Lo primero que hizo Chicho a la mañana siguiente de llegar a Palm Beach fue ir a comprar una calculadora. En vez de ver la tele, escuchar la radio, o leer las páginas deportivas, él tenía esa manía: calcularlo todo. Por ejemplo, dado que usa una talla 43 de pie, determinar qué cantidad de superficie terrestre ha pisado ese día, u otro día, o en toda su vida. O cuántas monedas de 5 centavos hacen falta para recubrir un cuerpo totalmente con ellas, y cosas de ese estilo. Eligió una Texas Instruments, un cacharro voluminoso y muy fiable, con los dígitos en tipografía primitiva, como a él le gustaban. Fue después, y sólo después, cuando, a pie, se encaminó hacia la tienda de Benny Harper a comprar el revólver; si la memoria no le fallaba estaba en la esquina de la 87 con Easy Road. Cuando llegó, lo que encontró fue una agencia de viajes, y pensó, Bueno, ya que estoy…, y entró y compró 2 billetes de avión para Milán, Italia. Antes de irse, la dependienta le dijo,
—¿Sabe a quién se me parece usted?
Y él,
—¡Sí, sí, ya lo sé! ¡A Robert Palmer!
Se aflojó el nudo de la corbata, y cerró con suavidad la puerta antes de irse.