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Hubo una ocasión en la que Sherry se quedó como única chica disponible en el Honey Route. Así, la afluencia de clientes habituales se vio mermada y reducida a los de paso que, una vez dentro y con la cerveza en la mano, ya no se echaban atrás. Como cada lunes, llegó un transportista llamado Clark, el habitual de los licores. Hacía tiempo que le decía, En un momento haces la maleta, total no tienes nada, y te vienes en el camión conmigo. Los repartidores hacen la ronda antes del amanecer, así que antes de un amanecer de marzo Sherry metió en el camión su maleta, y Clark ya abrió una cerveza. Él le fue contando que tenía un amigo argentino en las afueras de Las Vegas, en un apartahotel y que podría conseguirle trabajo a ella en la ciudad de pornostar, pues este amigo trabajaba en un club, y que a él ya vería de qué. Fue en ese momento la primera vez que él tuvo intención de besarla; pero no. Sherry había estado en vela casi toda la noche y se fue a la parte de atrás del camión a tumbarse, hojeó un libro que encontró entre unas latas de cerveza, y leyó para sí antes de tirarlo de nuevo, de cuantos libros he entregado a la imprenta ninguno, creo, es tan personal como esta colectiva y desordenada colección de textos. J. L. Borges. Buenos Aires, 31 de octubre, 1960. El sol ya estaba alto y Clark abrió otra cerveza, que le pasó a Sherry, y después otra y así hasta la octava con la que, buscando descanso, se pararon debajo de un álamo cargado de zapatos. Sherry había oído hablar mucho del árbol, y del supuesto origen extraterrestre de unas marcas que había en el lado en que al amanecer hay sombra, pero jamás había llegado a verlo. Quizá tanto zapato sea una ofrenda a esos extraterrestres, dijo Sherry dando un salto de la cabina al suelo, De aquí a California no hay más que sectas, en el Honey Route una vez pararon unos que follaban sin follar, era muy raro, sólo me miraban, pero ellos aseguraban que lo estaban haciendo, y me tuvieron así horas, no lo entendí pero pagaron. Se han tumbado debajo del árbol, él la abraza enganchándola por el voluminoso pecho que el silencio y la cerveza hacen aún más voluminoso, pero tampoco la besa aún. Después, con visible emoción, le habla de un libro de Jorge Luis Borges que su amigo argentino le regaló. Lo tengo en la parte de atrás del camión, dice, luego te lo enseño, se titula El Hacedor.