Agradecimientos

Este reportaje no habría visto nunca la luz sin el apoyo y la ayuda de un buen número de personas. En especial el que me brindaron desde el principio mis compañeras y compañeros de la revista Año Cero. Los sabios consejos de Enrique de Vicente, las agudas indicaciones de Eduardo Fernández y los apuntes, estímulo y cariño de Geni Martín, Susana González, Carmen Machado, Virginia Medina y Tito Carazo me fortalecieron en los momentos más delicados de la investigación.

Le debo especial gratitud a José Antonio Campoy, director de la revista Más Allá, por creer en mí en 1991 —cuando en España pocos se acordaban del caso Roswell— y enviarme a Nuevo México a investigar este episodio clave del fenómeno ovni.

También estoy en deuda con Vicente París, no sólo por poner en mi mano algunas «piezas» que se revelarían claves en mi trabajo, sino por traerme el primer ejemplar del semanario francés VSD con la foto del presunto extraterrestre de Barnett. A Matteo Leone y a Edoardo Russo, del CISU, les debo su asesoramiento en materia de Internet y su generosidad al enviarme materiales fundamentales para este libro. También a mis amigos Antonio Ribera, Josep Guijarro, Renaud Marhic, Ignacio Darnaude, Richard Heiden y Antonio Huneeus les estoy agradecido no sólo por la información que durante estos años me han confiado, sino por las edificantes conversaciones que sobre el «teatro ovni» hemos mantenido.

De Roberto Pinotti, los miembros del CROVNI y el Gobierno de San Marino nunca podré olvidar su hospitalidad.

Y, cómo no, mi gratitud también se extiende a Sebastián Vázquez y José Antonio Fossati por haber apostado por un proyecto empujado por los vientos de un Destino juguetón e impaciente. Una «Fuerza Mayor», en suma.