Lee-Kung, como ocurre siempre en las películas chinas, y como ocurre también en todos los matrimonios reducidos a polvo, tiene unos parientes en el campo que cultivan arroz, y a los 2 años de casada ya pasaba allí largas temporadas para no tropezar cada día con la cara de deseo de Heine, condenado ahora indefinidamente en un penal de la provincia de Chao. En la casa familiar Lee-Kung pudo siempre conectarse a Internet sin miedo a ser descubierta por Heine, y sus abuelos, que trabajan o duermen, no se enteran de nada. Hoy Billy le ha dicho que ha quedado en segundo puesto en la XV Competición de Escalada Deportiva de Sacramento y le envía unas fotos. Más allá de la pantalla del PC, la visión de los arrozales en toda su extensión le encoge el corazón, que se transmuta en plomo. Pequeño pero denso.