Nos encontramos inmersos en un invisible océano de ondas electromagnéticas. Proceden de multitud de fuentes: antenas de radiodifusión, estaciones de telefonía celular, transmisiones de la policía y de otros servicios civiles o militares. Aunque estas radiaciones no nos ocasionan perjuicio físico alguno, sí pueden mermar notablemente nuestra capacidad de recibir y transmitir información. El exceso de energía radioeléctrica contamina el entorno porque perturba e interfiere las comunicaciones útiles. Así como hay que alzar la voz en los ambientes ruidosos, las señales de radio se han de amplificar para que destaquen sobre el ruido de fondo electromagnético. El problema puede solucionarse mediante un nuevo tipo de antenas de radio que en vez de radiar innecesariamente en todas las direcciones la energía necesaria para, por ejemplo, una llamada por teléfono móvil, siguen la posición del usuario a medida que se desplaza y le envían directamente las señales de radio que le estén destinadas. Como si las antenas tendiesen hilos virtuales que las conectasen con cada ser humano tecnificado.
MARTIN COOPER