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El modo en que encontraron, en 1972, el cuerpo sin vida de Henry J. Darger, en su apartamento de Chicago, tras haber estado prácticamente toda su vida sin salir salvo para ir a misa, en ocasiones hasta 5 veces al día, fue de una manera tan vulgar como en apariencia lo había sido su existencia. El casero vio que por primera vez en 47 años se retrasaba en el pago de la mensualidad. Se acercó hasta la calle Ford T e, inquieto, comprobó que Henry no contestaba al timbre. Como nunca había tenido que usar su llave en esos 47 años, la había perdido, así que fue la policía quien tuvo que abrir a patadas la gruesa puerta de roble. Lo que allí descubrieron tardaron años en poder describirlo: el cuerpo de Henry, sentado en un sillón de orejeras, orientado a un televisor encendido, con un libro entre sus manos y una Coca-Cola de litro abierta y sin gas, apoyada en el suelo junto a sus gafas. En su estudio, que abarcaba también parte del salón y de la cocina, hallaron una de las obras más obsesivas, voluminosas y completas de la historia de la literatura, de la pintura, de la música y hasta del cómic. Un manuscrito de más de 15.000 páginas mecanografiadas a un solo espacio, más de 300 acuarelas de colores pastel y dimensiones gigantescas, imágenes de santos, recortes de periódicos y un imposible dietario en el que anotó y comentó cada día sin excepción durante 10 años el parte meteorológico de la ciudad de Chicago, al cual se tomó la molestia de titular The Book of Weather Reports, lo que da una idea de que para él toda su vida era en sí una obra. Su novela se titulaba The Story of Vivian Girls, in What is Known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinnian War Storm, Caused by the Child Slave Rebellion, y las 300 acuarelas supuestamente la ilustraban. Un relato épico en el que 7 niñas princesas del reino de Abbiennia, las Vivian Girls, luchan en un planeta imaginario contra ejércitos de adultos glandelinians que esclavizan y torturan a niños. En las acuarelas se combinan escenas de una violencia extrema, niñas empaladas con las tripas fuera, o niñas en postura de tortura, con niñas desnudas y distraídas correteando por campos de flores, armadas con gigantescas alas de mariposa de color pastel y ribetes dorados. Algo que llama la atención es que esas niñas están dotadas de un pequeño pene, van desnudas y únicamente llevan cubiertos los pies, con zapatos de charol y calcetines bordados. Una de las teorías que intentan explicar ese detalle es que Henry J. Darger jamás había tenido relaciones íntimas con una mujer por un obsesivo miedo a que fuera su hermana, aquella que había sido dada en adopción y nunca llegó a conocer. Otra teoría es que se inspiraba directamente en el cuerpo del Niño Jesús. Su obsesión por las descripciones hacía que relatara exactamente en el libro todas las batallas, que pusiera nombre a todos los cientos de soldados, que describiera y dibujara los uniformes, las banderas, los caballos, las mariposas, y que hasta compusiera las canciones de los himnos de los diferentes países y tropas. Cuando lo hallaron muerto, sentado en su sillón de orejeras, con una botella de litro de Coca-Cola sin gas apoyada en el suelo junto a sus gafas, el libro abierto que tenía entre sus manos llevaba por título Hagakure. El libro del samurái. En la tele, encendida, un Michael Jackson muy niño le decía a un entrevistador que lo que le gustaba, mucho más que cantar, era tener amigos.