Imagínese una red urbana de distribución de agua que no abastece a locales y viviendas porque las tuberías carecen de la longitud suficiente. Esta situación se parece mucho a la que hoy se da en la red de transmisión de datos de alta velocidad. Se han invertido muchos miles de millones de dólares en construir redes de fibra óptica que lleven a los ordenadores domésticos y a los profesionales servicios multimedia de calidad elevada; pese a ello, se han quedado cortas. En Norteamérica, por ejemplo, les falta un poco menos de 1 kilómetro para llegar a 9 de cada 10 empresas de más de 100 empleados. Tardan en hacerse realidad las halagüeñas perspectivas: la supresión de los retrasos en la navegación por Internet y acceso a bibliotecas de datos, un comercio electrónico más ágil, emisiones de vídeo en tiempo real, transferencias de imágenes clínicas, interconexiones entre empresas que permitan compartir trabajos… Todo esto no ha despuntado todavía. Yace enterrado bajo las calzadas y aceras de las ciudades.
ANTHONY ACAMPORA