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En el pueblo de Corcubión, como cada segundo domingo de mes, se ha instalado la feria en la plaza y en calles aledañas. Una estructura como de fractal con envolvente elíptica en la que, básicamente, trafican los ganaderos y los tratantes, y que tiene sus horas fuertes entre las 8 y las 11 de la mañana. Al lado se ponen los vendedores de ropa y zapatos al peso; más lejos, ya en un ramal, los de la maquinaria y la herramienta agrícola, y en el centro de todo el tinglado se plantan un par de carpas donde comen pulpo, callos y beben vino visitantes y paisanos que cierran tratos. Antón anda por entre los puestos y pasa de largo el tenderete de los ordenadores de segunda mano, que en ocasiones frecuenta. Ando mirando de comprar un par de cuerdas para bajar al percebe, le dice a Amalia, que está detrás del mostrador del esparto y derivados. Tras un breve regateo, cierra la compra de 2 sogas de 15 mm de espesor y se las carga a la espalda. Tiene los pies congelados. Un rayo de sol le da en la nuca, curiosea en los puestos de ropa. Termina comprándole a un peruano un grueso jersey de rombos rojos y verdes y unas botas de plástico forradas de borreguillo, ¡Cojonudo!, le dice mientras recibe el cambio. Entonces oye a su espalda, Coño, Bacterio, qué pasa, vamos a tomar un vino, te convido. Se gira y reconoce a Anxo, que lleva un gabán de plástico hasta los pies, y contesta, No, gracias, tengo prisa. ¡Pero hombre, tómate algo! Qué va, es que no puedo, otro día, Anxo, otro día. ¡Pero qué prisa tienes, Bacterio, no jodas, ¿es que ya andas otra vez con tu desguace de ordenadores?! No hombre, qué va, es que he dejado en casa el ordenador encendido, bajando una peli, y quiero ir a ver cómo va, si llego tarde me entretendré y después tendré que preparar con prisa y mal todo el material para mañana, que salimos al percebe. Anxo posa su bolsa en el suelo y le dice, Ah, faenas mañana, bueno, bueno, pues nada, arranca para casa, pero antes mira, mira qué pelis le he comprado ahí al lado a un negro, una ganga. Y saca un fajo de DVDs de dibujos animados, Son para los críos, todo lo quieren, y tú, ¿qué película te estas bajando? Uff, es tremenda, la vi hace muchos años en la tele, y nunca más, El último hombre vivo, se llama, del 71, todos han muerto en Los Ángeles y Charlton Heston es el único que queda vivo, hay una pandilla de zombis que le acosan, pero como sólo salen de noche, durante el día él puede andar por las calles, y entra en las tiendas, que han quedado intactas, y coge lo que quiere, y cuando se le acaba la gasolina pilla otro coche cualquiera y ya está, es tremenda, hay unas imágenes aéreas de la ciudad semidestrozada, llena de papeles y basura, y él en un descapotable por esas grandes avenidas, que parecen como el mar, a toda hostia, sabes, es tremendo. ¡Ah, dice Anxo, Entonces como lo del Prestige: el mar deshecho y lleno de mierda! Calla, calla, no me hables, responde Antón, Yo casi te diría que estoy deseando que venga otro desastre; total, la pesca no se ha resentido y han entrado en las casas millones de euros de indemnizaciones. Hombre, claro, asegura Anxo, Tú y todos, bueno, Antón, pues a ver si nos vemos otro día y tomamos un vino. ¡Hecho! Y tira calle arriba hasta llegar al Ford Fiesta, aparcado en la cuneta del arranque del camino del monte que conduce a su casa, una pista forestal que se va cerrando no sólo por causa de la vegetación, sino por la niebla. Ya en casa, se prueba el jersey de rombos y las botas de borreguillo, ¡Cojonudo! Y lo deja todo junto a un montón de carcasas de ordenador apiladas y vacías. Los vecinos más próximos de Antón son Braulio, 200 m al norte, y la familia Quintás, a 150 al este. Entre medias, está el bosque. De unas casas a otras sólo se ve el rojo de las tejas. La ilusión de Antón sería vivir en un cubo de cemento muy cerca del acantilado, casi al pie, pero desde que salió la Ley de Costas ahí no dejan construir. Consulta el Emule; faltan 100 megas para que El último hombre vivo esté en su poder.