Harto de ir de una pared a la otra de su apartamento, y como pasaban los meses y le parecía imposible recuperar su fe en Borges usando el método introspectivo o la voluntaria reclusión, Jorge Rodolfo decidió la planificación y levantamiento de un templo al Maestro allí mismo, delante del apartahotel. Los de las caravanas, rulotes y contenedores móviles accedieron a cederle la explanada de tierra donde estaban asentados con tal de que una vez construido recibieran un tanto por cien, a determinar, de la explotación del mismo en concepto de visitas de turistas y curiosos. Jorge Rodolfo aceptó. Los siguientes meses fueron de una reclusión si cabe mayor que aquella de la que pretendía escapar: día y noche releyendo las obras del Maestro, tomando anotaciones de detalles de la obra que pudieran transfigurarse en símbolos, buscando el material de construcción más ajustado a su orbe simbólico, levantando planos y más planos y sucesivas enmiendas a esos planos, consumiendo, en definitiva, la salud y la vista y el escaso dinero que le quedaba en lo que sería la obra de su vida. Los habituales del Budget Suites of America, pasaban a menudo a dejarle comida, bien fueran cereales o galletas de maíz, y era el momento en que él se relajaba e incluso intercambiaba unas palabras con ellos, pero nunca en lo referente al templo, sino a cómo apostar mejor en la ruleta de tal o cual casino, o a las ventajas nutricionales del arroz respecto a la pasta apoyado en argumentos antropológicos observados en la milagrosa supervivencia en el Tercer Mundo; despistes, en definitiva, al tema principal que era la construcción del Templo, cuyos detalles no tenía ni la más mínima intención de revelar. Al cabo de seis meses y medio comenzó la construcción. Un único espacio de 20 × 20 metros de planta y 20 de altura, cuya cubierta tendría una forma piramidal. El material a usar serían esos grandes bloques cúbicos de chapa compacta a que quedan reducidos los coches en los desguaces después de que unas máquinas los compriman al máximo por los cuatro costados. La construcción estuvo terminada en 63 días. Tal como lo había concebido Jorge Rodolfo, esos bloques perfectos poseen una textura de brillos aleatorios y destellantes bajo cualquier angulación solar, apoyados por una gama de colores que cambia según el del coche de origen, así como según las partes de éste que hayan quedado a la vista tras la compresión. A veces se distinguía en su superficie, como naciendo de su propia naturaleza, una manilla de una puerta de atrás, o un cuadro cuentakilómetros o, según se dijo, hasta un manojo de cabello de mujer producto de algún accidente. Tal como él lo había visionado, puestos unos sobre otros como ladrillos, forman una composición nunca vista hasta la fecha. Además, tal como corresponde al templo de una divinidad inexistente, ese potaje metálico provoca que en invierno hiciera un frío insoportable y en verano un calor muy por encima de la temperatura media, lo que lo haría un templo invisitable, y donde la foto del Maestro, ubicada en el exacto centro, jamás sería mancillada, un templo cuya puerta quedaría reducida a un objeto teórico, pues nunca nadie la querría abrir y menos traspasar, donde el aire quedaría inmaculado para siempre en torno a la figura del Maestro. Los habitantes de los carromatos que cedieron la parcela, hasta la fecha jamás han podido explotarlo. La gente se acerca, lo mira extrañada, le toma fotos y se va. Con la última luz de la tarde el templo brilla de tal manera que hace palidecer a los últimos oropeles de Las Vegas Boulevard que le enfrentan en el horizonte, y a Jorge Rodolfo, entonces, la emoción le lleva a verter una lágrima. Tuvo que salir por la ventana de atrás de su apartamento una noche de febrero, cuando los estafados, varias decenas, fueron a por él.