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De entre todas las manías, sin duda la más habitual es hacer el amor por las mañanas. A esa hora los hombres siempre quieren y terminan sometiendo a las mujeres. Esto no representa problema alguno si se vive al resguardo de una casa. Ahora bien, imaginemos a una pareja sin techo que se hubiera afincado en mitad de un descampado o un desierto; tendría que ir siempre a la parte de un árbol, arbusto o tapia en la que hubiera sombra para acometer el acto. Con el paso del tiempo inevitablemente quedarían en la tierra las marcas de los mecánicos envites, y al final siempre habría alguien para desarrollar una teoría que pusiera en relación directa esas huellas con la visita de una nave extraterrestre. Esto es lo que le ocurrió a Kent Fall, el alcalde de Ely, cuando una mañana de 1982 vio en la parte en sombra de un álamo que encontró agua, unas señales muy profundas, gestuales y aritméticas, horadadas en la tierra. Arriba, colgando en una rama, encontró 2 pares de zapatos.