Lo que más le sorprende es que la cantidad de razas y culturas que pasan y se cruzan a diario por un aeropuerto no logren modificar en absoluto la fisonomía estética ni humana del propio aeropuerto; ha llegado a compararlo con un ente atemporal e incorpóreo; una divinidad. Kenny, a ver si la próxima vez no me dejas la ducha llena de pelos, le dice una de las mujeres de la limpieza, Que cada día se te caen más. Él se pasa la mano por la cabeza en señal de duda y continúa empujando el carrito. Hojea la prensa en el kiosko y más adelante se para a mirar el escaparate de zapatos Prada, por compararlos con el de Gucci, y de paso ir teniendo claro cuál de los modelos querrá la próxima temporada, cuando, como cada año, ya pasados de moda, le regalen un par. Lo bueno de vivir en un lugar así es que verano e invierno son idénticos, así que no hace falta pensar en la ropa salvo, como Kenny, por estricto vicio; sibaritismo químicamente puro. Sentado en la cafetería observa la tele; bocanea un cigarrillo. Se acerca un hombre a su mesa, sostiene un café y un plato de bollería surtida. Oiga, ¿puedo sentarme? Es que no hay más sitios. Kenny afirma con la cabeza, y antes de desviar la mirada ve que ronda los 45, que lleva un traje oscuro de CH, con una corbata gris de seda y camisa también gris de origen desconocido; a juzgar por el maletín del PC portátil concluye que se dedica a alguna profesión liberal. Mientras el hombre come le cuenta que se llama Josep, que es español, de Barcelona, y le pregunta a Kenny por su destino, quien en un principio se hace el remolón pero que termina contándole, sin entrar en mucho detalle, toda su historia, su vida en el aeropuerto, etc. Josep continúa comiendo sin apartar más que lo justo la vista del donut de chocolate. Acostumbrado como está Kenny a que la gente se impresione con su narración, siente curiosidad por este hombre que ni se inmuta, y le dice, ¿Y usted, adónde se dirige? Ahora a Bangkok, pero después a Pekín, contesta sorbiendo el fondo de la taza. ¿Y qué hace?, si no es indiscreción. Soy diseñador. ¡Ah! Qué interesante, ¿de moda? ¿Zapatos quizá? No, de tapas de alcantarilla. ¿Cómo? Sí hombre, esas cosas redondas o cuadradas, generalmente metálicas, que tapan las bocas de alcantarillado para que usted no se cuele por el agujero cuando va por la calle (y suelta una carcajada mientras se limpia los labios), aquí dentro, por ejemplo, mire, ahí hay una (y señala al suelo con el dedo de azúcar), ése es un diseño P. H. Rudoff, un alemán que tiene su estudio en Frankfurt, se inspiró en el modelo de puerta de los coches hispano-alemanes de los años 30, ¿no ve esa intención de manilla, y en el lado opuesto las bisagras? Me he fijado que las de afuera, ahí donde los taxis, son de Phillip Bhete, australiano, bueno, australiano de origen británico, un gran hombre, para mí el mejor, ya sé que un profano no lo aprecia, pero Bhete combina motivos marinos con el mapa de la ciudad para la que diseña el encargo, sí, en serio, bueno, ya veo por su cara que no le merece mucha credibilidad esta profesión, pero he de decirle que sólo somos 17 personas en todo el mundo los que nos dedicamos a esto, así que todos nos conocemos, como en familia. ¿Quiere tomar algo? Sí hombre, le invito (y Kenny pide un desayuno). Pues como le decía, los congresos anuales los hacemos cada vez en la casa de uno, con las mujeres y los hijos y todo, por eso, como puede comprobar hablo perfectamente el inglés; casi casi, cubrimos todos los continentes, nos falta África, ¿sabe?, hemos adoptado el inglés como idioma oficial de la profesión, este año les impresioné a todos con el desarrollo de un nuevo material, porque se habrá fijado que todas las tapas de alcantarilla terminan cascándose por las esquinas si son cuadradas y por el centro si son circulares, pues bien, entré en contacto con un laboratorio de Canadá que manejan materiales de aeronáutica, de barcos rápidos y todo eso, y estudiando las posibilidades llegamos a la conclusión de que una mezcla de fibrilaciones de carbono con unos oxalatos que me reservo sería el secreto que le daría a la tapa la flexibilidad y dureza que necesita, ¿sabe? (y pega con el puño sobre la mesa), no, si la cosa tiene su miga, cada uno tiene, como es lógico, su anagrama, o sea, su firma comercial, el mío es sencillo, para qué complicarse, ¿no? Son mis iniciales, J. F. K., bueno mi nombre es Josep Ferrer Cardell (y coge una servilleta y lo escribe), pero cambié la C por una K (hace un giro de muñeca sobre ambas letras), sí, ya ve, se me ocurrió un día viendo la película aquella, por darle una distinción considerable a mi firma y al mismo tiempo utilizar un icono universal, sí, quien la ve una vez ya no la olvida, la verá en el extremo derecho inferior si la tapa es cuadrada, y en la circunferencia más externa si es circular, y ahí está el asunto, mi gran asunto de este año, la bomba (se acerca a Kenny y medio susurra): también la verá en uno de los focos de la elipse en caso de que la tapa sea una elipse, y ahora se preguntará el porqué de esa elipse, que qué es eso de una elipse, pues bien, hace tiempo que me di cuenta de que el contorno de una persona es más elipsoidal que circular, y más que cuadrado ya no digamos, y entonces me pregunté, ¿por qué no ensayar esa nueva forma para tapas de alcantarilla, en elipse? Es más cómoda para el operario y además se ahorra en gastos superfluos en material, es muy importante ahorrar en esas pequeñas cuestiones de diseño, la gente cree que son mariconadas, pero no, realmente abaratan gastos, por ejemplo, ¿sabe cuánto dinero le ahorra a la Coca-Cola al año que sus latas ya no acaben arriba en ángulo recto sino en esa rebaba inclinada? (toma entre sus manos una lata de la mesa de al lado y la muestra), pues ni le cuento, lo que no está escrito, pero a lo que iba, ya tengo vendidas varias partidas de tapas elipsoidales a una fábrica, se las han pedido para una gran zona residencial que se está construyendo en Hong-Kong y para el casco antiguo de León, una pequeña ciudad española que usted no conocerá, pero ahora viene lo bueno, yo a veces, como extra, lo hago, es una de las cosas del trabajo que más me satisface, agárrese: los modelos de ambas son el mismo, ¿comprende?, gracias a mí existirá un hermanamiento entre esas dos ciudades (y coloca las dos manos en ambos extremos de la mesa para juntarlas en el centro con una palmada) ¡Chof! ¡Hermanamiento! Claro, esto poca gente lo sabe, lo bonito está en descubrirlo; a ver, también hay veces que los científicos descubren un metatarso de un animal en Asia y después el mismo también en África ¿no? Y se preguntan el porqué de esa coincidencia ¿no? Pues algo así ocurrirá dentro de miles años con mis tapas de alcantarilla, porque, y ojo, esto es una confidencia, ya he conectado 10 pares de ciudades de varios continentes, no le diré cuáles porque, claro, ya le digo, lo bonito estará en descubrirlo, aunque claro, usted no podrá, es natural, aquí encerrado toda su vida, pero ¿no tiene miedo a morirse aquí? ¿Y qué pasa con la vejez? ¿Tiene plan de pensiones o algo así? Pida algo más, hombre, le invito, pues entonces, como le decía, el meollo está ahí, porque ando mal de batería que si no le enseñaba el diseño en el que estoy trabajando, me ocupa mucho disco duro, ¿sabe? Pero lo de conectar ciudades o lugares es fundamental, otros ya lo tuvieron claro, ¿no se acuerda de De la Tierra a la Luna de Julio Verne? O Arriba y abajo, la serie de televisión (Kenny niega con la cabeza), ¡sí hombre, aquélla! O la de Marco y el mono, De los Apeninos a los Andes, ¿no? Era tremendo aquel mono, o la película esa París-Texas, sí, es tremendo, Kenny, es tremendo eso de conectar las cosas bajo cuerda. Bueno (dice Kenny), no sé si sabe París Texas no quiere decir «de París», de Francia, «a Texas», USA, sino «París, Texas», como quien dice «Berlín, Alemania». ¿Comprende? París es una ciudad que está en el Estado de Texas. Bueno, es igual (dice Josep), ya me entiende, por cierto hablando de Texas, le voy contar algo que me ocurrió en los Estados Unidos, una historia francamente buena: mi amigo y colega R. S. Lloyd, un gran diseñador que vive en Los Ángeles, me pidió que si le podía hacer un trabajo, él ya lo había apalabrado pero después se vio desbordado, y como yo estaba empezando en la profesión y aquí nos ayudamos los unos a los otros, ya sabe, me dijo si me interesaba hacerlo a mí, y acepté, claro, voy a pedir una Coca-Cola, ¿Tú qué quieres? (Kenny pide otra). El caso es que se trataba de hacer las tapas de alcantarilla de una pequeña ciudad llamada Carson City, en el Estado de Nevada, creo recordar, o en Nuevo México, bueno, no sé, da igual, los dos Estados son casi iguales. Cuando me presenté allí, el típico pueblo anodino sin otro interés que sus magníficos burdeles, ellos ya tenían la idea muy clara de lo que querían, la tapa debería ser 50% hierro fundido, 35% acero, y 15% níquel del país, la forma sería circular y en el centro tenía que haber el relieve de un álamo, sí, como lo oye, un simple álamo americano, pero, agárrese, con la peculiaridad de que tuviera 2 pares de zapatos colgando de una rama, me contaron que habían aparecido un día, hacía años y que nadie sabía por qué, y que eran como un símbolo para el pueblo, o algo así, y bien, como mi trabajo no consiste en hacer preguntas que no me incumben, me puse manos a la obra, aún no había PCs ni programas en 3D ni nada, todo a brazo, chico, a brazo, así que tardé un poco en pasar los planos, las diferentes proyecciones axiales y sagitales y, bueno, todo eso, no le voy a liar con tecnicismos, y se los presenté al alcalde y a la comisión evaluadora, que quedaron encantados. Pero en estas, alguien de una población cercana llamada Ely, es un decir, está a 418 kilómetros, se entera y entonces dicen que ellos quieren también unas tapas de alcantarilla y que además deberán ser iguales a las de Carson City, con 2 pares de zapatos, porque consideran que el árbol les pertenece más a ellos que a los de Carson City, dado que fue el alcalde de Ely quien primero descubrió el par de zapatos, y exigían, además, que no construyeran esas tapas de alcantarilla. Y los de Carson City que dicen que de eso nada, que construirán sus propias tapas con 2 pares de zapatos, así que me dicen los de Ely que les haga un diseño igual pero con 3 pares en vez de 2, y esa misma noche se van al árbol a tirar a su copa ese tercer par, y yo voy y les hago ese diseño con 3 pares de zapatos, y entonces los de Carson City, argumentan que no quieren hacerlo ya con 2 pares de zapatos, y me piden que añada al diseño inicial 2 pares más, es decir, 4 en total, y van esa misma noche y tiran otro par al árbol con lo que ya eran 4 pares en la copa del árbol, y yo voy y les diseño el puñetero árbol con 4 pares, y entonces los de Ely, que se mosquean y me piden 5 pares y van y tiran al árbol el quinto par, y bueno, te lo puedes imaginar, al final había tantas botas y zapatos en ese árbol que las ramas ni se veían, así que la cosa, que a mí ya me parecía imparable, la resolví astutamente de la siguiente manera porque, y esto es un inciso, el pique entre esos dos pueblos que yo pensé en un principio que sería para mí una fuente inagotable de dinero, se estaba convirtiendo en una pesadilla, y no me malinterprete, no es que disfrutara con aquella forma que tenían de sacarse los ojos, no, en absoluto, pero es que el negocio es el negocio, pero en fin, a lo que iba, junté a los alcaldes de Ely y de Carson City y les dije que como había tantos pares era ya imposible ponerlos todos en la tapa de alcantarilla, así que era absurdo preguntarse si había 1.000 o 5.000, porque en cualquier caso era imposible representarlos todos ellos, así que haría el diseño de las tapas de tal manera que si alguien intentara contarlos no pudiera, los dejaría como desdibujados, ya sabes, como cuando se pinta un bosque y se emborrona un poco para hacer entender que hay muchas ramas, pues igual pero con zapatos, y así se resolvió el problema, ya ve, Kenny, se lo dije, las tapas de alcantarilla tienen su miga, la gente se vuelve loca con ellas, después supe por mi amigo Lloyd que la gente aún va hasta allí y que siguen tirando pares de zapatos, pero ahora ya por otros motivos, y que el árbol ya se está combando, lo que no se sabe es quién puso aquellos 2 pares de zapatos iniciales, qué te parece Kenny, qué te parece (se echa hacia atrás en el asiento y emite un resoplo), si ya te digo, mi profesión es más interesante de lo que parece (consulta el reloj), ahora me tengo que ir, que ya sale el enlace a Bangkok, pero sabes qué te digo, que me has caído bien, dentro de 35 días regreso y hago escala aquí, y entonces sí que te contaré una buena historia, una historia de verdad, de esas que no se olvidan. Recogió sus cosas, se abotonó la americana y se fue no sin antes estrecharle la mano con una fuerza casi sobrenatural. Cuando lo perdió tras el letrero Internacional, pensó por el movimiento que le imprimió a la puerta giratoria que jamás volvería a verlo.