El horizonte no existió hasta que una persona se interpuso entre él y el siguiente horizonte; la silueta humana vertical sobre la horizontal definió la primera encrucijada, el elemental cruce de caminos que persiguen el cocinero al tirar las croquetas al aceite hirviendo, 2 hombres de negocios que se estrechan la mano y cierran un trato, el matemático que ensaya un signo igual entre dos ecuaciones. Hasta ese momento el horizonte era atemporal, ingenuo y neutro, por eso los aviones, que carecen de él, cuando vuelan parece que no pesan y van derechos de una nada a otra nada, en un tiempo sin imagen en su correspondiente espacio, por eso las burbujas del agua mineral inauguran su propio horizonte en su ascender vertical hasta que el agua se congela y en estado fósil quedan atrapadas.