BERTA: AMOR SIN CERO
Llegué a Madrid de noche. Regresaba de un viaje de trabajo, un vuelo relámpago a Londres. Como tantas otras veces, Candela vino a recogerme al aeropuerto y nos fuimos a cenar juntas. Hacía tiempo que la encontraba alicaída, pero aquella noche estaba más desanimada de lo normal.
«No soporto las mentiras, Berta». Mientras me soltaba aquella frase sin venir a cuento, sus ojos se le encharcaron de lágrimas. Comenzó a explicarme lo que había ocurrido: «Sé que no es un drama, pero a mí me hace mucho daño, no puedo evitarlo».
La suerte de Candela, aunque ella lo viviese entonces como un problema, es que había llegado a aquel momento sin que la vida la hubiera sacudido fuerte. Su historia con Manuel, y lo que vino después, fue su primera gran desilusión. Su primer gran desamor. Había habido otros, pero no tan profundos.
—Piensa en positivo, Candela. Lo que has vivido con él es vuestro, no os lo va a quitar nadie. Es tu patrimonio. Conserva los buenos recuerdos y avanza.
Eso le dije yo, sabiendo que llevaba tiempo intentándolo; pero seguía costándole mucho dar esos pasos hacia adelante. Por más que luchaba por apartarle, todavía había algo que la paralizaba. En el fondo esperaba que él volviera arrepentido y le dijera que había sido un cobarde y que se había dado cuenta de que era ella la mujer con quien quería estar.
—No lo va a hacer —le dije. Sabía perfectamente hacia dónde habían ido los pensamientos y las ilusiones de Candela—. No va a venir a lomos de su caballo a recogerte. Y ¿sabes por qué? Porque él no es ningún príncipe. No sé si existen los príncipes, pero en el caso de que quede alguno, Candela, no es Manuel. Así que quítale la armadura, bájalo del caballo y míralo como lo que realmente es.
—¿Y cómo es realmente?
—Pues un tipo bastante más mediocre de lo que él se cree. Será muy guapo y todo lo que tú quieras, pero no deja de ser un egoísta al que le encanta que andes bailándole el agua, y ya está bien de bailar y de agua. Cierra el grifo, Candela. No lo merece. Los que te queremos estamos aquí a tu lado. ¿Lo ves a él por algún sitio?
—No, pero…
—Pues eso. Mírame, Candela. Manuel ya no forma parte de tu vida. Se fue, ahora es tu pasado.
—¿Y por qué me miente?
—Porque le da la gana. Joder, Candela, lo hace todo el rato para salvar el pellejo. No es por ti. Él es así. Punto. No tiene ninguna importancia que al verte haya querido esconder el móvil.
—Estaba mandándose mensajes con alguien.
—Claro, igual que haces tú. ¿O es que tú no me mandas mensajes a mí, a tu madre o a quien te da la gana?
—Es que ha sido lamentable, Berta. No sabía ni qué hacer. Tapaba el móvil con una mano como si yo no me percatara de lo que estaba pasando. Le ha faltado señalar al cielo y gritar cualquier tontería para intentar despistarme.
—Pero ¿cuál es el problema? ¿Que le estaba mandando mensajes a una tía? Efectivamente, Candela. Cuenta con ello, se escribe con otras mujeres. Y ¿sabes qué? Folla. Manuel folla y no es contigo. Porque vosotros ya no estáis juntos. Porque tú, Candela, le dijiste que no podías más con aquella historia. Tú eres una mujer que necesita primer plato, segundo y postre. Que se meta sus migajas por donde le quepan. Manuel no sabe querer de otro modo. Se quiere a sí mismo más que a nadie.
Candela me sonrió con los ojos, los labios no le respondían porque los tenía fruncidos, intentando aguantar el tipo para no soltar una lágrima más.
—Él te ha querido, Candela, y te respeta. Por eso se aparta y por eso no vuelve a ti. Solo te queda aceptarlo. Manuel ya pasó, es historia.
Anoche soñé con él
Tenía otra cara y otro cuerpo,
pero era él,
aunque él no se dé cuenta
ni dormido ni despierto
#microcuento