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Mirar desde una azotea es ver todo el acúmulo de tejados y cubiertas planas que desordenadas borbotean en los vértices de cada edificio, papilas sensibles por las que los ciudadanos se conectan al mundo; antenas, cables, pluviómetros, musgos y microorganismos sólo dados en los ecosistemas de azotea. La mutación es lo que importa. Como cuando el mar se cubre de petróleo, y el ADN de la vida regresa al origen de la vida, el líquido del que salimos todos. A Marc le ha llegado esta mañana un apremio de desalojo. Los vecinos del edificio denuncian la ilegalidad de su caseta. Inmediatamente ha pensado en aquel tipo alto con el abrigo que se presentó y le soltó el rollo de Rayuela B y las Bolas Abiertas, Un celador del ayuntamiento con ganas de reírse un rato, piensa, Menudo cabrón. Murmura estas y otras palabras mientras hace un avión con la hoja del apremio y lo lanza al vacío de la gran avenida que va a dar al mar. Toma la Guía agrícola Philips 1974, la abre por la página 87, después coge un folio del tendal en el que había una demostración ya obsoleta y en su parte de atrás redacta el recurso-tipo, que copia de la Guía:

«En los artículos que van del 334 al 337 del Código Civil, se precisa qué objetos debemos considerar muebles o inmuebles. Al ser mi caseta un objeto susceptible de ser transportado sin menoscabo de la cosa inmueble a que estuviere unido, según dice expresamente el artículo 335 del CC, y no estando comprendido en la situación que el artículo 334.3 describe como, de una manera fija sin que no pueda separase del solar sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto, entiendo que mi vivienda es totalmente legal».