Pero entonces, dice Jota a los 5 amigos y a Sandra, agrupados en torno a unas cervezas, Ocurrió lo que nadie esperaba, en la ciudad de Madrid, una enorme llama olímpica, un rascacielos denominado torre Windsor, comienza a arder a eso de las 11.30 de la noche, los bomberos no pueden hacer nada, la columna de humo se ve desde las ciudades adyacentes, el incendio persiste hasta el mediodía siguiente y miles de habitantes, después de comprar la prensa y el pan, se acercan a ver cómo se consume y retuerce el edificio en aquella soleada mañana dominical de febrero. Simultáneamente se está celebrando en esa misma ciudad la Feria de Arte Contemporáneo, ARCO, ya sabéis, y aquel día la afluencia de público a la feria baja un 50%. A ver, decidme, ¿qué prefirió la gente?, yo mismo os contesto, pues está claro que contemplar el edificio humeante, la verdadera obra de arte. Y si no, haced la prueba: si ahora, aquí, cualquiera encendiera un fósforo, ya veríais como, inconscientemente, todo el mundo dirigiría la vista hacia esa llama. Pero además, hay otro asunto, y cuidado, es un secreto, sé que fue una obra de arte porque la hice yo.