En el año 1970 moría en su casa de Chicago Henry J. Darger después de haber escenificado quizá el episodio más extraño y solitario de la historia de las artes. Se cree que nació en Brasil en 1892. A los 4 años pierde a su madre, que muere en el parto de una niña que fue dada en adopción. Henry nunca llegó a conocer a esa hermana. Poco tiempo más tarde padre e hijo son ingresados en sendas instituciones mentales. A él se le diagnosticó una enfermedad que consistía en «tener el corazón en el lugar equivocado». Nunca más vio a su padre. Durante la adolescencia, huye de la reclusión y aparece en la ciudad de Chicago. Alquila un piso, y a partir de entonces nada se sabe de él, salvo que sólo sale de casa para ir a misa, en ocasiones hasta 5 veces al día, y que las únicas conversaciones que tiene con los vecinos son acerca del tiempo meteorológico, asunto que le obsesionaba desde que de joven, en 1913, presenciara la destrucción de todo un pueblo en Illinois por un tornado. Nadie sospechó el secreto que guardaba aquel hombre vulgar y poco hablador en el estudio de su casa, estudio que abarcaba también parte del salón y la cocina.