Capítulo diecinueve

Los encontré en la sala de estar, tan cerca el uno del otro que solo tendrían que inclinarse un poco para besarse. Desde mi posición, solo podía ver claramente la cara de Hudson y no parecía estar a punto de besar a nadie. Parecía estar a punto de estrangular a alguien.

Un rayo en el que se mezclaban celos, dolor y confusión me atravesó el cuerpo. Y de traición. Habíamos prometido no ver a Celia sin estar los dos presentes. Yo también le había traicionado en ese aspecto. Me merecía saber a qué sabía aquello. Sabía a mierda.

—¿Por qué iba a inventárselo Celia?

Estaba tan ensimismada en la escena que tenía delante de mí que no me había dado cuenta de que Celia y Hudson no estaban solos. La voz que atrajo mi atención pertenecía a Sophia. Sentado a su lado en el sofá se encontraba Brian. ¡Mierda! Y Jack estaba en la ventana, de espaldas a la sala.

Qué cojones era aquello.

—Porque eso es lo que hace siempre. —Jack se dio la vuelta—. Y muchas de esas preguntas pueden aclararse ahora, porque ha llegado la persona en cuestión.

Todos los ojos de aquella habitación se giraron hacia mí.

—¿Qué está pasando?

Yo dirigí mi pregunta solo a Hudson.

—Alayna…

Su tono de voz reflejaba tanta tensión como su cuerpo, pero un destello de luz pasó por sus ojos al verme.

Celia entró en mi campo de visión; su expresión era severa.

—Se lo he contado. Lo saben.

—Celia, basta ya —dijo Jack.

—¿Qué es lo que saben?

El vello de los brazos se me puso de punta. Sentía el hormigueo de la electricidad en el aire que nos rodeaba.

Nadie respondió.

Jack miró alrededor de él con expresión incrédula.

—¿Vas a decírselo, Celia? Es justo que ella lo oiga de boca de su acusadora.

Sophia lo miró boquiabierta.

—¿Estás llamando chivata a Celia?

—Maldita sea, Laynie. Sabía que esto iba a pasar. Lo sabía.

Brian se puso de pie y empezó a caminar por la habitación.

—Cierra la boca, Brian. —Avancé un paso hacia el centro de la habitación—. ¿Qué está pasando?

Celia intercambió una mirada con Sophia.

—Necesitas ayuda, Laynie. —Celia agarró la mano extendida de Sophia en busca de apoyo—. Quiero que sepas que no estoy enfadada contigo y que no te culpo de nada…

—¿De qué coño estás hablando?

Aunque seguía sin entender lo que estaba ocurriendo, había algo que, de repente, quedaba claro: aquello era una confrontación. Un careo conmigo.

—Muy bien. —Jack cruzó la habitación para acercarse a mí—. Como tú no vas a explicárselo, tendré que hacerlo yo. Laynie, sabes que me gusta verte. Siento que sea en estas circunstancias tan absurdas.

Puso sus manos sobre mis brazos y, pese a que estaba al otro lado de la habitación, noté que Hudson se encrespaba.

—Celia ha aparecido esta mañana en nuestra casa y se ha agarrado una pataleta lanzando unas acusaciones escandalosas sobre ti. Después ha llamado a Hudson y a tu hermano. —Jack miró a Brian—. Y han montado todo este espectáculo. Por suerte, yo estaba por allí y he podido venir para tratar de imponer algo de lógica a estas personas que la están escuchando —concluyó girándose hacia los demás al tiempo que su voz y su cuerpo se hacían más firmes.

—¿Qué está diciendo de mí?

En el fondo sabía la respuesta sin necesidad de oírla, pero contuve la respiración esperando con toda mi alma estar equivocada.

—Que has estado acosándola.

Las rodillas se me doblaron y Jack me ayudó a sentarme en el sillón.

—Dios mío.

Celia levantó su teléfono en el aire.

—Tengo la prueba. Llama varias veces y cuelga. Está en mi registro de llamadas.

«Clic». Ahora tenía sentido. La razón por la que me había dicho que llamara varias veces, por la que había cogido mi teléfono en el restaurante A Voce. Quería la lista de contactos del teléfono. Me había engañado. Sentí un zumbido en la cabeza al darme cuenta.

—¿Laynie?

Miré a Brian, que estaba de brazos cruzados esperando una explicación.

¿Cuántas veces había visto aquella mirada en el rostro de mi hermano? ¿Cuántas veces le había prometido que nunca más le volvería a causar un daño así? Aunque yo había mantenido mi promesa, ahí estaba él con la misma expresión. Era insoportable.

Tragué saliva para deshacer el nudo de mi garganta.

—Sí que lo he hecho. Pero solo porque ella me pidió que la llamara varias veces.

—Eso es ridículo —se burló Celia—. ¿Por qué iba a pedirle que lo hiciera?

—Me dijo que no le funcionaba bien el teléfono. —Aquello sonaba absurdo incluso para mis propios oídos—. Me dijo que cuando quisiera localizarla debía llamar varias veces hasta que respondiera.

Celia no dejó que nadie tuviera oportunidad de sopesar mi explicación.

—También me ha estado siguiendo por la ciudad, a sitios donde he estado trabajando. He estado en el Fit Nation y mi guardaespaldas la ha visto hoy en la cafetería que hay allí durante casi una hora. Y cuando he llamado a la recepción ella me había dejado un mensaje.

—Me ha tendido una trampa —dije más para mí misma que para los demás—. Estúpida, estúpida, estúpida.

Mira me había advertido con respecto a ella. Y Stacy, la dependienta de la tienda de ropa. Incluso Hudson me había dicho que no debía quedar con Celia. Yo no les había escuchado. «Qué estúpida».

—También los camareros de A Voce pueden confirmar que Alayna entró y se sentó conmigo cuando yo estaba a punto de comer el otro día.

—¿Qué? ¿Les has pagado para que digan eso? —Escupí mis palabras.

—No he tenido que hacerlo. Es la verdad.

Nuestro almuerzo de ese día había transcurrido sin incidentes. Si no les había pagado, era probable que le hubiera dicho a la camarera que iba a comer sola. Así, cuando yo llegué, parecería como si hubiera irrumpido en su almuerzo. Y me había ido antes que ella. Podría haber acorralado a la camarera y haberse quejado de mí describiéndole la escena de otro modo.

Jack se apoyó en el brazo de mi sillón.

—¿Y qué hiciste, Celia? ¿Informaste a los de seguridad?

—No quise ser maleducada.

Sus ojos azules resplandecían. Estaba disfrutando con aquel juego que se traía entre manos. ¿Era todo aquello un ardid para conseguir a Hudson y deshacerse de mí? ¿O se estaba vengando de él por haberla engañado unos años atrás?

O lo que era peor de todo, ¿había aprendido de él las técnicas de manipulación? ¿Habían montado juntos ese juego?

Miré a Hudson. No había vuelto a hablar desde que pronunció mi nombre a mi llegada. Su expresión era fría, sin mostrar emoción alguna. No estaba segura de qué lado estaba él. Y eso me preocupaba. Debería estar de mi lado, ¿no? Desde el primer momento.

—Es mentira —dije solo para Hudson, sin importarme si alguien más me creía—. Está mintiendo. Estuvimos comiendo juntas. Ella me invitó.

—También me acosó en el baño —añadió Celia—. En tu cumpleaños, Sophia.

—¡No!

Celia apoyó una mano sobre el brazo de Hudson.

—Te lo dije esa noche, ¿recuerdas?

—No necesito que me lo recuerdes.

Apartó el brazo de la mano de Celia y me animé al ver aquella pequeña victoria. Ella fingió no inmutarse por el rechazo de él y miró a Sophia, su aliada.

—En ese momento tampoco quiso creerme.

—Está cegado por el sexo —contestó Sophia—. Ha perdido el contacto con la realidad.

Ignoré las palabras de Sophia.

—¿Te dijo que la había acosado? —pregunté buscando con la mirada a Hudson, pero él mantuvo los ojos fijos en el suelo.

Recordé que la noche del cumpleaños de Sophia, cuando salí del baño, Celia estaba hablando con Hudson. Después de aquello, él se había mostrado introvertido. ¿Era ese el motivo? ¿Porque ella me había acusado de acoso?

—¿Por qué no me dijiste nada, Hudson?

No respondió, pero se me ocurrió un motivo para no contármelo: porque yo no le había contado nada a él. Dios, los secretos que nos habíamos guardado ahora podían destruirnos.

El estómago se me revolvió como si fuese a vomitar.

—Fue ella la que vino a hablar conmigo en el baño. Yo entré primero, ¿recuerdas? Y no hubo ningún acoso. —Chasqueé los dedos porque de repente recordé que tenía pruebas de cómo había sido realmente la conversación que habíamos mantenido—. ¡Mira estaba en uno de los reservados en ese momento! Ella confirmará lo que estoy diciendo.

Celia titubeó durante medio segundo.

—Mira siempre me ha odiado. Mentiría con tal de perderme de vista.

Jack soltó una carcajada.

—Dios mío, Celia, ¿ahora vas a meter a Mira en esto? ¿Tan vulgar puedes llegar a ser?

Sophia reprendió a su marido:

—Deja de atacar a la víctima.

—Celia es cualquier cosa menos una víctima.

El tono de Jack indicaba que se refería a muchas cosas más. Estaba claro que él mismo había tenido algún problema con la hija de los Werner. En otras circunstancias, yo habría estado rabiando por saber más.

Celia soltó un suspiro, el tipo de suspiro que no expresaba nada más que llamar la atención.

—Por favor, Sophia, no me consideres una víctima. No me estoy quejando. De verdad. Simplemente, estoy… asustada. —Retorcía las manos delante de ella—. Supongo que es culpa mía. Un día me pasé por el club. Estaba por el barrio y pensé darle una muestra de simpatía. Ella me pidió que fuéramos a tomar un café. Fui con ella, pero ahora me arrepiento. Parece que aquel fue el detonante. Me suplicó que no te dijera que nos habíamos visto. —Volvió a mirar a Hudson—. Debería habértelo contado de inmediato. Lo siento.

Mi único consuelo fue ver que Hudson se negaba también a mirarla a los ojos.

—Eso es ridículo. Fuiste tú quien me sugirió que no se lo contara a Hudson. —¿Por qué le estaba dando a Celia la satisfacción de dirigirme a ella?—. ¡Lo está tergiversando todo!

Hudson se levantó y se fue al otro lado de la habitación a mirar por la ventana.

Celia le siguió y le puso una mano en el hombro. De nuevo él hizo un gesto para apartarse.

Ella enderezó la espalda.

—No sé si sabes esto, Hudson, pero cuando hablé con ella ese día estaba obsesionada con un tipo del pasado. Paul no sé qué, creo. Estaba intentando firmar un acuerdo con su empresa para poder estar cerca de él.

La rabia me recorrió el cuerpo como si fuese un fuego incontrolado.

—Puta de mierda.

Jack puso una mano sobre la mía para intentar calmarme.

Celia se acercó más a Hudson.

—Solo he venido porque me preocupa que Laynie no reciba la ayuda que necesita. Tienes que ayudarla, Huds.

Todo mi campo de visión se volvió de color rojo.

—La única ayuda que voy a necesitar es un equipo de limpieza para cuando termine de destrozarte esa bonita cara.

Salté a trompicones desde mi sillón. En un instante tuve a Jack y a Brian a ambos lados sujetándome.

—¡Laynie! —me conminó Brian.

Jack fue más suave:

—Tranquilízate. La violencia no va a arreglar nada, aunque podría sentar bien.

—¿La has oído, Hudson? —Sophia se puso de pie y miró hacia la espalda de su hijo—. Ha amenazado a Celia delante de todos.

—Madre, no te metas en esto.

Yo me agarré a las palabras de Hudson como si fuesen una tabla de salvación.

—Hudson, tienes que deshacerte de ella. Es una persona peligrosa. Celia me ha confesado que tiene antecedentes penales. ¿Por qué demonios, entonces, dejas que entre en tu vida si sabes eso de ella?

—Cállate, madre.

Hudson se dio la vuelta y pasó junto a las dos mujeres. Se detuvo en el centro de la habitación. No supe interpretar todo lo que expresaba su rostro, pero, desde luego, sí que pude ver reflejado en su cara lo único que me había dicho tantas veces: «Estoy contigo».

La voz de Sophia sonó amortiguada y lejana mientras yo permanecía aferrada a la seguridad de los ojos de Hudson.

—Es lógico que se haya obsesionado con Celia. Sabe que estáis hechos el uno para el otro, Hudson, y está celosa. Celia se quedó embarazada de tu hijo. No puede competir con eso por mucho que…

Jack me soltó el brazo.

—¡Cierra la puta boca, Sophia! Ni siquiera era hijo de Hudson. Era mío, bruja ignorante.

En ese momento mi conexión con Hudson se rompió mientras se desataba todo un infierno.

La piel de Celia se volvió cenicienta.

El rostro de Hudson se llenó de rabia.

—¡Joder, Jack!

Si no hubiera estado tan aturdida por las acusaciones que había sufrido antes, habría participado también en aquel espectáculo. En lugar de eso, me quedé inmóvil observando horrorizada cómo se desvelaba aquel secreto a la velocidad de un rayo.

—Soy yo quien debe explicarlo —dijo Jack—. Y ya estoy harto de esta continua mentira.

—No contamos esa mentira por ti —intervino Hudson.

—Nunca he pensado que fuera por mí. Lo hicimos para salvarle el culo a Celia. Y estoy seguro de que en parte fue también porque querías proteger los sentimientos de tu madre. Dios sabe por qué te importa tanto lo que ella sienta cuando es obvio que a ella no le importa nada lo que sientas tú.

—No lo entiendo.

Sophia se hundió en el sofá.

Ahora le tocaba a Celia ser la que la consolaba:

—Sophia, lo siento mucho. Fue un error. Estaba borracha. Fue hace mucho tiempo.

Jack se rio.

—No estabas tan borracha. Y sé qué es lo que estáis pensando todos, pero fue ella quien me sedujo, no al revés.

—¿Tu hijo no era de Hudson?

Sophia no quería creerlo. Me di cuenta por su tono de voz.

Celia siguió suplicando perdón.

Jack se acercó a la barra y empezó a prepararse una copa mientras hablaba sin dirigirse a nadie en particular.

—Hudson se ofreció porque sabía que el padre de Celia enloquecería por la diferencia de edad, aunque el mismo Warren ha tenido amantes bastante jóvenes. Sin embargo, es distinto cuando se trata de tu hija. En cualquier caso, Hudson dijo que por alguna razón se sentía responsable. Nunca supe por qué.

Se dio la vuelta para dirigir la mirada hacia la habitación con una copa en la mano y el decantador en la otra.

—Pero os voy a decir una cosa: no puedo demostrarlo, pero apostaría mi vida a que todo fue una estratagema. Ella sabía que Hudson asumiría la paternidad del bebé. Esa fue, además, la única razón por la que ella llamó a mi puerta. Para atraparlo.

—Eso es rastrero, Jack —protestó Celia furiosa.

—Mira quién fue a hablar —dije yo en voz baja sin querer llamar la atención.

De todos modos, ella me oyó.

—No olvidemos por qué estamos aquí. No es para hablar del pasado, sino del futuro de Laynie.

—Creo que por el momento ese asunto va a quedar en suspenso —sentenció Jack mientras le llevaba la copa de líquido ámbar a su esposa.

Sophia la cogió con manos temblorosas.

—¿Tú y… Celia?

—No te hagas la sorprendida. Hace años que no somos fieles el uno con el otro.

Sophia dio un largo trago a su copa. A continuación, se puso de pie y le lanzó el resto a Jack a la cara.

—Cabrón desalmado. Yo siempre te he sido fiel.

Jack se limpió el bourbon de los ojos.

—Te regalo una palabra, cariño: Chandler.

—Chandler es tuyo. No sé por qué no se te parece. Pediré un análisis de sangre para demostrarlo, si quieres. Y, a pesar de la multitud de aventuras que has tenido con el paso de los años, nunca pensé que caerías tan bajo como para acostarte con la novia de tu hijo.

—¡Ella nunca ha sido mi novia! —exclamó Hudson.

Al mismo tiempo, su padre dijo:

—¡Ella nunca ha sido su novia!

Aquella situación había pasado de ser sorprendente a incómoda.

Brian se fue acercando poco a poco a mí.

—¡Vaya! Esta familia está bien jodida.

Su comentario me pareció curiosamente gracioso viniendo de boca de mi hermano. Nuestra propia familia, con nuestro padre alcohólico, nuestra madre distante y yo, su hermana, con un trastorno mental, siempre me había parecido la definición perfecta de familia bien jodida. Sin embargo, los Pierce hacían que pareciéramos la tribu de los Brady.

Le dediqué a Brian una sonrisa irónica.

—Ya te digo.

Completamente jodida. Y no me supe explicar por qué seguía estando allí.

Así que me fui.

Las manos me temblaban durante todo el trayecto en el ascensor. Hudson y yo podríamos solucionarlo todo más tarde cuando estuviéramos solos. Teníamos que revisar muchas cosas, pero en lo más profundo de mi ser sabía que estábamos bien, que estábamos tan conectados como lo habían estado nuestras miradas en la sala de estar con el caos que nos rodeaba.

Me detuve en medio del vestíbulo y me pregunté si debería llamar a Jordan para que me llevara en el coche. Pero ¿adónde iba a ir?

—¡Alayna! —me llamó Hudson desde atrás. Debía de haber bajado en el otro ascensor.

Se había dado cuenta de que me había ido. Eso hizo que desapareciera parte del frío que se había instalado en mi interior.

—¿Por qué te has ido? —preguntó cuando me hubo alcanzado.

—¿No está claro? Eso es un manicomio y no quería seguir allí.

—Sí, eso era.

—Yo…, eh… —Tenía muchas cosas que decir, pero solo una que fuera importante para mí, para nosotros—. ¿Por qué no me has defendido ahí arriba? ¿Estás enfadado por lo de David? Se supone que soy yo la que debe estar enfadada contigo, ¿recuerdas?

Me respondió con un silencio.

—Espera… —La verdad me quemó por dentro con una certeza atenazadora—. ¿La crees?

Apretó la mandíbula.

—¿Hudson?

Cuando nos habíamos mirado a los ojos… había creído que estábamos conectados… Había creído que eso significaba que estaba de mi parte. Me había equivocado. Y sentí como una puñalada en el vientre.

Hudson puso las manos sobre mis brazos imitando el modo en que su padre me había agarrado hacía menos de quince minutos. Su contacto hizo que me sintiera… mal. Sentí frío donde normalmente había calor.

—Creo en ti. —Su voz era suave—. Y cualquier cosa que necesites quiero dártela. Si necesitas ayuda…

—Dios mío. No me lo puedo creer. —Me solté de sus manos—. Joder, no me lo puedo creer.

Hudson abría y cerraba los puños.

—Dime que no lo has hecho. Dime que no la has llamado. Dime que no la has visto.

Pero no podía decir eso. La había llamado. La había visto. Aunque le había prometido que no lo haría. Solo podía alegar mis motivos y no podía demostrarlos.

Negué con la cabeza.

—No es lo que parece, Hudson. Ni la he acechado ni la he acosado ni nada de lo que está diciendo. —Podía entrar en detalles, explicarlo todo. Pero todo se resumía en el simple hecho de si él me creía o no—. ¿Estás de su parte o de la mía?

—Estoy de tu parte. Siempre de tu parte.

—Entonces, ¿me crees?

Se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones.

—¿La llamaste?

—¡Sí! Eso ya lo he dicho arriba. —No me importaba estar hablando en voz alta ni que el portero nos estuviese viendo. Me saqué el teléfono del sujetador y lo levanté delante de él—. Toma, ¿quieres verlo? ¡Cógelo! Verás todas las veces que la he llamado, porque parece que eso es lo único que te preocupa.

Él no hizo caso de mi mano extendida.

—No quiero pruebas. Quiero ayudarte.

—¡Yo no necesito ninguna ayuda, joder!

Lancé el teléfono al suelo del vestíbulo. Se hizo pedazos al golpear contra la pared.

Durante tres segundos me quedé mirando el móvil destrozado. Se me ocurrió que estaba pasando lo mismo dentro de mí. Mi corazón se estaba rompiendo en una docena de pedazos. Adiós a eso de poder olvidar mi pasado. Siempre volvería a por mí.

Me di la vuelta y salí corriendo. Crucé el vestíbulo y salí por la puerta de la calle.

Hudson salió detrás de mí.

—Alayna, vuelve aquí.

Seguí corriendo, pero no pude darle esquinazo, sobre todo llevando tacones. Me alcanzó antes de dejar atrás el edificio y me agarró por la muñeca.

—Voy a anular mi viaje y vamos a buscar el mejor tratamiento…

—No estoy enferma. —Solté mi brazo de su mano—. Vete a Japón, Hudson. No quiero verte.

—No me voy a ir a Japón ahora. —Su voz era suave, controlada. Como siempre.

Empecé a caminar para alejarme.

—¡Vete a Japón! —grité mirando hacia atrás—. No quiero verte durante un tiempo o nunca. ¿Lo entiendes? Si estás en el ático cuando vuelva a casa, buscaré otro sitio donde dormir y no me refiero solo a esta noche.

No me siguió. Yo no sabía si aquello mejoraba o empeoraba la situación.

Probablemente fuera mejor. Porque sentía un profundo dolor en cada parte de mi cuerpo. Y ese tipo de dolor solo puede sufrirse en soledad.

Estuve montada en el metro durante un largo rato. Tuve suerte de conseguir un asiento antes de que llegara la multitud de la hora punta y me quedé allí quieta, en la línea E, durante todo el trayecto hasta el World Trade Center. Un rato después, cambié a la línea A y, al final, terminé en el Columbus Circle por pura costumbre. Pero no fui al Sky Launch. Estuve deambulando hasta el cine Walter Reade del Lincoln Center y elegí una película extranjera. Cuando terminó, me colé en el siguiente pase. Pese a verla dos veces, seguía sin tener ni idea de lo que había visto. Mi cabeza… y mi corazón… estaban demasiado confusos como para entender los subtítulos.

No volví al Bowery hasta después de la medianoche. Con el teléfono roto, nadie podía contactar conmigo. No había forma de saber lo que me encontraría allí. Una parte de mí esperaba que Hudson no me hubiese hecho caso, que estuviera esperándome allí. Pero entonces recordé lo que Lauren había dicho sobre estar dispuesta a mantenerme fiel a mis propias condiciones. Si estaba allí, yo tendría que irme y, por muy retorcida y rota que estuviera nuestra relación, me temía que no era capaz de hacer algo así.

El ático estaba a oscuras y en silencio, salvo por el sonido del reloj de pie. Aquello se parecía mucho a la primera vez que había entrado allí en mitad de la noche, pero entonces todo era nuevo y la agitación que me embargaba se mezclaba con la emoción. Ahora me sentía aturdida y vacía. Sin comprobarlo, supe que Hudson no estaba allí.

Estaba en mitad del pasillo en dirección al dormitorio principal cuando vi una luz en el dormitorio de invitados.

—Laynie, ¿eres tú?

Tardé varios segundos en recuperarme del pequeño ataque al corazón que Brian me había provocado.

—Sí, soy yo.

Mi hermano se acercó a la puerta del dormitorio de invitados vestido con una camiseta blanca y los pantalones de un pijama de rayas.

—Estupendo. ¿Estás bien?

Aquella era la pregunta del año.

—Supongo que sí. —Me apoyé sobre la pared e incliné la cabeza—. ¿Qué haces aquí?

—Hudson me ha dicho que tenía que salir a un viaje de negocios, pero no quería dejarte sola. Así que ha mandado a un tipo a buscar mis cosas al Waldorf y me he venido. —Apoyó el hombro en el marco de la puerta—. Espero que no te importe que esté aquí.

—La verdad es que casi me alegro.

Aquellas palabras salieron por mi boca antes de saber si las sentía de verdad. Tener a alguien cerca ayudaría a atenuar la sensación de vacío. Y me gustaba que hubiese sido Hudson quien lo había preparado. Pese a todo lo que había pasado, yo seguía estando dentro de su radar.

Brian se cruzó de brazos.

—Personalmente, creo que debería haber cancelado su viaje.

—Probablemente debería haberlo hecho. Pero le dije que no lo hiciera. —Me deslicé hasta el suelo, demasiado agotada como para seguir de pie, pero necesitaba información por parte de mi hermano—. ¿Ha pasado algo interesante después de que me fuera?

Brian se apartó de la puerta y se sentó en el suelo enfrente de mí.

—La verdad es que no. Más de lo mismo. Acusaciones y alcohol. Ya sabes, la típica reunión familiar.

Dijo todo aquello en tono burlesco, pero era así exactamente como habían sido nuestras reuniones familiares cuando éramos niños. Al menos en lo referente al alcohol. Siempre había mucho alcohol.

—La madre de Hudson es alcohólica.

No estaba segura de que Brian se hubiera dado cuenta.

—Sí, ya lo he visto. Tiene esa piel amarillenta tan rara, como la de papá. Y estaba temblando cuando la vi. ¿Ella lo reconoce?

—No. Nadie. Pero es una alcohólica distinta a papá.

Nuestro padre había sido un alcohólico feliz. Hablaba muy alto y se reía mucho. Cuando éramos pequeños nos parecía divertido. Fue necesario que me hiciera mayor para darme cuenta de lo que las bufonadas de mi padre le provocaban a mi madre.

—¿En qué sentido?

—Es mala. Odiosa. Vengativa. Está amargada. —Hice una pausa—. ¿He dicho que es mala? —Me froté los ojos con la mano—. Dios mío, este asunto del bebé es probable que acabe con ella.

—¿Verdad? Vaya forma de descubrir que tu marido te ha engañado.

—No solo por eso. La infidelidad de Jack es algo que ya sabía. La sorpresa es que estuviera con Celia. Creía que él tendría mejor gusto.

Quizá fuera por eso por lo que a Hudson no le gustaba nada que su padre me tocara. Tenía miedo de que Jack fuera también detrás de mí. Si al menos Hudson me hubiese contado la verdad sobre Celia y su padre, yo podría haberme esforzado más por…

Dejé que aquel pensamiento se diluyera. No era bueno pensar en las cosas que Hudson me ocultaba. Eso solo me llevaba de nuevo a lo que yo le había ocultado a él. Si los dos hubiésemos sido sinceros desde el principio, quizá no estaríamos metidos en ese caos en el que nos encontrábamos ahora.

—De todas formas, lo que quería decir es que Sophia estaba empeñada en que ese embarazo era la prueba de que Celia y Hudson debían estar juntos. Lo saca a colación en todo momento. Casi diez años después, sigue aferrándose a ese aborto, a esa pareja que no fue real.

Brian se mordió el labio, algo que siempre hacía cuando estaba concentrado.

—¿Sabes lo que pienso? Creo que ella supo en todo momento que había pasado algo entre Celia y Jack. Ya sabes, como cuando simplemente sabes algo porque sí. Probablemente pensaba que si Celia estaba con Hudson, quizá, de algún modo, eso supondría un castigo para Jack o puede que incluso la ayudara a recuperarlo o algo parecido. Está claro que ella quiere a ese hombre.

Eché la cabeza hacia atrás para apoyarla en la pared.

—Eso es muy revelador. La verdad es que casi consigues que sienta pena por ella. Déjalo —refunfuñé—. Prefiero seguir odiándola.

Brian se rio y yo me sentí menos preocupada al oírle. Me gustaba escucharle de otra forma que no fuera enfadado. Era como Sophia en muchos aspectos. Insensible por cómo le había tratado la vida. Era por él por quien me sentía mal.

—Siento de verdad que te hayas visto envuelto en esto.

Asintió aceptando la disculpa.

—Yo siento de verdad no haber estado aquí para ayudarte. —Mantenía los ojos fijos en las manos mientras sus dedos jugaban con los cordones de su pijama—. Supongo que me equivoqué al dejar de ayudarte económicamente, como he hecho. No ha supuesto la ayuda que creí que sería.

—Odio decir esto, pero probablemente ha sido lo mejor que has podido hacer jamás por mí. —Era curioso verlo tan claro en retrospectiva—. A pesar de lo que parece ahora mismo, he estado muy bien.

—Es exactamente eso lo que parece. Buen trabajo, buen novio… —Me miró a los ojos—. Sé que no has hecho todo eso que Celia ha contado.

Lo miré sorprendida.

—¿No? ¿Por qué?

Brian me miró con franqueza.

—En primer lugar, ¿llamar y colgar? Ese no es tu estilo. Tú eres mucho más creativa.

Contesté con una sonrisa sincera ante aquel extraño cumplido.

—En segundo lugar, tú nunca te has metido en líos con mujeres. Y, por último, por muy mierda que haya sido tu comportamiento, tú nunca lo has negado. Eso es algo que hace que se pueda confiar en ti: siempre estás dispuesta a admitir tus errores. Además, tienes… buen aspecto. Nunca has estado tan bien. Al menos no desde que murieron nuestros padres.

Era el aspecto de sentirse querida. Ese era el cambio que había en mí. Me pregunté cuánto tiempo duraría.

—Gracias, Brian. Significa mucho para mí oírtelo decir.

Más de lo que él pudiera imaginar.

Pero que Brian me creyera no significaba que no tuviese problemas.

—¿Y qué hago ahora, señor abogado?

—¿Con Celia Werner? Nada. No tiene nada por lo que presentar cargos y dice que no va a pedir una orden de alejamiento.

—Porque una orden de alejamiento la apartaría también de Hudson. —Fruncí el ceño—. Es decir, siempre que él siga conmigo.

—¿Es por eso por lo que va contando esas cosas de ti? ¿Está enamorada de él? —preguntó vacilante, como si temiera que ese asunto me pudiera doler.

—Puede ser. No estoy segura de si está enamorada de él o si quiere hacerle daño. Hay gente que me había advertido que no me fiara de ella. Eso hace que me pregunte si ya tiene cierta reputación de actuar así. No estoy segura.

—Lo único que puedo sugerirte es que te mantengas alejada de ella por ahora.

—Es verdad.

Lo cierto era que el engaño de Celia me llevaba a plantearme otro tipo de preguntas sobre ella y Hudson. No podía ser únicamente una casualidad que fueran amigos y que los dos hubiesen incurrido en un comportamiento manipulador con otras personas. Creía cada vez más que habían participado juntos en sus juegos. No sabía si como pareja o como rivales. Y no estaba segura de querer saberlo.

—Ah. —De pronto recordé cuál había sido el principal motivo por el que había ido Brian a la ciudad. Busqué en mi bolso, que aún colgaba de mi hombro, y encontré la llave de mi antiguo apartamento—. Tengo que darte esto. —La levanté en el aire para entregársela.

Él se inclinó hacia delante, pero se detuvo antes de cogerla.

—¿Estás segura de que no quieres quedártela? Puedo firmar otro año de alquiler. Por si las cosas no salen bien aquí.

—Eso es muy posible en este momento.

Di vueltas a la llave sujetándola de la anilla. Pesaba más de lo que debería y quería soltarla. Al mismo tiempo, tenía que ser fuerte.

Brian se quedó mirándome.

—Se lo he dicho, ¿sabes? A Hudson. Que sabía que tú no habías acosado a esa chica.

Mis ojos se fijaron en los suyos.

—¿Qué ha dicho?

—Nada. Es muy difícil saber qué piensa ese hombre.

Dejé escapar el suspiro que había estado conteniendo.

—Sí que lo es.

¿Qué me había esperado? ¿Que Brian convenciera a Hudson de la verdad y que todo fuera ya a pedir de boca? Aunque Brian hubiese hecho que Hudson cambiara de opinión, ¿sería yo capaz de perdonarle por no haberme creído cuando le dije que no lo había hecho? Lauren había dicho que, si quería seguir con él, tendría que haber perdón. ¿Hasta cuándo podría yo perdonarle?

En ese momento tan doloroso deseé tanto que Hudson volviera que cada poro de mi ser me dolía por ese anhelo. Le habría perdonado lo que fuera, todo. Y eso no era necesariamente lo mejor para mí.

Lo bueno es que estaba fuera del país. Esperaba sentirme más fuerte para cuando regresara.

Me eché hacia delante y dejé la llave en la mano de Brian.

—No. No quiero otro año de alquiler. No quiero que sigas cuidando de mí. Ya es hora de que me ocupe de mí misma. Si las cosas no se arreglan aquí… —la voz se me quebró y tuve que tragar saliva antes de continuar—, tendré que buscarme algo más barato. Lo cual está bien. Puedo encontrar una casa más cerca del metro. Quizá me busque una compañera de piso o algo así.

Brian asintió. Estaba seguro de que mudarme no era lo que yo quería, pero no tenía sentido discutirlo. Lo importante era que yo contaba con opciones. Que estaría bien.

Nos quedamos sentados en un cómodo silencio durante varios segundos antes de que yo reuniera la fuerza necesaria para irme a la cama.

—Voy a caer desplomada.

Brian se puso de pie primero y extendió la mano para ayudarme a levantarme.

—Buenas noches, Bri.

Iba por el final del pasillo cuando Brian me llamó.

—¿Sí? —Me giré para mirarle.

—No seamos como ellos, ¿vale?

No tuvo que especificar nada para que yo supiera exactamente a qué se refería.

—¿Quieres decir que esta familia odiosa, vengativa y traicionera no te gusta?

—No mucho.

Me quedé mirándole bajo la tenue luz. Parecía más joven de lo habitual, más niño de lo que yo solía considerarle. Una semana antes creía que se encontraba fuera de mi vida. Ahora me estaba diciendo que no quería eso.

Mi sonrisa era débil, pero sincera.

—Entonces, decidido. No seremos como ellos.

Sin ni siquiera desnudarme, caí sobre aquella cama demasiado grande y demasiado solitaria. Enterré mis sollozos en aquella almohada que olía tanto a Hudson y lloré hasta el amanecer, cuando el sueño por fin me absorbió en su acogedor vacío negro.