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La furgoneta se calienta, Es lo malo de estas viejas, dice Kelly, mientras con un gesto de dedos le pide a Christina, que conduce, la bolsa que tiene a su derecha para volver a ver el bikini. Lo compró en una estación de servicio de Santa Bárbara, y no está muy segura: se lo probó en el lavabo ante un espejo de apenas 30 × 50 cm2 comido por los gases que fermentan al contacto con la salobre humedad que llega del Pacífico. Las otras dos, también surferas, duermen. Las 4 son rubias; 2 teñidas. Ninguna lleva zapatos, los surferos no necesitan zapatos. De llanura en llanura, los cables de alta tensión se van sucediendo, y esto a Christina, que acelera, le proporciona una sensación de diferida confianza: más allá, al final de esos cables, por fuerza tiene que haber alguien. Kelly se desnuda de cintura para arriba y se pone el sostén del bikini; los pechos, moderados, de 22 años, comban el elástico. Se mira en el espejo de las gafas de sol, que le aumenta los pechos, Como los de Pamela Anderson, se dice. La vigilante de la playa de la serie televisiva que le metió el gusanillo del surf californiano allá a principios de los 90. Pasan ante un cartel que anuncia el desvío hacia la US50, toma la braga del bikini entre sus manos, desliza los dedos por dentro, presiona sobre la licra y a trasluz, sobre las elipses azul-verdosas del estampado, sus manos parecen algas dentro del agua, piensa, las estructuras rizomáticas y arborescentes que observaba hasta que se quedaba sin aire cuando se caía de la tabla. Ahora ya no le pasa, es muy buena surfista y, por un instante, mientras desvía la mirada hacia el surco de la cuneta, echa de menos aquellos comienzos. A lo que en realidad se parece su mano bajo la licra es al guante de un cirujano, pero aún no lo sabe. Hace tiempo que ha amanecido y ahora se nubla, a lo lejos se están formando oscuras espirales de aire. Las sucesivas catenarias que entre poste y poste dibujan los cables de alta tensión le parecen a Kelly olas de un océano ahora esqueletizado y sin algas; nadie sabe por qué se secó. En el CD suena Karma Police de Radiohead. Se duerme con la braga del bikini en una de sus manos, pero antes imagina que surfea en las playas del Indico. Se emblandecen los pezones.