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Uno de los problemas más grandes a los que se enfrentan los hoteles es el hurto de pequeños objetos. Se calcula que las grandes cadenas hoteleras pierden al año más de medio millón de toallas, pérdida que ya dan por asumida, al igual que bolígrafos, ceniceros, champú, kits de costura, cepillos de dientes y todo tipo de artículos de baño. Pero también desaparecen vajillas y cuberterías casi al completo, picaportes, toalleros, espejos, juegos de cama, lámparas de diseño, centros de flores reconvertidos en un buen regalo de última hora, plantas con su macetero, alfombras y teléfonos fijos. A cambio, los clientes se olvidan relojes, loros que hablan varios idiomas, urnas con las cenizas de un ser querido, pendientes, collares, lencería de alta calidad, brazos ortopédicos, lentillas, muñecas hinchables, libros de toda clase, juguetería adulta diversa, informes de los servicios secretos de varios países, y hasta cocodrilos vivos dentro de maletas de piel de cocodrilo. La cadena de hoteles Houses Of America, tras declarar la amnistía a todos quienes en sus 62 años de existencia se han ido con algún objeto en la maleta, ha decidido intentar recuperar sus pertenencias de forma pacífica, y para ello ha creado el primer Museo de Objetos Encontrados, con sede en Los Ángeles y en Chicago, aunque también se encuentra el catálogo en Internet. En ellas se exponen de forma permanente todos esos objetos que los clientes se han ido olvidando, para que quienes tengan en su casa alguna pieza hurtada del hotel elijan la que le guste del catálogo y de esta manera permutar la una por la otra. Pero y se fue poniendo el sol en la recepción del hotel. Hasta que la penumbra [sintética repetición de la noche sólo accesible a fenómenos interiores] soldó al vacío del vestíbulo los cuerpos de los que entraban y salían. Al botones lo cogió con la mano extendida. Obtuvo la muerte. De la novela.