Por fin han encontrado las armas de destrucción masiva. Las tenía el dictador ocultas en su propio cuerpo. Y sólo era una, cuidadosamente cosida a su estómago. Una cápsula de 1 cm3 unida a un micromecanismo adjunto que podría ser activado por él mismo mediante un control remoto mental. En efecto, con tal de concentrarse precisamente en ese punto de su estómago, y dirigir ahí toda la fuerza de los pulmones e intestinos en virtud de una técnica adquirida por viejos métodos de respiración yoga, el citado micromecanismo se activaría soltando así un veneno que lo haría morir al instante. La destrucción masiva vendría dada por un efecto cascada: la oleada de inmolaciones en cadena que prevé el Corán Tipo-B para estos casos, a imagen y semejanza de esa otra reacción en cadena que damos en llamar «nuclear». Cristianismo, budismo, islamismo y tecno-laicismo en un solo relámpago.