Primero fue el acero, luego el vidrio, después otros metales y aleaciones, y hoy los vidrios más especializados. Pero todos estos materiales modernos tienen comportamientos totalmente diferentes y responden a las acciones térmicas y mecánicas con cambios dimensionales que son mucho más importantes que en los materiales tradicionales. En un edificio formado por elementos tan heterogéneos esos movimientos serán muy importantes y variados. Por ello, la relación (y unión) entre piezas se hace cada vez más difícil. Hace 30 años la respuesta universal a esos problemas era la silicona y en general los sellados elásticos. Se sellaban todas las uniones, incluso entre elementos estructurales. La inmensa confianza en esa panacea llevó a excesos de todo tipo: sellados exteriores que sometidos a la acción de los rayos ultravioleta aceleraban su envejecimiento, etc. Tras esos años de inmensa confianza en un producto con el que se querían suplir las deficiencias en la concepción del proyecto, la silicona sufrió importantes fracasos y se convirtió en un símbolo de la chapuza constructiva. (Ignacio Aparicio, Las construcciones de la arquitectura, Espasa, 2002.) O, «A propósito de la novela».