Jack riega las flores del tarro de cenizas de Carol, que preside la mesa sobre un microondas General Electric ahora estropeado, frente al decorado roto de Corazonada, y sale de la caravana. Tira el anzuelo al acueducto; se sienta. Más allá del embalse se extiende, intuida, una cadena montañosa. Recuerda que en una ocasión que pasaban en coche cerca de una montaña, camino de Reno para unirse en matrimonio, Carol le dijo,

—Cuál es tu imagen extraña preferida.

Él lo pensó un poco,

—No sé, quizá una carretera que se pierde monte arriba en la niebla mientras abajo hace sol. ¿Y para ti?

—Entras en un portal vacío, un ascensor baja, pero dentro tampoco hay nadie.

—No está mal —dice él—, anda, pásame un cigarro.