El gran puzzle
Desde que comencé a trabajar en el manuscrito de este libro, no he dejado de preguntarme qué postura debía adoptar frente a su contenido. Y la respuesta ha tardado en llegar: objetividad.
Me vi involucrado en la investigación del caso Roswell —que se remonta a julio de 1947— en una fecha tan tardía como 1991. Mis esfuerzos por reunir documentación de la época, por entrevistarme con algunos de los testigos de aquellos hechos y por visitar los escenarios del caso, se han visto recompensados con un abundante dossier de información que parece no dejar lugar a dudas: hace medio siglo una aeronave no terrestre se precipitó contra el suelo en Nuevo México, y fue recuperada en secreto por personal cualificado de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Hasta ahí el cúmulo de evidencias se me antoja intachable.
Sin embargo, esa certeza no habría bastado para publicar un trabajo como éste. Sólo en Estados Unidos, entre 1980 y 1995, han visto la luz cinco libros de gran tirada íntegramente dedicados al accidente de Roswell, amén de centenares de artículos y monografías escritos para investigadores e interesados en el tema. Los detalles más nimios han sido, durante este tiempo, objeto de los más acalorados debates… y con todo, pocos de ellos han trascendido al gran público.
A mediados de 1995 la situación cambió. Una serie de rumores procedentes de Gran Bretaña aseguraban que un productor de televisión inglés había adquirido unos rollos de película militar secretos que contenían la autopsia practicada a unos extraterrestres. Por la fecha en la que se decía que fueron filmados y por el lugar, se presumió precipitadamente que las películas correspondían al caso Roswell.
Temblé.
Nunca antes se había hablado de la existencia de un documento así vinculado a este episodio, y menos aún que imágenes de esas características hubieran podido filtrarse a la opinión pública.
Mis primeras averiguaciones —allá por abril de 1995— chocaron contra un muro que no esperaba. Las imágenes existían, pero estaban en poder de un productor británico llamado Ray Santilli que deseaba a toda costa especular con ellas y cerrar el negocio del siglo vendiendo sus derechos de reproducción a televisiones y medios impresos. Ésa, y no otra, era la razón por la que las películas en sí no habían circulado todavía, y por la que una suerte de «embargo internacional» las estaba manteniendo fuera de circulación.
Al iniciarse aquel verano, algunos fotogramas de esta filmación fueron filtrados a la prensa de todo el mundo. Se fue generando así una expectación que estallaría definitivamente el 28 de agosto de ese año, cuando varias televisiones europeas, australianas, asiáticas y americanas emitieron fragmentos de la codiciada filmación. A partir de ese momento surgieron toda clase de opiniones: desde los que creían que todo era un absurdo montaje creado gracias a unos magníficos efectos especiales, hasta los que veían en las tomas la confirmación definitiva de que los extraterrestres existían, y que Estados Unidos había ocultado las pruebas durante casi cinco décadas.
Por desgracia, ni unos ni otros aportaron evidencias de peso para sustentar sus tesis.
Fue en medio de aquella situación, cuando una serie de circunstancias profesionales me empujaron a investigar a fondo este entramado. Tomé varios aviones para entrevistarme en Europa con los principales implicados, desempolvé mis cuadernos de bitácora de la investigación en Roswell y comencé a reconstruir la película —nunca mejor dicho— de estos hechos.
El resultado de aquella encuesta profesional es este libro; una suerte de bloc de notas que desvela lo que, sin duda, es un expediente abierto del que todavía no se ha escrito la última palabra. En él he agrupado los apuntes de mis viajes y los resultados de mis modestas averiguaciones. Y aunque, en 1995 su resultado no me permitió avalar o desestimar la validez del filme, sí me dio pie para enunciar tres conclusiones que se me antojan importantes:
Pero, no se engañe el lector. Estas tres conclusiones representan tan sólo un atisbo del puzzle que, en las páginas que siguen, pretendo describir en toda su amplitud.