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Debido a que nada que porte información puede ir más rápido que la velocidad de la luz, existe lo que los cosmólogos llaman horizonte de sucesos, el punto más allá del cual no podemos aún conocer lo que ocurre. Señales de luz que se emitieron hace millones de años y de cuya existencia aún tardaremos en saber. Pero ese horizonte no es plano, sino una extensa superficie que esféricamente nos rodea, una bola cerrada e impermeable hasta que indique lo contrario una simple fórmula que liga la velocidad con el tiempo. En ese momento la nada se materializa en todo, e Ingrid Bergman se echa a llorar cuando en el rodaje de Viaje a Italia encuentran a una pareja abrazada entre la lava de Pompeya. No estaba en el guión ese horizonte de sucesos, pero había alguien allí para filmarlo, traspasarlo, elevarlo a ficción. El artista Damien Hirst le dice a la prensa, «mi obra lo único que demuestra es la imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo».