53

Paso la vida pensando, pienso en vivirla mirando, vivo pensando que miro, meditando lo que he sido, lo que fuimos.

Pasa la vida, Manuel, y la vivo sin ti pero contigo. Y todas las preguntas las lancé al vacío y todas las respuestas las encontré en el mar una mañana soleada.

MEDITA, MEDITERRÁNEO

Me siento en la terraza

y miro el mar.

Lo veo en calma,

es temprano,

las aguas reflejan un sol

tímido

que no se atreve todavía a quemar.

Me mezo suavemente

entre tus olas

y compruebo que el balanceo me calma

y me engancha,

me gusta que me acune

y me saque los colores

de un sol que empieza a tostar.

Muevo brazos y piernas

a un tiempo,

tú te acercas y me coges,

me giras y me encajas.

Yo me dejo

y me suelto

para volver a tu cuerpo.

La brisa,

antes armoniosa,

se va transformando en canción.

Tu música me invade

y se hace tan cegadora como tu sol,

que ahora quema.

Me siento en la terraza

y miro el mar.

Las aguas embravecidas

me devuelven a la orilla,

tumbada,

exhausta por lo vivido,

recupero un aliento

que anhela el tuyo.

La mente no responde

a más estímulo

que el verte,

a más voluntad

que tenerte,

de nuevo.

Mi mar en calma

ya no existe.

La orilla se antoja tan segura

como insuficiente

a mí,

a mis deseos.

Y tú a lo lejos esperas

yéndote,

te alejas

mirándome,

desapareces

nunca más.

Porque nunca más es mi condena,

la prisión que me libera,

mi cárcel de la que quiero escapar

y volver a ser tu presa

de tus besos y tu lengua,

mi mejor carcelera.

Las olas

que vienen y van

contemplan la escena.

Y a ratos me dejan que vuelva.

El sol ya no calienta,

me abrasa

y a mí, parece que no,

que no me basta.

Me siento en la terraza

y miro el mar.

Las aguas sabias

me vuelven a empujar

a una orilla movediza,

que me engulle

y paraliza.

El sol aprieta de nuevo,

tu música suena

y la metáfora no me deja escapar

de una arena que me quema.

Quema en seco

y quema húmeda.

Ciega el sol,

el mar

y hasta la tierra ciega.

Cierro los ojos y duermo.

Me siento en la terraza.

Y miro el mar.

Las aguas están en calma

pero tú y yo sabemos lo que hay,

lo que hubo,

lo que ahora somos.

Nos lo recuerda la música

que ahora apenas se escucha

por la brisa

que el mar se lleva