuese a estallarme en la cara.

—Gracias. Hablar contigo me ayuda a verlo más claro.

—Claro que sí. —Sonrió como si supiera que era adorable sin tener que disculparse por ello—. Oye, ¿por qué no me has llamado por la mañana?

Di otro sorbo a mi café aguado mientras pensaba si debía contarle la verdad o inventarme alguna excusa. Después de haberme sincerado en todo lo demás, me decidí por la verdad.

—Pensaba que no era una buena idea verte. Hudson no se mostró muy feliz cuando supo que habíamos estado charlando ayer.

—Ya me lo imaginaba. —Se frotó los labios entre sí y me pregunté cómo conseguía mantener su brillo tan fresco en todo momento—. Pues te digo una cosa —continuó un momento después—: tampoco tenemos que contarle esto. Yo no le dije a Jordan que iba a venir a verte, así que estoy segura de que no le dirá nada. Tú también puedes hacer lo mismo.

Esa idea se me había pasado por la mente, pero solo fugazmente.

—No estoy segura de que me parezca bien ocultárselo.

La lista de cosas que no le iba a contar a Hudson se estaba volviendo mucho más larga de lo que me parecía aceptable. Mi pasado con David, trabajar con Paul y ahora verme con Celia a sus espaldas. Miré el reloj. Era poco después de la una. ¿Demasiado pronto para una cerveza?

—Claro, lo entiendo. No te estoy animando a que tengas secretos con él ni nada de eso, pero es tan raro en lo que tiene que ver contigo… Protector o algo parecido. La última vez que hablé contigo estuvo enfadado varios días. Cree que te voy a poner en su contra o algo así. —Puso los ojos en blanco—. Pero es decisión tuya. Simplemente, comunícamelo para que las dos hagamos lo mismo.

—Vale.

Pero decidí contarle a Hudson lo de Celia. Se suponía que estábamos esforzándonos por ser sinceros y dos secretos ya eran demasiado pesados sin tener que añadir un tercero.